Barrio Santa Rita de la capital provincial, cuna de atletas en todas las disciplinas. El fútbol, con su masividad, suele robarse la cartelera. Pero sucede a veces que algunos de los pibes le tuercen la mano al destino y cambian la canchita de tierra por el futuro incierto de la pelota.
“Yo no era muy bueno jugando al fútbol”, se ríe ahora (18). El sueño del pibe, para él, no tenía que ver con goles imposibles y gambetas mágicas. La ilusión lo llevó a plasmar sus virtudes en el colchón. Y la lucha olímpica lo llevó a recorrer el mundo de manera impensada.
“La lucha me cambió la vida. No hubiera sido lo mismo. Primero, porque me dio mucha conducta. Y después, porque pude recorrer el mundo. En el barrio siempre me preguntan ‘¿vos sos el que viajaste a tal lado?’. La lucha me dio eso, ser el pibe del barrio que tuvo la suerte de salir a conocer el mundo”, confiesa Agustín a EL DEPORTIVO.
El luchador posadeño ostenta un récord difícil de igualar: fue campeón nacional en su categoría durante los últimos cinco años. Y pese a su juventud, sumó experiencias únicas a lo largo y ancho del planeta, incluido el terremoto que azotó México en 2017. Y para lo que viene, no se queda y va por más.
Agustín, ¿cómo arrancaste con la lucha olímpica?
Empecé a hacer lucha en junio de 2014, tenía 12 años. Justo ese año, un mes hice básquetbol, otro mes hice fútbol y así… Hasta que un día, haciendo fútbol, me encontré con Edu Lovera y con el profe Adrián Báez (N. de R: referentes de la lucha misionera), quienes me invitaron para que pruebe. Y yo, como en el fútbol no era muy bueno, fui a probar a Santa Lucía. Me acuerdo del primer día, me senté a un costado y me dijeron que sólo mirara, porque era nuevo y podía lastimarme si empezaba de una. Fui uno o dos días a mirar, hasta que empecé a entrenar. La verdad es que la lucha me gustó de entrada y fue el único deporte que me gustó por cómo me desarrollaba. Empecé a ir y no faltaba un solo día.
Y ese mismo año tuviste tus primeros Juegos Evita…
Sí, esa fue mi primera competencia y fue en el CeNARD. Por entonces yo pesaba 34 kilos y participé en la categoría hasta 50 kilos. Y terminé quinto entre doce. Esa primera vez entré nervioso, es que ahí vos escuchás los gritos de los profes, el ambiente, y te sobrepasa un poco. Hubo una lucha que el rival me tiró de un lado al otro. Y el profe de ese chico me dijo “te felicito porque tenés huevos para presentarte y luchar”. Y ahí, más allá de la paliza, todo me terminó de gustar. Al año siguiente fui a los Evita 2015 y gané la medalla de oro. Y eso marcó un quiebre, porque me di cuenta que podía ganar. Y porque empezaron a llamarnos a Edu Lovera y a mí para una concentración nacional en Pinamar.
Y así arrancó algo único…
Tal cual. Era todo nuevo para mí, imaginate que ahí conocí el mar. Y desde ahí me fui conectando más con la lucha, viendo a los mejores. Al año siguiente se hizo un clasificatorio para el Sudamericano de Colombia, que incluía un viaje de preparación a Cuba. Yo tenía 14 años, éramos siete u ocho en mi categoría, y terminé primero.
¿Y te fuiste a Cuba?
Sí, fue en julio y julio de 2016. Nunca pensé que la lucha me iba a llevar a viajar por el mundo. Y allá son todos grosos, hay muchos clubes de lucha. Había dos o tres a los que no podía tumbar ni nada, eran rapidísimos, pero me fui adaptando y al final pude emparejar ese nivel. Estuvimos un mes allá con Mauricio y Eduardo Lovera. Tuvimos tiempo de conocer la playa Cayo Coco, de agua azul, como si fuera lo que ves en la TV. Estuvimos en La Habana, pudimos conocer toda esa cultura. Y en lo deportivo, son muy duros.
¿Y el Sudamericano en Colombia?
Al final, estaba clasificado, pero hubo algunos problemas y no pudimos ir. La cuestión es que en 2016 fui al Nacional de Buenos Aires, en el Colegio Militar. Ahí le gané a Edu, pero después él se fue a vivir al CeNARD, creció y ya no le pude ganar más (se ríe)… Ahí fui campeón nacional en lucha libre hasta 45 kilos.
¿Y cómo llegaste a Europa?
En 2017 se hizo otro selectivo, además de un campus con los 500 mejores atletas de todas las disciplinas del país. Nos fue bien con Edu y en abril nos fuimos a España, a Andalucía. Entrenamos tres semanas y competimos en un torneo internacional llamado Jóvenes Promesas, donde logré quedar primero. En España fue donde más pude recorrer, si hasta estuvimos en un castillo donde había estado Napoleón. Y de ahí nos fuimos a Turquía, sólo para competir. Yo fui sexto entre 16. La lucha fue muy dura, había competidores locales, de Groenlandia, Grecia, Kazajistán, todos países fuertes. Ahí pude ver realmente lo que es el nivel internacional, porque estaban los mejores, con decirte que uno de los que compitió ahí después fue oro en los JJOO de la Juventud.
¿Y México?
Volvimos de allá, estuvimos dos semanas acá y ahí, a México, a entrenar. Allá fue durísimo, nos levantábamos a las 7 y era entrenar todo el día. Fue en septiembre, que justo nos tocó estar en ese terremoto grande que hubo.
¿Cómo fue esa experiencia?
Recuerdo que estábamos durmiendo, eran cerca de las 23. Edu se levantó para ir al baño y el piso empezó a moverse. Nosotros estábamos en un tercer piso. Me levanté y todo se movía de un lado para otro. Dicen que tenés que bajar las escaleras despacio, pero nosotros salimos corriendo. Tuvimos mucho miedo, imaginate que el piso del hotel se rajó. Una vez que paró, nos acostamos a dormir. Nos levantamos, entrenamos y en el almuerzo otra vez comenzó a temblar la mesa, como si una máquina estuviera pasando por al lado.
Es bravísimo… ¿y qué atinaron a hacer en ese momento?
La verdad es que te quedás sin saber qué hacer, no te podés parar, porque lo hacés y te vas de un lado para el otro, no podés coordinar los pasos. Despacito salimos hacia afuera, porque ellos allá tienen puntos de encuentro preestablecidos para estos casos. Cuando salimos, vimos que se habían caído varios edificios. Nuestras familias estaban muy preocupadas, pero por suerte pudimos conseguir wifi y avisarles que estábamos bien. Fue feísimo y, sin dudas, la peor experiencia de mi vida.
¿Cómo siguió tu carrera?
En 2017 también fue el Panamericano, en Argentina, que perdí en la pelea por el bronce. Y de ahí nos fuimos al Sudamericano de Chile, donde salí cuarto. Gané el Nacional y en 2018, de nuevo, otro selectivo que nos permitió ir en julio a Guatemala, de cara a los JJOO de la Juventud. Perdí en la primera lucha y lamentablemente quedé sin chances. Edu Lovera fue tercero, clasificó y fue el único misionero en esos JJOO de Buenos Aires.
¿Volviste a México en 2019?
Sí, fue después de salir campeón nacional. Ahí clasificamos al Panamericano en México. Nuevamente estuve cerca del bronce, pero perdí contra uno de Guatemala, una lucha muy cerrada, a 15 segundos del final.
Después de toda esa gira… ¿qué te quedó pendiente?
Mi sueño es ganar una medalla internacional. Si bien es cierto que gané el oro en ese torneo de España, no es lo mismo que un Panamericano. Y después, claro, me encantaría estar en los Juegos Olímpicos. No es fácil, pero ese sueño también está vivo.
¿Qué te genera ser campeón de tu categoría desde hace cinco años?
Eso es una alegría para mí, porque todos los años fue un desafío. La más difícil fue en 2015, en La Rioja, porque llegamos los más fuertes, Misiones y Córdoba.
¿En qué escalón está la lucha de Misiones a nivel nacional?
Me atrevo a decir que la lucha misionera está en primer lugar. Mejoramos mucho y creo que somos la provincia más fuerte. Después está Córdoba, con la que peleamos siempre por el primer puesto; y luego Buenos Aires o Chubut. Estamos ahí por el compromiso de los chicos y del profe, y por la experiencia que cada uno fue ganando en este tiempo, lo que le permite a los chicos nuevos que todo sea más fácil.
¿Cómo fue tu 2020 y qué esperás para el 2021?
El 2020 fue difícil por todo esto de la pandemia. Yo dejé un tiempo de entrenar para recibirme en la Industrial, soy técnico electromecánico. Y ahora ya le estoy metiendo de vuelta con todo, tanto en el CePARD como en Santa Lucía.
¿Imaginabas todo esto cuando empezaste a luchar?
Empecé a hacer lucha porque me gustó, pero nunca imaginé que iba a ganar un Nacional y menos por cinco años seguidos. A veces miro el pasaporte y no puedo creer que tenga un par de páginas llenas. El profe Báez me dice siempre ‘viste todo lo que te da la lucha’. Y es así, hoy es un sueño que se hizo realidad. El momento llega.
¿Qué es la lucha en tu vida?
La lucha me cambió la vida, no hubiese sido lo mismo. Y me cambió en todos los sentidos. Por ejemplo, desde que hago lucha, me han invitado miles de veces a fiestas y todo eso, pero casi no voy, porque tengo que entrenar. No es lo que me gusta, no tomo alcohol ni nada. Y sin la lucha no hubiese conocido jamás el mundo. Aunque quizás sea poco, lo que hice con la lucha hasta ahora marca la diferencia.