“Un monje decidió meditar solo, lejos de su monasterio. Remó con su bote al medio del lago, lo ancló allí, cerró los ojos y comenzó su meditación.
Tras unas horas de silencio imperturbado, de repente notó el golpe de otro bote colisionando con el suyo. Con los ojos todavía cerrados sintió crecer el enfado, predisponiéndose a gritarle al barquero que osó interrumpir su meditación. Pero cuando abrió los ojos vio un bote vacío a la deriva.
Fue en ese momento que el monje alcanzó la realización, entendiendo que la rabia habitaba dentro de él: simplemente necesitó del choque con un objeto externo para que saliera.
En adelante, cada vez que se cruza con alguien que lo irrita o le provoca rabia, se recuerda a sí mismo: “Esa persona es simplemente un bote vacío. La rabia está dentro de mi”.
¿Te resuena la situación vivida por el monje?
Nuestra vida transcurre en un devenir emocional, todo el tiempo vibramos en alguna emoción. De la sabiduría con que la gestionemos dependerá en gran parte nuestra percepción del bienestar personal y de nuestro entorno.
Esto implica que gran parte de la vida que construimos tiene que ver con la manera en la que gestionamos el enojo.
Al igual que el resto de las emociones el enojo tiene diferentes grados de intensidad. Si ésta es muy alta se transformará en rabia, en cambio, un enojo leve puede ayudarnos a ser determinados y decir que “no” a tiempo.
El Dalai Lama considera que “La ira bien canalizada puede ser útil. La indignación puede generar acciones positivas. Si nos indignamos frente a una injusticia, nos insta a poner en acción los aspectos positivos de esa emoción: la concentración, la energía extra y la determinación pueden hacer mas efectiva nuestra respuesta a esa injusticia. En cambio, cuando la ira toma el control, nuestra concentración se transforma en obsesión, nuestra energía se convierte en agitación y perdemos el autocontrol”.
Ser asertivos en nuestras emociones nos permite ser más eficientes ante los desafíos de nuestro diario vivir. Nos permite no caer en la pasividad ni en la agresión que en la mayoría de los casos son generadores de estados tóxicos y vínculos insanos. La asertividad nos permitirá accionar en lugar de reaccionar.
¿Y si decidimos ser protagonistas en lugar de víctimas? Dejemos de perder el tiempo culpando a los demás y usemos esa energía para diseñar la vida que queremos vivir. Es una elección que depende de cada uno de nosotros.