La mayor parte de los ingresos de las familias va a la alimentación y, sobre esta, pesa el 21% del IVA, entre el 10 y 15% de Ingresos Brutos, Impuestos Internos, Ganancias, Tasa de Comercio, cargas sociales de empleados, etc. Se darán cuenta que el 60% del precio son impuestos.
Pero, ¿es el empresario en causante de la inflación realmente? ¿Acaso cree el Presidente que al empresario -en un contexto de alta conflictividad social y tremenda recesión económica que viene desde 2019- le conviene subir indiscriminadamente los precios a un ritmo del 4% promedio mensual, para vender cada día menos? Si fuera tan rentable como supone el mandatario, ¿se hubieran cerrado más de 40.000 PyME en el país según la CAME, desde el comienzo de la pandemia, con una pérdida de 400.000 puestos de trabajo?
La respuesta a todas estas preguntas, Señor Presidente, es un rotundo NO.
Presidente: entienda que el Estado es el verdadero causante de la inflación. Si a Ud. sus asesores no le dicen eso, entonces busque otros.
No hablo de los pseudo-empresarios que, por amiguismos con funcionarios ganan licitaciones de todo tipo y proveen a un Estado empobrecido, bienes y servicios a precios estratosféricos; sino que me refiero a los verdaderos empresarios que son los únicos y genuinos generadores de riqueza y fuentes de trabajo.
Si el Sr. Presidente se refería a los primeros, entonces adhiero a su hipótesis. Si no lo hacía, ya sea por desconocimiento o por mal asesoramiento, entonces se equivoca de cabo a rabo. Sabrá que combatir la corrupción siempre debe ser un eje fundamental en la gestión, siendo la mejor forma de contener el gasto público y la inflación.
No le estoy pidiendo que, como profesor de derecho, sepa de economía. Pero sí que elija bien a sus asesores, porque le aseguro que está muy mal asesorado. Así lo hacen los empresarios: eligen a los mejores colaboradores para cada área y constituyen así una empresa exitosa.
Aquel que no resuelve los problemas en una empresa, no puede permanecer en el cargo. Es lo que debe suceder también en el país.
En economía no hay milagros. Y así como una familia no puede por mucho tiempo gastar más de lo que obtienen de ingresos (pues al tiempo que ya no le presten los parientes, los amigos, los bancos, la tarjeta de crédito, comenzarán los juicios y las correspondientes incautaciones); tampoco un Estado puede gastar más de lo que le ingresa, cuando ha perdido su crédito externo por ser un mal pagador. Si no contiene su gasto, tiene como recursos endeudarse internamente (ya lo hace) y la emisión monetaria. Y si Ud. imprime dinero y no aumenta la producción, porque no hay condiciones para la inversión y porque aumentan todo el tiempo los impuestos, porque cambian las reglas de juego, porque se bloquean rutas, se autorizan las importaciones a cuentagotas, porque aumentan los combustibles y tantas otras cosas; la demanda incrementada sin aumento de la oferta, produce incrementos en los precios para cubrir costos en aumento.
Si Usted Presidente quiere verdaderamente combatir la inflación, sus asesores deberían decirle -entre otras cosas- que lo primero es darle todas las condiciones a los emprendedores para que arriesguen su capital, tomen empleados y produzcan. Esto, además de aumentar la cantidad de bienes y servicios disponibles por simple competencia y búsqueda de la eficiencia, producirá una baja de la inflación, además de bajar la desocupación y proveer al Estado de recursos pagando impuestos. Y no pienso en grandes empresas sino en las PyME que son la forma más rápida de lograr el cometido.
Por ahora, lo que deberían recomendarle sus asesores, es que no aumente los gastos del Estado, controlando las compras para que no sean ruinosas contratando a los pseudo-empresarios amigos del poder a precios exorbitantes, bajando el gasto político como una forma también de hacer un esfuerzo de su parte. Ese esfuerzo tal como le es requerido desde hace años al sector empresario.
Cuando digo bajar el gasto público no me refiero a los planes sociales, indispensables en este contexto y que además van rápidamente al comercio barrial PyME. En un futuro próximo, se debería aprovechar esa gran mano de obra rentada, hoy utilizada en su mayoría por piqueteros para cortar rutas y afectar así a los que todavía tienen trabajo; para apoyar y bajar costos a los privados. Eso dará como resultado una baja en los precios y, a la vez, recobrará la cultura del trabajo.
Así se podrían bajar los impuestos primero sobre la mano de obra, ya que hoy un asalariado en blanco recibe la mitad de lo que le cuesta al empleador. Muchas veces, aún siendo un empleado que cobra de acuerdo a lo que marca la ley, se encuentra debajo de la línea de pobreza establecida en $50.850 por el INDEC.
También se deberían eliminar todos los cuasi-impuestos, verdaderos “curros” de toda índole que permanentemente hay que pagar para todo trámite creado, al solo efecto de aumentar la cantidad de empleados públicos. Esto no hace más que encarecer el trabajo y burocratizar la economía, generando más inflación.
Mientras el Estado que es el verdadero causante de la inflación, no crea que lo es, tampoco podrá ser parte de la solución. Y recuerde que aunque la Argentina sea un país sumamente rico, ya entró en una espiral descendente con un aumento inaudito de la pobreza que se está acelerando mes a mes y que será muy difícil de contener si no se toman las medidas correctas lo antes posible.
Aunque Usted no lo crea, hasta la Argentina puede fundirse.
Presidente, Usted pide un esfuerzo. ¿No lo han hecho todos los considerados indispensables, trabajando con el virus en la calle? Veamos a los comerciantes, transportistas, ferreteros, la gente del campo, ni hablar el personal de la salud. Mientras tanto, gran parte de los empleados estatales estaba en sus casas, cuidándose de la pandemia y cobrando regularmente sus sueldos.
El privado hizo suficiente esfuerzo perdiendo su trabajo y aguantándose, sin salir a cortar calles. Como los que perdieron sus empresas, el logro de toda una vida, en rubros como restaurantes, hoteles, peluquerías, transportes escolares, tiendas de ropa, gimnasios que, al mismo tiempo, debieron seguir pagando sus impuestos y rogando por la apertura de locales, sabiendo de la circulación del COVID.
El riesgo era menor que quedarse sin nada para su familia. El esfuerzo ya se hizo y no se ve ningún esfuerzo económico por el lado político, sino más bien mayor presión impositiva. A través de los discursos de políticos, pretenden dejar a quien trabaja, genera empleo y paga sus impuestos, como el malo de esta película.
Por: Francisco José Wipplinger
Presidente de FJW SAT