Eran chicos desamparados, indefensos, que no tenían donde ir ni un techo donde descansar. Por eso llegaron al Hogar Tabita de Montecarlo, en busca de consuelo, de contención y tal vez, de una nueva oportunidad.
Lamentablemente, el hombre al que el Estado ayudaba para que cuidara de esos pequeños se convirtió en su peor verdugo.
La valentía de una trabajadora social posibilitó que el caso llegara a la Justicia y que se hiciera justicia con el responsable. El 13 de abril de 2011, el Tribunal Penal 1 de Eldorado daba a conocer su decisión: “Condenar a Omar Raúl Mudry a la pena de treinta años de prisión” por siete cargos de abuso sexual simple, abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores, todos agravados por su calidad de guardador y en concurso real.
El fallo, que fue ratificado en 2018 por el Superior Tribunal de Justicia de Misiones, constituyó en su momento una sentencia inédita en la provincia para casos de delitos sexuales ventilados en juicio oral.
El único antecedente hasta entonces -los 40 años de prisión a un director técnico de fútbol infantil– se concretó en juicio abreviado.
Una historia triste
El caso Tabita saltó a la luz allá por el mes de marzo de 2008 en la localidad de Montecarlo, donde funcionaba el hogar de niños desamparados. Fue a instancia de una trabajadora social que, en ese entonces, se desempeñaba en la Municipalidad local y tuvo contacto con los menores que vivían en el lugar.
Una de ellos se quebró y contó detalles del calvario que soportaban en el Tabita. Posteriormente se sumaron los otros.
El juicio oral comenzó el lunes 14 de marzo de 2011 y el testimonio de las víctimas fue contundente. Los chicos llegaron a contar, con extrema crudeza, que eran sometidos a palizas y otros abusos para que no contaran lo que sucedía. Con esos métodos de amedrentamiento el acusado logró que le tuvieran miedo y a través del miedo, que callaran la pesadilla que vivían.
Uno de los testigos, incluso, habría dicho que los menores eran sometidos a largas horas de ayuno.
Entre las víctimas, por ejemplo, había dos nenas de sólo tres años. En este caso no hubo acceso carnal, aunque el acusado las manoseaba en forma permanente.