Esos son los momentos previos a que una puerta se abra, pero para que esa puerta pueda aparecer debemos resistir, esperar que todo pase sin desfallecer, sin importar cuánto se siga complicando todo, mantener la fe que esos acontecimientos llegaron por alguna razón y se resolverán de la mejor forma.
“Nunca es lo que te pasa sino lo que interpretas que te pasa”, lo escuché una vez. Cuando algo muy difícil está ocurriendo en nuestra vida podemos pensar que todo está perdido, que Dios nos ha abandonado, que ya nada podemos hacer para salir adelante, desesperarnos y tomar decisiones equivocadas.
Otra alternativa es pensar que todo esto vino para dejarnos un regalo, para moldearnos como el fuego y sacar nuestro verdadero yo que está muy adentro pidiendo salir y solo en situaciones límites es capaz de afrontar lo que sea y dar el salto. El otro día leí una frase en Internet que decía: “Sólo descubres la fuerza que tienes cuando ser fuerte es tu única opción”.
Y es así, en esos momentos límites es cuando sólo tenemos que tener un objetivo en mente: no rendirnos, pase lo que pase resistir, no soltarnos de la soga que nos mantiene vivos, solo resistir, ya habrá tiempo más adelante de más cosas.
Dios sabe cuánta carga puede soportar cada uno, Él obra en nosotros permanentemente, camina a nuestro lado y envía a sus ángeles disfrazados de personas comunes que aparecen justo en el momento apropiado para solucionarnos algún problema o darnos la fuerza para seguir.
Nunca estamos solos, Él camina a nuestro lado y en los peores momentos nos toma en sus brazos, no podemos verlo, pero si abrimos el corazón podremos sentirlo.
Cuando estamos frente a situaciones muy difíciles, nuestra tarea es no rendirnos, hacer lo que esté a nuestro alcance y entregarle a él las situaciones que escapan a nuestra capacidad de resolver confiando que todo quedará resuelto de la mejor forma.
Se trata de confiar en serio, es pasarle a Él lo que está fuera de nuestras posibilidades y sentir la paz por habernos sacado de nuestros hombros lo que tanto nos atormentaba. Es decir “gracias”, porque tenemos la convicción que Dios sabrá como resolverlo y será de la mejor forma para nosotros.
No se trata de una religión, es conectar nuestra alma con un poder superior, con la fuerza creadora que da origen a todo, con esa fuerza capaz de ayudarnos a dar el salto cuando no podemos ver qué hay del otro lado. Algunos los llamamos Dios, pero hay mil formas diferentes de llamarlo.
Es una conexión muy personal y directa de nuestra alma, nuestro Yo interior con esa fuerza superior; está presente en todas las situaciones de nuestra vida.
Esa relación nos mantiene fuertes y nos da valor para explorar caminos diferentes porque sabemos que no estamos solos, Él nos dice con su presencia “Aquí estoy”.