Algunas señales pueden alertarnos sobre este hecho son indicios que suelen concretarse en cambios (progresivos o abruptos) en el comportamiento y en su actitud:
– Actitud hostil hacia los padres, o bien búsqueda excesiva de aprobación.
– Introversión.
– Aparición de mentiras y conductas disruptivas.
– Empeoramiento del rendimiento académico.
– Incumplimiento y demora en el seguimiento de órdenes.
– Mayor dependencia hacia las figuras de referencia.
– Aparición de miedos no evolutivos.
– Aumento o disminución de conductas de afecto que no son debidos al cambio de etapa evolutiva.
– Verbalizaciones de baja autoestima.
– Llamadas de atención y victimización.
– Insatisfacción con los logros conseguidos, autocrítica excesiva e inconformismo injustificado.
-Radicalización en las opiniones.
Las “peores” cosas que les podemos hacer a nuestros hijos
Es difícil delimitar cuáles son las peores cosas que podemos hacerle a nuestros hijos, pero aquí destacamos algunos ejemplos:
– Transmitirles nuestros miedos e inseguridades. Ya que tienden a desarrollar inseguridad y, por ende, baja autoestima puesto que se perciben como incapaces de enfrentarse a situaciones complicadas.
– Compararlos con sus hermanos o iguales. Cuando hacemos esto, el mensaje que les estamos transmitiendo es “preferiría que fueras de otra forma y, en este caso, te parecieras a…”. Es decir, sentirán rechazo por parte de sus padres y en consecuencia, inseguridad en ellos mismos. Además, pueden sentir presión por parecerse a otras personas y frustración en los casos en los que no lo consigan.
– No dialogar con ellos. Es importante que, independientemente de la edad de nuestros hijos, establezcamos con ellos una comunicación eficaz, en la que sepamos explicar, y ellos entender, el porqué de nuestras actitudes con ellos, ya sea de castigo o de felicitación.
– Incumplimiento de promesas. Es relevante cumplir las cosas que les prometemos a nuestros hijos y ser constantes en este aspecto, puesto que de ser al contrario, les generaremos desconfianza en nosotros.
– Utilización de chantaje emocional. La manera en la que nos relacionamos con nuestros hijos sienta bases para la manera en la que se relacionarán ellos en un futuro con otras personas. De esta forma, si nosotros establecemos un patrón de chantaje emocional para conseguir objetivos, en un futuro ellos actuarán de la misma forma con otras personas.
– Invalidar emociones. No existen emociones buenas o malas, todas son necesarias y hay que darles su espacio para que los niños no sientan rechazo ni vergüenza hacia ninguna de ellas.
– No poner límites. Es crucial que nuestros hijos tengan límites, entre otras cosas para sentirse protegidos y para adaptarse al mundo que les rodea. De lo contrario, no sabrán diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
– Hacer de nuestros hijos una prolongación de nuestro “YO”.
– Responsabilizarlos de cosas para las que no tienen edad suficiente.
– Lanzarles mensajes contradictorios por parte de los padres. La ausencia de un criterio común hace que los padres se desautoricen entre ellos y el niño carecerá de un referente claro al que hacerle caso.
– Ausencia de continuidad (en la aplicación de castigos, por ejemplo). Un error común es aplicar ciertas normas y límites en determinadas situaciones, y, posteriormente, no aplicarlas en las mismas situaciones en las que previamente sí lo hicimos. Esto genera confusión en el menor.