Los gastos crecientes en los que viene incurriendo el Estado para hacer frente a esta segunda y recrudecida ola de COVID-19, y a una pobreza que no para de crecer, complican las cuentas fiscales. En ese contexto, será muy difícil cumplir con las metas presupuestarias fijadas para el déficit fiscal, según advierte un nuevo estudio de la Universidad de Belgrano.
En principio, el Índice de Equilibrio Fiscal que mide el Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de esa casa de estudios -publicó Perfil- registró en marzo una caída del 7,1% respecto del nivel que había alcanzado en febrero, aunque se mantuvo un 23% por encima de igual mes del 2020.
“La desmejora registrada en marzo es atribuible al abrupto incremento en los gastos fiscales por arriba del crecimiento registrado en los ingresos del erario público. En particular, se destaca el aumento en las transferencias corrientes de un 33% en tan sólo un mes, fundamentalmente las destinadas al sector privado”, explicó Víctor Beker, director del CENE.
Beker agregó que “se trata, por un lado, de gastos asociados al recrudecimiento de la pandemia y la pobreza, como la tarjeta Alimentar, el programa Potenciar Trabajo y Repros de asistencia a empresas, junto con subsidios a los sectores energético y del transporte. Se trata de erogaciones que, en su mayor parte, no estaban contempladas en el presupuesto 2021”, agregó el economista.
Meta lejana
“Esto indica que difícilmente pueda cumplirse con la meta de déficit contemplada en dicho presupuesto, que fue elaborado bajo la hipótesis de que no habría una segunda ola de la pandemia que pudiera requerir gastos similares a los de 2020”, completó el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) que mide la Universidad de Belgrano.
Tal como indicaron desde el CENE, el Índice de Equilibrio Fiscal se calcula como el cociente entre los gastos y los ingresos totales. El valor 100 indica una situación equilibrada; por encima de dicho valor denota superávit, y por debajo, déficit.
Región pobre
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha provocado una ola de pobreza en toda América Latina, profundizando las caídas que comenzaron en la última década y consignando a millones a vidas de privación, publicó hace una semana Bloomberg.
En la región más desigual del mundo, 22 millones de personas, el equivalente a la población del estado de Nueva York, engrosaron las filas de la pobreza entre 2019 y 2020, sin poder satisfacer sus necesidades básicas. En total, cerca de un tercio de los aproximadamente 600 millones de habitantes de América Latina viven en la pobreza, o lo que las Naciones Unidas define como pobreza extrema: subsistir con menos de US$1,90 al día, destacó la publicación estadounidense.
La región representa alrededor del 30% de las muertes por COVID-19 en el mundo, a pesar de tener solo el 8% de su población. Su economía se contrajo un 7% el año pasado, más del doble del declive de cualquier otra región.
La pobreza toca a casi 8 de cada diez
La Universidad Católica Argentina (UCA) publicó este mes un estudio sobre el impacto del COVID-19 en el país y sostuvo que sin la asistencia del Estado nacional, la pobreza habría trepado al 52% de la población y la indigencia al 25%. Las conclusiones muestran los duros resultados económicos de la pandemia en el país.
Los datos del estudio “Efectos de la pandemia COVID-19 sobre la dinámica del bienestar de la Argentina urbana” son contundentes respecto a cómo habrían escalado los números de la pobreza y la indigencia si el Estado no hubiera inyectado recursos económicos en la población más desfavorecida.
Sin la asistencia social, más de la mitad de la población argentina habría alcanzado el 52% de la pobreza y un cuarto de los habitantes a nivel país habría caído en la indigencia.
El estudio confirma que los registros de la pobreza tuvieron un ascenso por tercer año consecutivo, contabilizando los números del 2018 (33,6%), 2019 (39,8%) y 2020 (44,7%). Esto grafica una suba de pobreza por ingresos de casi 11 puntos porcentuales en tres años.
En ese marco, la llegada de la ayuda social alcanzó al 55,4% de la población en términos generales, un nivel de asistencialismo superior a la mitad de los habitantes. Sin embargo, al segmentar las estadísticas en los sectores de escasos ingresos económicos, el impacto alcanza al 79,7% de la población en situación de pobreza.
Fuente: Medios Digitales