Hace tres años Juanita llegó a la vida de Rafael Galvan. En realidad, ella fue de “visita”, “llegó a casa para quedarse unos días porque sus dueños se pusieron a modificar la casa y como son perritos muy territoriales ladraba todo el tiempo a los albañiles. En su primera casa, su vida transcurría en un patio trasero donde tenía su cuchita en un lavadero. Allí, prácticamente pasaba la mayor parte de las horas. No estaba para nada mal cuidada pero casi no tenía contacto con sus dueños, unos niños de unos 8 años”.
Sin embargo, todo cambió cuando llegó a casa de Rafael. “Ella empezó a dormir conmigo, a viajar, conoció muchos saltos de Misiones; Salto Alegre, Piedras Blancas, Salto Krysiuk, El Berrondo, Salto Zulma, Salto Arco Iris. También conoce la Cruz de Santa Ana y las Ruinas de San Ignacio y varias playas donde aceptan mascotas. Entonces compartimos muchas horas juntos, siempre y cuando se pueda acceder a esos lugares”.
Rafael contó que en estos tiempos de pandemia, donde pasamos horas y días encerrados “es la compañía de mi familia, Juanita representa eso. Y como particularidad le gusta dormir cuando viajamos, siempre conmigo (o sea en mis piernas). Todos los días me espera ansiosa que llegue del trabajo y la baje un rato, porque vivo en un segundo piso. Además, visitamos a sus antiguos dueños ya que desde que vino conmigo no quiso volver más a su casa, no quiere quedarse, llora mucho. Así que me dieron sus papeles y me la encargaron”.