Clotilde Mercedes González de Fernández Ramos nació el 24 de septiembre de 1880, en Santo Tomé, Corrientes, a unos 130 kilómetros de esta ciudad. Era hija de Zulmira Da Veiga (brasileña) y Juan Gonçalvez (portugués), radicados en la vecina provincia. En 1900, la joven contrajo matrimonio con el español, Ildefonso Raimundo Fernández Ramos, con quien tuvo tres hijos. Falleció en Posadas, el 28 de febrero de 1935.
Según contaban sus familiares, Doña Clotilde, en su vida familiar, se caracterizaba por “su gran corazón”. Era una mujer buena, sencilla y generosa, que no hacía diferencias sociales ni juzgaba a nadie.
Se destacaba por su humildad, sensibilidad y alegría. Alojaba en su casa de manera gratuita, a parientes o hijos de amigos que residían en el interior de la provincia, y que no podían costearse los estudios. Invitaba a su casa y preparaba gratuitamente a los alumnos que tenían dificultades de aprendizaje, en sus cátedras de historia y geografía. Ofrecía su vivienda para reuniones sociales y prestaba libros de su nutrida biblioteca a los estudiantes o personas que lo necesitaran. Ayudaba a su esposo, Ildefonso, en la corrección y compaginación de sus apuntes, que luego fueron publicados. Amaba profundamente la música clásica y la interpretaba en el piano, casi tanto como a los animales y las plantas, que abundaban en su hogar.
Era el árbitro natural en el ambiente familiar. Amaba la armonía y la paz. Defendía hasta lo indefendible. Por ejemplo, a su hijo Gelio, que cuando era niño, le cortó un lado del bigote a su padre, Don Ildefonso, mientras dormía. Este bigote era de los que se enroscaban tipo espiral, y constituía un gran orgullo para él. Gelio tuvo que estar -según su relato- toda la tarde trepado en un árbol, hasta que su madre -Doña Clotilde- después de interceder mucho por él, logró el perdón paterno.
Hasta sus últimos días siguió luchando por la educación y defendiendo sus convicciones. Una anécdota la pinta de cuerpo entero. Muy poco antes de su muerte y ya deteriorada físicamente, viajó en su automóvil Ford con uno de sus hijos para visitar a su prima, Amelia Perié de Romero, quien era directora de la Escuela Nº 112, en Bañado Grande, y vivía en una casa edificada en una chacra de su propiedad, cercana a la misma. Sus hijos los esperaron en el cerro. Estuvo allí por cuatro días. Llevó un diapasón y pentagramas, y enseñó música al tío Miguel Ángel Romero Perié, que tenía condiciones para ello.
Su pasión por la educación se plasmó en sus realizaciones, en especial, el esfuerzo realizado de 1907 a 1909 para lograr la creación de la Escuela Normal Estados Unidos del Brasil. Siguió con sus estrategias de acción para conseguir en 1917 la apertura del Colegio Nacional de Posadas. Pero faltaba algo más: se ocupó de gestar la Escuela de Artes y Oficios (luego ENET y hoy EPET 1).