El panorama volvió a cambiar drásticamente en poco tiempo. El dólar, la macro y otros factores siguen tiñendo todo de crisis. Las medidas y alternativas que presenta el Gobierno nacional llegan tarde, si es que llegan, y sus efectos están lejos de ser los esperados.
La contextualización del escenario se vuelve imprescindible para la toma de decisiones y por eso PRIMERA EDICIÓN vuelve a recurrir a un profesional con experiencia: José Piñeiro Iñiguez, exvicepresidente del Citibank, máster en negocios en Harvard.
Semanas atrás explicaba que la escalada del dólar se debe, en buena medida, a la falta de confianza en el modelo, pero qué otros factores asisten al incremento que notamos estos días
A mayor emisión, a mayor excedente monetario, no importará el precio, es una cuestión de confianza, la gente siempre recurrirá al dólar porque le brinda mayores certezas que el modelo si es que existe tal cosa.
En este contexto el dólar nunca valdrá menos de 120 pesos, incluso podría superar los 150 pesos o más dependiendo de la performance de Argentina y su forma de retirar la cantidad de billetes cuando esta crisis empiece a madurar. La expansión de la economía, es decir el exceso de billetes que no vaya al mercado de bienes y servicios, invariablemente irá al dólar.
¿Cómo incide esto en otras áreas?
Es un disparador. El mercado de cambios en Argentina está en un valor de 67 pesos para un dólar importador/exportador; a 87 pesos el solidario, que es solamente para los que compran los 200 mensuales; y a partir de ahí es un dólar libre.
Cuánto tiempo puede durar la brecha de dólar importador/exportador en 67 pesos cuando el otro valga 140 o 150 pesos. Es inviable porque ningún exportador va a exportar y todos aquellos que tengan acceso a tener una importación van a importar y tratar de ponerse en la lista de espera para conseguir un dólar a 67 pesos.
En el medio de esto está la negociación de la deuda que aporta sus condicionantes.
Finalmente hubo novedades más allá de las que proponía el Gobierno…
No pasó ni más ni menos que lo que debía pasar merced a lo que fuimos advirtiendo en estos meses. Hubo a todas luces una mala presentación, una mala oferta para los bonistas. Para colmo fuera de término, sobre el día previo al vencimiento, de una manera arrogante y sin una conciliación con los bonistas. Se puso un plazo que no significaba nada más allá de la intención de llevarse por delante a los bonistas.
La respuesta lógica es la que hubo, no habría acuerdo. Hubo sí una contrapropuesta que era bastante más accesible para Argentina, pero por la forma en la que se manejó el país, seguramente el bonista haga un “delay” (retraso) lo máximo posible. Irá pidiendo cosas cada vez más marginales para tratar al Gobierno de la misma forma en que fueron tratados.
Víctima de su estrategia, el Gobierno está ahora en el terreno de los bonistas… ¿En qué puede decantar la reestructuración?
El que marca las condiciones y los tiempos es el bonista. Hoy Argentina no tiene chances de imponer nada. Todos los bonistas tienen los mismos derechos y obligaciones y hay que conciliar con al menos el 85% para poder renegociar la deuda.
Percibo que la negociación saldrá probablemente cerca del 22 de mayo, no hay un interés por parte de nadie de mandar a la Argentina al default, pero si el país se pone nuevamente en términos demasiado puristas y arrogantes irá al impago sin ninguna duda. De hecho hoy está en un default técnico.
Parece que el país no mide las consecuencias cuando hace las cosas, por eso sigue entrando en default cada tanto, pero siempre zafa.
Argentina sigue viviendo, tiene futuro y necesitará préstamos. Pero bajo estas condiciones habría que preguntarse qué mercado será accesible para el país en el futuro cuando su performance no ha sido buena y sí extremadamente informal.
¿Cuál es el problema de fondo?
Argentina navega los años de su vida sin plan, sin importar el color político. Con (Mauricio) Macri no tuvo plan y con (Alberto) Fernández es igual. Y el problema es que en esa navegaciones se van dando golpes de timón en base a la intuición, de lo que va pasando minuto a minuto, por conveniencia política o de cosas poco transparentes.
Si en este período el Gobierno se hubiera tomado el tiempo de mirar hacia atrás para ver qué pasó en los cuatro años anteriores, advertiría que en los dos últimos entraron 160 mil millones de dólares del exterior y que al mismo tiempo se fugaron unos 130 mil millones de dólares. A simple vista se puede inferir que la deuda financió fuga de capitales.
Entonces el no haber analizado profundamente cómo es el flujo financiero que entró y salió de Argentina fue una gran oportunidad no aprovechada por el Gobierno actual.
El incremento de deuda tiene que tener una contrapartida, el dinero que ingresó debió haber ido a obras y a dólares físicos, sin embargo hoy no tenemos ninguna de las dos. Lo que quedó es una salida de flujo de capitales. Esto debería analizarse, pero se patea hacia adelante mientras se va incrementando deuda.
Mientras tanto la macro sigue deteriorándose…
Ese es hoy el mayor problema de la Argentina, mucho más que el de la deuda. El origen de este problema hay que buscarlo hace año y medio, cuando todavía gobernaba Macri, y era su cuenta en dólares. Tenía que ajustar cuánto entraba y cuánto gastaba y tratar de refinanciar la deuda externa producto del incremento que tuvo en ese momento.
La cuenta en pesos era medianamente manejable. Tenía el problema de la deuda en bonos que había obtenido el Banco Central para financiar el tesoro, que si no era bien manejada derivaría en una crisis macroeconómica.
Con el correr del tiempo eso no se corrigió, el paso de (Federico) Sturzenegger y (Luis) Caputo por el Gobierno fue un terrible terremoto en la cuenta en pesos, con lo cual el problema empezó a migrar de dólares a pesos.
El actual Gobierno trasladó ese problema, no supo qué hacer con la macro. No tuvo un plan para administrar esos agujeros y se topó con otras dos crisis: la profundización de la pobreza y la pandemia. Para el primer drama expandió la economía para tratar de hacer andar la maquinaria productiva. Para el segundo optó por parar la economía.
Al no haber un plan para manejar los pesos comenzaron a tomarse medidas desarticuladas que llegaron mal en tiempo y forma. El problema se agudizó y el Gobierno tuvo que seguir expandiendo cada vez más.
Si proyectamos esta crisis hasta fines de junio la economía crecerá entre 2,5 a 3 billones de pesos. Esa expansión sin plan hará que la reabsorción de dinero más adelante se vuelva imposible. Ese es el gran enigma del futuro. Esa gran masa de dinero se irá por dos canales, inflación futura o tipo de cambio.
La expansión monetaria es necesaria, pero siempre a través de un plan riguroso y con el fin de retirar finalmente el dinero que queda.
Ya que citó a la inflación, ¿qué se puede esperar para lo que queda del año?
Vamos a transitar una segundo semestre con una inflación cercana de entre los 70 y 90 puntos. Eso de la mano de una caída del PBI que, medido en año, va a estar entre 9 y10%. Hablamos de números enormes que requieren de mucha ingeniería, algo que todavía no exhibió el Gobierno.
La caída del PBI será fenomenal y aún no sabemos cuándo se saldrá de este esquema tan rígido. Cuanto más se tarde, peor será.
El escenario habla de crisis y hay quienes incluso anticipan una hiperinflación… ¿Estamos generando las condiciones para ello?
Se llega ahí cuando las variables de las que hablamos se tornan incontrolables y se aceleran a velocidades extremas. Podríamos llegar a estar en esa fórmula, pero hoy no se ve claramente que esto suceda. Dependerá de cuánto tiempo se extienda la cuarentena, o la semicuarentena, y si entramos a la total una vez más.
El parate de la economía trae objetivamente consecuencias. Una es que tarde o temprano alguien tendrá que inyectar dinero y ese alguien es el Estado, de otra forma la economía quiebra. De hecho, a pesar de la inyección de dinero, habrá mucho de la economía quebrada.
Ese panorama trae una aceleración de la pobreza que podría derivar en estallidos sociales. La gente necesita de lo básico. En ese contexto la inflación se dispara a valores muy superiores hasta que se produce un crack y a partir de ahí arrancar de cero… pero siempre con un plan, algo de lo que claramente carece la actual gestión. Cuanto más caótico es el contexto más relevante es la necesidad de contar con un plan.
¿Serviría arreglar la deuda?
La situación económica de hoy ha migrado, por lo tanto la renegociación de la deuda es un requisito necesario, pero ya no suficiente. La macroeconomía se transformó en un elemento vital y su descontrol, en un problema serio. Los próximos meses serán teñidos por los desfasajes macroeconómicos derivados de los serios desajustes de estos meses y de la negligencia de seguir transitando el día a día sin un plan acorde a la situación.