Siempre pensé: “¡qué fácil!”, cuando alguien nos dice estas cosas, ¿quién no ama los días felices?, pero ¿los días duros? También podemos sellar esos días con las lágrimas que nos han sacado y dejarlos. Tenemos que aprender a crear nuestro círculo de fuerza. Cazar las buenas energías que andan por ahí llamándonos y a las que no les damos artículo para dejar que nos alimenten.
¿Ven? Ya se está creando un buen clima. Porque compartir y dar es estar vivo.
Reinventarse es eso, crear nuestro propio mundo que no es otro en el que estamos, el que nos tocó, no seamos mezquinos, no pensemos en pequeño, creemos un UNIVERSO de nuestro mundo, nuestro círculo de fuerza, nuestras islas de sinceridad y conservar a la gente que nos da energía, la que nos apoya, aquella que nos levanta y nos anima.
Ya hicimos un gran parte. Comenzamos a visualizar el mundo que queremos en pequeño, el nuestro, pero es cierto que hay otro, el de allá afuera: las noticias, los chismes, las injusticias, los resentimientos y todo lo que queremos y que nos mira desde una publicidad y pensamos que nunca llegaremos a tener. Aparece el dolor, la angustia que nos acobarda, no nos deja dormir.
El dolor es eso que nos hace ser, lo que nos da bronca en el otro porque al final, pensemos: nos dan bronca o fastidio muchas cosas de afuera y cuando sentimos ese dolor, lo replicamos; sentimos esas mismas cosas por otras personas. Así el círculo se expande y nuestro pequeño universo que veníamos construyendo se cae. Pero y ¿si pensamos que el dolor no existe? ¿Que el dolor que nos provocan algunas cosas puede ser nuestra cura?
Claro, pensemos, desde el dolor se construyeron mundos. Nuevos mundos. Piensen las viejas guerras que destruyeron países enteros, ese dolor fue el puntapié, la emoción suprema con la que se construyeron nuevos Estados.
Busquemos entonces amar ese dolor, como el físico por ejemplo, cuando nos lastimamos, lo sentimos y cuando pasa, lo olvidamos por completo. Vamos a nuestro círculo de fuerza.
¡Hasta la próxima!