Este año se cumplirán once años de ausencia, pero su recuerdo permanece intacto en quienes compartieron algún estudio de radio o televisión pero sobre todo en su única hija, Nuria, que eleva su memoria en cada una de sus definiciones. “La conocí como mamá y era una persona increíble, súper dedicada, amiga, compañera, confidente, y como profesional todos la conocían. Era salir a la calle, comerse el mundo, que todo el mundo la quiera. Siempre digo que tenía un lado A y uno B. El A, era esta cosa profesional, de ir a la radio, de buscar a los auspiciantes, de estar en la televisión, moverse con gente diversa. El B, era su costado más solidario. Trabajaba como docente de cuarto grado en la Escuela Nº 220 -donde hoy funciona la Escuela de Robótica, y su curso estaba sobre la avenida Roca”, manifestó.
Jovita, ante todo, era maestra. “Era lo primero y principal porque en su época no había otras carreras”. Como otras tantas colegas, cursó el secundario en la Escuela Normal, y allí se recibió de maestra. Su primer trabajo fue en colonia Chapá, en el municipio de General Alberdi, como docente en la zona rural. Luego la trasladaron a Garupá y terminó en la N° 220. Luego conoció a Carlos Jorge Ezequiel Silva, un porteño, que fue su esposo a lo largo de 40 años, casi los mismos que se dedicó a la locución. El papá de Nuria era de Buenos Aires, vino a Posadas, se enamoraron y se casaron. También fue pionero en su rubro, porque fue quien abrió la primera agencia de publicidad de Misiones.
Por ese entonces ella ya hacía el programa “Radio Club Infantil”, en Radio Parque, donde comenzó a trabajar de la mano de Carlos Madelaire. Arrancó en la radio con un nombre artístico que era el de “Analía”. A medida que se fue haciendo conocida dijo “voy con mi nombre”. Por lo que le contaban a su hija, era un programa para niños, donde venían artistas de la zona, se cantaban canciones infantiles, le mandaban cartitas de todos lados y ellas las leía. Después llegó “El llamado telefónico”. “Si gustabas de alguien, llamabas si es que tenías los medios o enviabas una carta, y dedicabas una canción. Entonces mamá leía el mensaje, a lo que sumaba poemas, poesías. Era una especie de cupido de antaño”, recordó, y agregó que “ya era más consciente de qué se trataba”.
Su carrera fue creciendo al punto que también tuvo sus momentos en la pantalla de televisión, al conducir el programa denominado “Nosotras”, allá por los años 70, en Canal 12. “Era como una mesa de mujeres, un té de mujeres, de distintos ámbitos a las que entrevistaba. Días atrás, me reía porque veía un programa de la televisión nacional que tenía el mismo formato, pero adaptado a los tiempos que corren, y me hizo acordar a ella, que con escasos recursos hacía grandes cosas”. De ese programa existe una fotografía en blanco y negro, que carece de nitidez, en cuyo reverso se señala en birome azul “me la sacó mi marido desde el televisor de la agencia DelCar”. Es que resultaba “carísimo en ese entonces tener un artefacto de esos en el hogar”.
Desde chiquita, Nuria era siempre su compañera. Por lo general, a la salida del colegio, la acompañaba a cobrar las publicidades que generaba su padre, “entonces siempre estuve muy cerca de su trabajo. De grande ya tomé un poco de distancia, pero en mi niñez íbamos juntas a todas partes, a sus animaciones, desfiles, a la escuela”.
Cuando Nuria estudiaba en Buenos Aires, “venía yo o ella iba a visitarme, éramos muy unidas, confidentes, trabajábamos en engranaje y nos movíamos como una célula. Tengo muy buenos recuerdos de ella. La tengo presente todo el tiempo”.
De Candelaria a Posadas
La historia de vida de Jovita no fue para nada fácil. Había nacido en Candelaria, el 1 de agosto de 1935. Un ciclón había destruido la casa que habitaba junto a su familia, y como su madre tenía serios problemas de salud, sus hermanas mayores “Gogó” y Lilí”, decidieron mudarse a Posadas. “Ellas eran un poco el soporte de las hermanas más chicas. La historia de la familia es de continuo esfuerzo, de salir desde abajo. Tal es así que cuando falleció mi tía, la que para mí cumplía el rol de una abuela, mamá se vino un poco abajo. Es que a mi abuela la perdí cuando apenas tenía tres años”, rememoró Nuria.
Estudió locución en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). Fue de la camada de Lidia Elsa “Pinky” Satragno y de Juan Carlos Mareco, entre otras figuras. “Estudiaron juntos pero ella viajaba, cursaba quince días y regresaba. Luego continuaba sola, y regresaba para rendir. Podía hacerlo a distancia o alternando pero mamá, por sus múltiples ocupaciones, no encontraba otras opciones”. Con dedicación y esfuerzo, se recibió como locutora y fue la primera de Misiones. Nuria estima que fue Madelaire quien la animó a que siguiera la carrera, porque “ella ya tenía el programa de radio, y era la joyita de su radio. Era muy jovencita, arrancó con el programa de chicos a los 17 años, además de trabajar en la escuela, y fue una laburante hasta el último momento. Mi papá también le dio esa posibilidad. Creo que fueron los dos grandes motores que posibilitaron que concretara su carrera”.
Jovita también fue deportista. Formó parte del Seleccionado de Básquetbol del Club Unión y, “tengo entendido que había ido a jugar a la Selección Nacional”. Cuando la entidad local estaba emplazada en la esquina de San Lorenzo y Belgrano, había una placa con el nombre de la locutora que, aun siendo de baja estatura -algo que no le gustaba- era amante del básquetbol. Era una mujer que siempre “vestía tacos”. Cuando iba de visita a Buenos Aires, donde Nuria continuaba estudios de economía en la Universidad Católica Argentina (UCA), decía: “Qué lindo, acá puedo andar de zapatillas y jogging. Es que en Posadas hasta para ir al centro debía estar producida, porque entendía que no podían verla descuidada. Acá mantenía su imagen impecable todo el día. Siempre elegante, de punta en blanco”. Carlos, su esposo, le diseñaba los vestidos que iba a usar en las presentaciones, desfiles. Nuria aún guarda celosamente algunas de esas glamorosas prendas.
Jovita siempre tuvo una salud de fierro, pero, de un día para el otro, “es como si se explotaran las diez plagas de Egipto. En un año su salud se fue deteriorando, fue sometida a intervenciones, pero hasta ese último momento ella estaba activa, en movimiento”. El 30 de agosto se cumplirán 11 años de su ausencia física.
Otro de sus pilares
Un capítulo aparte, merece el compañero de vida de Jovita. “Papá era otro buscavidas”, indicó Nuria, entre risas. Y agregó que “era un porteño que se cansó de la gran ciudad y llegó a Posadas allá por 1940, con la compañía de cinco amigos, después de pelearse con una novia. Era artista plástico y, como tal, formó parte del Museo Aníbal Cambas. Y se puso a ver qué era lo que le faltaba a una ciudad con tantos comercios para la época. Y enseguida montó una agencia de publicidad, la primera de la provincia, a la que llamó DelCar (por DelValle/Carlos)”. La oficina funcionaba sobre calle Bolívar, en un local del primer piso, que alquilaba a la familia Mazza. Con el tiempo, hizo “miles” de cursos de fotografía y se fue complementado. Su hija lo calificó de “un tipo sumamente inteligente, culto, de esas personas a las que le preguntas de todo, y todo sabía. Me crié entre dos personalidades fuertes, y diferentes a la vez. Mamá era súper social, y papá era más de estar en su mundo. A veces encuentro en mí a esas dos personalidades”.
Del Valle era reconocida en el medio posadeño por su trayectoria y por su colaboración permanente con las sociedades filantrópicas de Misiones y por su espíritu digno de imitarse. Fue designada madrina de la Carrera de Locutores y Productores de Radio y Televisión del Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya donde recibió la medalla de manos de Monseñor Jorge Kemerer. Colaboró en todos los eventos sociales, culturales, benéficos, siempre predispuesta a ofrecer lo que sabía hacer al servicio de la comunidad. Asimismo, obtuvo infinidad de premios, distinciones, estatuillas, siempre por su destacada labor de conductora, locutora y animadora de radio y televisión.
Ya, de regreso al hogar materno, Nuria indaga entre parvas de fotografías y recortes, y los recuerdos emanan como a borbotones. La misma casa habla permanentemente de su amada progenitora, mientras se ocupa de hacer “de todo un poco. Es que como no encontré empleo acorde a mi perfil, me puse a elaborar budines y comida integral, con lo que monté un mini emprendimiento, abrí un garage de pulgas con libros vintage, pinturas, antigüedades, y ahora estoy armando una Fintec para brindar servicios financieros de manera eficiente, ágil, cómoda y confiable”. Aseguró que “venía como haciendo la plancha, y necesito activar el cerebro. La parte culinaria me hace volar, y lo del mercadeo, me pone contenta esa cosa de conectar con la gente, con la que hoy estamos tan desconectados. Volver fue también un poco eso”.
Tiempos de ingenio
Su programa más conocido fue “Juventud y la música”, que por muchos años la tuvo como protagonista en LT 17 Radio Provincia. Fue en esa emisora donde vivió su esplendor como profesional y donde cerró su carrera radial de más de 40 años de trayectoria. Le dedicaba todos los sábados por la tarde, durante varias horas, salvo cuando transmitían fútbol, que la corrían de horario o suspendían el programa.
Eran tiempos complicados para producir los programas, muy diferentes a los que vivimos. Y por dar solo un detalle que refiera a esa diferencia, no existía Internet ni las redes sociales. Dedicada a su público, todas las semanas compraba revistas de todo tipo. Desde la Muy Interesante, pasando por Clair, Vogue, libros de espiritualidad, y meditación, que apenas salían a la luz. Según Nuria, su mamá, “hacía un compendio de todo lo que le gustaba y compartía ese material en los distintos bloques. Entre uno y otro, iba introduciendo cosas de ciencia, de alimentación, que iba alternando con la música. Para después de cada tanda publicitaria, preparar algo diferente, sin salirse de lo que era su foco, que era el enganche del romanticismo, de la actualidad, la cultura. Ese era su centro, y luego ramificaba los contenidos. Sin descuidar a los jóvenes. En una época donde los jóvenes ya estaban en otra, ella mantenía a los suyos. Decía, no importa que se renueven, yo siempre voy a tener mis jóvenes”.
Recordó que hace poco, un amigo suyo, Iván Ortega, “publicó en el sitio ‘Posadas del ayer’ una foto de mi mamá, y mucha gente me sumó a su Facebook, me dijo ‘yo la escuchaba a tu mamá’, y para mí es una forma de recibir cariño constantemente. Me están apapachando, mimando, gente desconocida que manda mensajes reconfortantes. Eso es muy lindo”.
Sostuvo que “mamá se debía a su público. Moría por mí, no me caben dudas, como yo moría por ella, pero era, hasta acá mamá, y desde acá, papá. Eran dos personas de trabajo, nada les vino de arriba, y estoy orgullosa de ellos por eso. Me enseñaron a ser versátil, a no quedarme quieta, a readaptarme, a moverme. Eso me divierte y me gusta”.