Holodomor es una palabra relativamente nueva, no debe tener más de 30 o 40 años. Se la tuvo que inventar porque no existe en el vocabulario una palabra que describa el tremendo genocidio, el horror que atravesó la nación ucraniana entre los años 1932 y 1933, según explicó el presidente de la Colectividad Ucraniana de Apóstoles, Gabriel Eugenio Boreski, al programa “El Aire de las Misiones”, de Santa María de las Misiones, la radio de PRIMERA EDICIÓN, al recordar el 87 aniversario de una de las mayores tragedias humanitarias del Siglo XX.
“El mundo empezó a escucharla a partir de 1990, que es cuando se disolvió la Unión Soviética. Descubre que Ucrania fue víctima de la mayor masacre humana llevada a cabo contra una nación, contra un pueblo, en los tiempos modernos y, lo que es más grave, en tiempos de paz”, agregó.
Sostuvo que Ucrania fue siempre un país mirado con recelo por sus vecinos debido a sus características y particularidades geográficas y climáticas.
Se trata de “un pueblo muy pacífico, de los pueblos europeos, podemos decir que es uno de los únicos que nunca invadió a nadie. Fue, es y será el granero del mundo en un futuro muy próximo, con tierras extremadamente ricas, muy parecidas a las de las pampas húmedas argentinas o a las de las llanuras fértiles de los Estados Unidos”.
“La profundidad del humus fértil es de un promedio de dos metros cuando en Misiones alcanza apenas entre diez y doce centímetros. La calidad y la riqueza hicieron de Ucrania un país propenso a las constantes invasiones de las distintas potencias a lo largo de los siglos”, añadió.
Había un plan para tratar de quebrar el espíritu ucraniano. Y Iósif Stalin continuó la tarea que comenzó Lenin. De acuerdo a lo señalado por Boreski, en Ucrania “se consideraba oligarca a alguien que tenía cuatro o cinco hectáreas. Si bien las propiedades eran chicas, se mantenía en alto el espíritu del agricultor, del campesinado ucraniano, con la llama del nacionalismo, de la identidad, y que contaba con sus propias herramientas, su propio ganado, sus galpones. Eso estaba mal visto y en contra de lo que se proponía a través de la Revolución Bolchevique”.
Cuando Ucrania declaró su independencia, la Argentina fue uno de los primeros países del mundo en reconocerla, en 1921, “pero no duró mucho tiempo porque Trotski y Lenin le declararon la guerra, argumentando una serie de situaciones inexistentes, y terminaron invadiendo el territorio.
Lenin tenía como secretario y mano derecha a Stalin, que era de origen georgiano, que tenía claro que para que pudiera prender el sistema bolchevique comunista, había que doblegar primero el espíritu independentista y nacionalista ucranio, y luego, económicamente”, expresó.
Entre 1921 y 1923, se registró una hambruna, fruto de una sequía, que fue aprovechada por Lenin, y que le significó a Ucrania un millón y medio de muertos por hambre.
A partir de 1927, resolvieron que se iba a llevar una campaña para tratar de quebrar, de poner de rodillas y, en lo posible, hacer desaparecer todo el espíritu o la identidad ucraniana dentro de la Unión Soviética.
“Habían elaborado un plan meticuloso, que se ratifica con la salida a la luz con la apertura de los archivos de la ex KGB, que dejan a la vista la perversidad y la manera en que esto se estructuró, que no llevó días, sino varios años, al llegar al punto máximo, en los años 32-33, donde la política de hambre, de muerte, de doblegación de una nación, significó a Ucrania la desaparición y muerte por hambre de entre 8 y 14 millones de personas”, lamentó.
Quedó mucho dolor, mucho miedo. “No se pudo dar a conocer antes porque Stalin, que para nosotros es el mayor criminal de la historia de la humanidad, se ocupó de cubrirlo muy bien a fin que no trascienda. Este plan macabro fue llevado en tiempos de paz”.
Etnográgica y sociológicamente esta situación cambió a Ucrania y a sus habitantes para siempre porque significó la pérdida de un tercio de la población. Entre el fin del invierno y la primavera de 1933 morían 17 personas por minuto; mil personas por hora, 25 mil personas por día”, graficó. Y resaltó que el 50% de los muertos por el Holodomor fueron niños.
“Morir por hambre no lleva dos o tres minutos. Lleva meses. Durante todo ese período, la persona que lo padece es más que un mártir. Es algo indescriptible. El dolor que tenemos es inmenso. Para los que pudieron emigrar antes de que esto se produjera, es inconmensurable, y ni hablar de los que pudieron salir después de la Segunda Guerra Mundial”, recordó.
Lo absurdo fue que durante esos años, mientras los cadáveres se diseminaban por doquier, la Unión Soviética batió todos los récords de exportación de granos, que luego lo tradujo en maquinaria e industrias.
Boreski aseguró que la Comunidad Ucraniana está agradecida a la Argentina y, particularmente a Misiones, porque a través de la Resolución Nº 3544 de 2008 se permite que estos hechos se conozcan en las escuelas primarias, secundarias y terciarias de la tierra colorada porque “es la única forma de garantizar y de no olvidar que toda vida humana es sagrada, de inculcar el respeto por la vida, y que no vuelva a pasar Nunca Más en la historia de la humanidad, con ningún otro país, otra etnia, religión”.
HOLODOMOR: Ucrania Recuerda, el Mundo Reconoce!.
Sin alimentos en el granero del mundo
En el callejón del Museo Nacional “Monumento a las víctimas de Holodomor” se encuentra la escultura de una niña con espigas de trigo en sus manos conocida como la “Memoria amarga de la infancia”. En cada aniversario, colocan a sus pies, miles de velas encendidas y espigas de trigo. El aparato del Estado requisó cosechas y alimentos y cercó poblaciones enteras para que nadie pudiera salir, sentenciando a sus habitantes a una muerte segura. Algunos documentos hablan de niños con el vientre hinchado por la falta de alimento, familias enteras obligadas a alimentarse de hierba o cortezas de roble.