Hay pasiones que el tiempo no apaga. Que llegan en la adolescencia y se guardan en algún rincón hasta tanto la vida se ocupe de desempolvarlas. Así fue con el pool en la historia de Leonardo Lucidi.
Al punto que, aún a costas de un gran esfuerzo, logró adquirir una mesa profesional de más de un siglo, lo que la hace una pieza única, instalada en un estar de su casa.
Doce años tenía Leonardo cuando conoció este deporte, en el que se inició con el billar golf, “que era chiquito, con honguitos, una mesa de 1,50 metros aproximadamente”, describió, y recordó que por entonces el pool ingresó a Argentina y copó las grandes salas, sobre todo de las confiterías, donde comúnmente se practicaba la modalidad carambola.
“Después del billar golf llegó el pool, que es más grande, con troneras, y lo jugué alrededor de una década, hasta que las obligaciones hicieron que pase a un segundo plano y, finalmente, desapareciera. Hasta ahora, cuando a los cincuenta años, como un hobby, vuelvo a las partidas”, dijo Lucidi.
Y con la posibilidad de ser parte de grandes campeonatos, llegó la necesidad de contar con una mesa en la que practicar. Lejos de buscar algo básico, Leonardo se lanzó a la aventura de montar una verdadera obra de arte. Una Brunswick Billiards, que con 170 años de innovación es la marca más famosa en billar, conocida en todo el mundo por su calidad y artesanía.
“Se trata de una mesa profesional, de nueve pies (la mayoría es de ocho), de medio match, de cedro y con entre 120 y 140 años de antigüedad; la baranda de las bandas es de madera de quina, ya en extinción, las bandas son nuevas, pero con el estilo de la época. La pizarra, lo más caro, es italiana, de piedra volcánica, extraída como el mármol, de tres planchas, cada una pesa alrededor de 170 kilos. Con lo que en total se acerca a una tonelada”, confió.
Pero esto no es todo, las troneras son de cuero natural, respetando la forma original, mientras que el paño, traído de España, es de una de las marcas más renombradas, Dorina, y las bolas Aramit llegaron a este rincón de la Ciudad de las Ruinas desde Bélgica, tal cual las que se utilizan en los mundiales, que pesan cinco gamos más que las que se ven comúnmente. Un gran trabajo de restauración llevado a cabo en Santa Fe, donde Leonardo encontró esta reliquia.
Grandes desafíos por delante
El próximo fin de semana encontrará a Leonardo y a su hijo de trece años, junto a dos misioneros más que completan el equipo, representando a la provincia en Chajarí, Entre Ríos, donde tendrá lugar el Open Oficial Bola 10, donde se inscribieron en la segunda categoría. Jugarán nueve mesas, de nueve pies, con bolas Súper Aramit y las grillas se sembrarán por ranking general actualizado, que se transmitirá en vivo por las redes sociales.
La emoción de esta posibilidad en Leonardo se hace visible en lágrimas que brotan a borbotones de sus ojos, es que “lo jugué de chiquito, hoy por hoy se ve por todos lados, tenemos Internet, pero en mi época, tengo 50 años, muy pocas veces salía por televisión y en esas escasas ocasiones lo disfruté, luego se puso de moda, fue furor en Argentina, fui parte de algunos torneos, pero nunca algo nacional, como en este caso”, apuntó.
E hizo hincapié en que es un juego que no tiene edad, “sólo basta tener ganas, hay gente con ochenta o noventa años que practica este deporte, es bueno para la mente, te mantiene activo, es como el ajedrez, tenés matemáticas, psicología, física, es muy completo; y es lindo tener todos los materiales con los que se juega a nivel nacional para practicar, sentirse ambientado, no es lo mismo prepararse en una mesa chica y pasar a una de nueve pies y de medio match, igual pasa con el paño, es imprescindible contar con uno de buena calidad”.
La historia del billar comienza con Louis XI y la aparición de mesas recubiertas de tela sobre las cuales se empujan bolas con palos curvos en la punta. A finales del siglo XIX, el billar está en su apogeo. Es popular tanto como un juego, como un espectáculo y la sala de billar es un lugar de reunión. Cada café de cada pueblo tiene sus billares, su equipo, su campeón. Y durante los años 70, emergen nuevos modos de juegos venidos del otro lado del canal de la Mancha. Billares con troneras, más lúdicos, menos técnicos, atraen a nuevos jugadores, como Leonardo, quien destacó que en Argentina se juegan tres modalidades, bola 8, bola 9 y bola 10.
Pero aún hay más, Chajarí no será el único destino que conocerá el equipo de pool de la tierra colorada. Semana Santa los encontrará en Comodoro Rivadavia, donde una vez más los cuatro representantes se presentarán impolutos, con un uniforme por demás elegante, pantalón de vestir y zapatos negros, y chomba blanca, para enfrentarse en la modalidad bola 9.
Misionero por opción
Leonardo se enamoró de esta accidentada provincia del noreste de Argentina, hogar de selvas y cascadas, hace alrededor de quince años, cuando llegó desde Buenos Aires atraído por la naturaleza y en busca de la paz que esta sabe dar y que la hace tan distinta a la capital del país.
En su tierra Leonardo trabajó mucho tiempo como “embellecedor de autos, como limpiador fino, preparaba vehículos en televisión, para tapas de revistas”, contó y mencionó que se desempeñó para Ferrari, unos siete años, también en Jaguar, Maserati y Toyota Argentina.
“Cuando se lanzaba un auto nuevo, me llamaban para que lo maquille, soy un esteticista de autos”, describió.
En Misiones, se instaló en Posadas, donde tuvo un lavadero de autos, reconocido por la indumentaria que utilizaba el personal, negocio que abandonó para instalarse en San Ignacio, a orillas del Yabebiry, decidido no sólo a representar a Misiones en tantos encuentros como le sean posibles, sino también a Jesús, porque cada uno de los integrantes del equipo, coincidentemente, es cristiano evangélico, “honramos a Dios en todo, por eso en nuestras remeras pusimos Jesús, además de la modalidad que vamos a jugar”, subrayó.
“Es largo el camino, pero dejaremos nuestra huella”, remató Leonardo Lucidi.