Un día como hoy, pero del año 1894, se concretaba la fundación de Bonpland, casi en el centro de la tierra colorada. Al recorrer un poco de su historia, vale decir que esta localidad pertenece al Departamento Candelaria y su principal medio de acceso es la ruta provincial 4, que conecta el municipio con Santa Ana y a la vez con Leandro N. Alem.
Hasta 1893, formaba parte de la Colonia Santa Ana. Un decreto del entonces Gobernador, Juan Balstra, de fecha 5 de Junio de 1894, divide esta colonia en tres secciones: Santa Ana, Loreto y Bonpland, autorizando la creación de Comisiones de Fomento en dichos parajes.
El 18 de junio se concreta la fundación de Bonpland, asignándose a la colonia una superficie de 21.000 hectáreas y estableciéndose su primera Comisión Municipal.
Un homenaje al naturista francés Aimé Bonpland
La denominación adjudicada a esta localidad constituye un homenaje al sabio naturista francés Amadeo Bonpland. La llegada de inmigrantes de distintos países de Europa generó un fuerte desarrollo agrícola en los albores de 1900. Las plantaciones de yerba mate y tabaco, trajeron aparejado el auge del pueblo, que llegó a convertirse en uno de los más importantes del interior al punto que en la década de 1920, ya tenía un surtidor de combustible funcionando, una avanzada tecnológica para la época.
Con los años, y debido al mal aprovechamiento de los recursos naturales, las tierras se degradaron, bajando su productividad. Por consiguiente, la colonia decayó y comenzó el éxodo de la mayor parte de sus habitantes, quienes emigraron hacia las nuevas y prósperas colonias que se iban creando hacia el norte provincial.
Una pérdida en tiempos militares
A tal estado de decaimiento se llegó, que en épocas del proceso militar (1976-1983), se perdió la autonomía municipal, que recién recuperó con el advenimiento de la democracia en 1983, lo cual dio inicio a una nueva etapa de esperanza para llegar al crecimiento y al desarrollo.
Los logros más importantes en este contexto incluyeron luz urbana y rural, teléfonos, agua corriente, viviendas, 3 escuelas primarias y una secundaria con orientación agrícola, servicios públicos municipales, asfalto, entre otros. A su vez, la colonia es asistida con planes de desarrollo ganadero, forestal y agricultura en general.
Avances urbanísticos
El pueblo cuenta con una planta urbana de 72 manzanas y los Parajes de Ojo de Agua y Campiñas, cuentan con los servicios de educación y sala de salud, como así también un hermoso balneario-camping que es visitado por los vecinos de las localidades adyacentes. La Patrona de Bonpland es Santa Rosa de Lima, cuyo Día se festeja cada 30 de agosto.
El día de su fundación no es el día del aniversario del pueblo
Si bien el 18 de junio de 1894 se recuerda la fundación de este municipio, se estableció otra fecha para celebrar su aniversario. El día elegido fue el 11 de mayo, fecha que se dictaminó a través de la Resolución 04/98 del Ejecutivo comunal.
El primer aniversario de Bonpland fue celebrado ese mismo 11 de mayo de 1998. A partir de ese momento, dicha fecha fue tomada como la oficial del aniversario de este municipio, en honor al fallecimiento de Amado Bonpland, nombre con el cual se conoce a dicho pueblo.
¿Quién fue Amadeo Bonpland?
Corría el año 1773 y nacía Amado Bonpland en La Rochelle (Francia), notable médico, naturalista y hombre de gran ilustración, cuyo verdadero nombre era Aimé Jacques Alexandre Goumpland. Llegó desde Europa al Río de la Plata en 1817 y tras permanecer unos años en Buenos Aires se radicó en Misiones, más precisamente en colonia de Santa Ana (hoy Bonpland).
Vale decir que en algún momento de su vida Amadeo dijo que “mis padres me bautizaron como Aimé Jaques Alexandre Goujaud, pero más tarde cambié mi nombre simplemente a Bonpland, que significa “buena planta”.
Amedeo estudió en París donde se recibió de médico cirujano a los 20 años junto con su hermano Michel Simón, aunque Amado percibía que su futuro no estaba en la medicina, sino en las ciencias naturales, en la investigación.
Hasta 1795 estuvo dedicado a investigar en toda Europa, pero le quedó chico el Viejo Mundo y se embarcó con otro joven, el alemán Alexander von Humbolt, rumbo al nuevo mundo, América, quienes además de investigar, llegaron interesados en pulsar el ambiente libertario que animaba a estos pueblos.
El 16 de julio de 1799 desembarcan en el puerto de Cumaná, en el Golfo de Carisco en la Nueva Andalucía (hoy Venezuela). En diciembre de 1800 llegaron a La Habana, Cuba, prolongando su estadía en la isla hasta marzo de 1801. De puerto Cabello se trasladaron a Cartagena de Indias y luego arribaron a Santa Fe de Bogotá, pisando al iniciarse 1802 tierras ecuatorianas.
De allí viajan al Perú y en diciembre salieron del puerto del Callao rumbo a Guayaquil. En abril de 1803 vuelven a Cuba y de allí viajan a Filadelfia y posteriormente llegan a Washington, siendo recibidos Bonpland y Humbolt por el presidente americano Jefferson.
Abandonaron el continente americano el 9 de junio de 1804, para arribar a Burdeos el 3 de agosto del mismo año, después de haber recorrido en cinco años 9.000 millas. Trajeron a Europa 35 herbarios con colecciones que superaban las 60.000 muestras y una enorme colección de insectos.
Ante un pedido de la emperatriz Josefina, Napoleón lo designa en 1809 intendente de “La Mal Maison”. Tras la caída del emperador Bonpland se radica en Londres y allí conoce a los argentinos Manuel de Sarratea, Manuel Belgrano y a Rivadavia, quienes viajaron para firmar la paz con Fernando VII, lo entusiasman y se embarca para el Río de la Plata, adonde llega el 18 de enero de 1817, en compañía de su esposa Adeline Delahaye y su hijastra Emma.
Trae consigo su biblioteca, semillas, 2.000 plantas, 500 pies de vid, 600 sauces y 40 naranjos y limoneros. Después de una corta estada en una posada, cerca del Fuerte, se estableció en el llamado “Hueco de los Sauces”, donde hoy se encuentra la plaza Garay, e inició en ese lugar sus plantaciones.
El naturalista fue recibido con gran interés por la sociedad porteña: Vicente Fidel López describe sus visitas a las tertulias de la familia De Luca, y cuenta que acomodaba su paraguas, al entrar, junto a la espada de José de San Martín, a quien había conocido en casa de Mariquita Sánchez de Thompson.
En esa época, Bonpland herborizó en los alrededores de Buenos Aires, y en la isla Martín García encontró plantas de yerba mate que habían llevado los sacerdotes jesuitas. Sería el preludio de una etapa posterior en la vida del sabio: la yerba mate y su cultivo, que llegarían a ser para él una verdadera obsesión.
Como no podía vivir solamente con la práctica de la medicina, decidió dirigirse a la zona de las viejas misiones jesuitas, entre los ríos Paraná y Uruguay, donde crece espontáneamente la yerba mate.
Partió solo, en octubre de 1820, dejando a su esposa, a la que no volvería a ver, pues ella regresó posteriormente a Francia. Bonpland estudió la flora de la región y resolvió fundar un establecimiento agrícola para dedicarse al cultivo de la yerba mate, en el actual territorio de Misiones en Colonia Santa Ana, que más tarde se llamaría Bonpland.
Amadeo junto a un grupo de peones indígenas trabajó la tierra y ya a los seis meses sus trabajos comenzaron a dar fruto. Gobernaba en esa época el Paraguay el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia quien creyó que Bonpland era un espía, por ser francés y amigo de los caudillos artiguistas.
Además, consideró que ese territorio de Misiones donde estaba instalado pertenecía al Paraguay. Pero, sobre todo, no podía permitir que nadie conspirara contra el monopolio paraguayo de la yerba mate. Así que el 8 de diciembre de 1821, a la medianoche, una fuerza de quinientos soldados paraguayos cruzó el río y entró a sangre y fuego en las plantaciones de Santa Ana.
Incendiaron los ranchos y el yerbal, apalearon a los peones indefensos, mataron a diecinueve de ellos y apresaron a sesenta y tres. Bonpland, aunque no se resistió, fue herido de un sablazo en la cabeza y luego atado con cadenas y llevado preso a la otra orilla del río, hasta Itapúa, cerca de Encarnación.
Nueve años duró el cautiverio de Bonpland en tierras paraguayas, hasta donde llegó el pedido de clemencia de muchas personalidades mundiales, entre ellas Bolívar, que escribió a José Gaspar de Francia.
Pasaron nueve años y un día del mes de febrero de 1831, sin ninguna explicación, Bonpland fue liberado y amenazado a abandonar rápidamente el territorio paraguayo. Al año siguiente llegó a Buenos Aires, después de deambular por el sur del Brasil. Tenía entonces 59 años. En ningún momento se quejó de su cautiverio; hablaba con bondad del dulce pueblo paraguayo y aún se entusiasmaba, como cuando joven, al descubrir las bellezas naturales de la zona subtropical.
En Palermo se entrevistó con Juan Manuel de Rosas y no encontró en él simpatía hacia su obra. Desde Europa lo reclamaban; sabía que allí le esperaban honores, pero Bonpland había tomado ya su decisión y nunca abandonaría esas tierras en que había echado raíces.
La vejez de Bonpland en suelo misionero no fue sólo contemplativa. Por el contrario, el sabio emprendió nuevas tareas; ensayó la cría de ganado ovino, visitó periódicamente la ciudad de Montevideo y reanudó su correspondencia olvidada. Se escribía con Berón de Astrada, José María Paz, Juan Lavalle, Madariaga, Hilario Ascasubi y Valentín Alsina. Se había casado en segundas nupcias con una criolla, hijo de un cacique guaraní, con quien tuvo tres hijos: Carmen, Amado y Anastasio, nacidos, respectivamente, en 1843, 1845 y 1847. Años después un nieto, Pompeyo, se recibió de médico en Buenos Aires.
Su país natal acordó dar a Bonpland una pensión vitalicia y la Cruz de la Legión de Honor. La Academia de París lo nombró académico. El rey de Prusia lo designó caballero de la orden real del Águila Roja. Europa lo reclamó y lo cubrió de honores, pero Bonpland se quedó en el Plata. Aceptó del gobernador de Corrientes, el doctor Juan José Pujol, el cargo de director del Museo de Historia Natural de la capital provincial.
A los ochenta y cinco años enfermó en su establecimiento de Colonia Santa Ana, y falleció el 11 de mayo de 1858. Cuando supo de la muerte del sabio, su amigo, el gobernador de Corrientes Pujol, ordenó que sus restos, embalsamados por pedido espontáneo del pueblo, fueran remitidos a la capital de la provincia para darle sepultura. Antes de ser enterrado, el cuerpo embalsamado de Amado Bonpland fue velado en una habitación a la calle en la pequeña ciudad de Paso de los Libres.
Allí, se cuenta que, como homenaje, los amigos y vecinos dejaron puertas y ventanas abiertas y la estancia iluminada. Estaba yacente de noche el cuerpo del sabio, en la habitación mortuoria, que había quedado sola. A un paisano correntino ebrio, que se detuvo ante la puerta, le llamó la atención ese hombre quieto, vestido de frac, pálido y amarillento que se hallaba tendido bajo la luz de las velas; lo saludó e, indignado por la falta de respuesta, apuñaló al cadáver. Sus restos dicen que descansan en un mausoleo en el Cementerio de La Santa Cruz, de Paso de los Libres.