Tras los pasos del amor, Ángelo Rossi (55) vino desde Italia y regresa a su país, sólo de visita. Después de más de diez años de residir en la tierra colorada, aquí se siente cómodo. Si bien “extraño algunas cosas como el mar y la comida, me gusta la naturaleza y la tranquilidad que se respira en este lugar”, confió, mientras prepara las valijas para una nueva travesía.
Nació en Génova, donde trabajaba para una empresa como soldador naval, cuando, por Internet, conoció a Elida Báez, quien después de un tiempo se convertiría en su esposa. Castigado por el calor misionero, recordó que “era la época de la crisis. En el 2001 la empresa en la que trabajaba Élida como licenciada en estadística, atravesaba por una situación complicada. Luego cerró y se mudaba a Buenos Aires. Y si bien le habían ofrecido trabajo allá, ella no quiso trasladarse”. Rossi sugirió “que hiciéramos una tentativa”, y en el 2002, la mujer voló a Italia. Estuvieron en Europa hasta el 2006. “Mientras estábamos allá nació nuestro hijo, Nicholas (16) -el mayor, Cristopher es músico y reside en Holanda-. Vimos que las cosas acá comenzaron a marchar bastante bien, entonces decidimos volver. Cuando llegamos, el nene tenía tres años y medio. Nos reinventamos, me enamoré, me gusta la tierra, la naturaleza. Y me quedé”. Básicamente fue el amor el que lo trajo.
Fue el que hizo que el genovés cruzara los mares.
Una vez en suelo misionero, “intenté hacer un poco de herrería pero no es lo que yo buscaba. No es lo mismo trabajar en un barco, en una hélice, que hacer un portón. Y como me gustaba la carpintería, me dediqué hacer ese tipo de trabajos. Me fabriqué la máquina para hacer cortes, con computadora, y me dedico a eso (corte de placa, de letras, letra corpórea, dibujo)”.
La familia vivía en el centro de Posadas donde Rossi tenía su taller, y su esposa trabajaba en un conocido sanatorio. A ambos ese sitio le resultaba cómodo. Pero Élida enfermó y ya no quería estar en el departamento. Fue entonces que compramos el terreno en Garupá y el dueño de casa se puso a construir la casa que concluyó en cinco meses, sólo con ayuda de un joven que “me pasaba los ladrillos”. En ese espacio -me gusta el estilo moderno con espacios abiertos. Detesto los lugares cerrados- su esposa residió hasta su fallecimiento, hace poco más de dos años. “Era el lugar que ella eligió, y a mi me gusta mucho estar acá”, relató. “Extraño el mar y la comida pero después de permanecer en Italia por 20 días, quiero volver. Acá estoy tranquilo, hay mucha paz”, dijo, quien antes de conocer a Élida, nunca antes había pensado en emigrar a la Argentina. En los inicios vivieron un tiempo en la localidad de Puerto Rico, donde estaban radicados los padres de su mujer.
“Trabajaba todo el día y por la noche iba a aprender carpintería, de esta manera pudo hacer las puertas y ventanas de su casa”, dijo.
Insistió con que “me gusta la comida argentina, de Misiones, pero para mi gusto es poco variada. En general la base de la alimentación es la carne. Acá, si no tienen carne en la heladera, se desesperan. Nosotros ingerimos dos veces a la semana. Nuestra alimentación es a base de verduras. Mi hijo es vegetariano. Así que predominan las sopas y los fideos caseros que yo mismo amaso. Si no tengo carne, me da lo mismo. En Italia hay mucho pescado y verduras de distinta maneras. Extraño la variedad de frutas, quesos y jamones de todo tipo, y la nieve. Pero después de 20 días quiero volver a mi tranquilidad, allá viven estresados. Y eso es lo que no me aguanto más”.
El amor por la naturaleza la heredó de sus padres Tommasso Rossi (91) y Rita Dell’Unto (80), quienes continúan cultivando en una chacra “grandísima” que poseen en La Spezia -situada entre Génova y Pisa, bañada por el mar de Liguria-. Por eso también sabe mucho de plantas, aunque, modesto, señaló que “más o menos me arreglo, no tengo la experiencia de mi padre. Me crié en Génova pero los fines de semana los pasaba en medio de los viñedos. La chacra de mi papá es una en escalones. Cada escalón tiene su tira de viñedo y árboles frutales, y debajo planta verduras. Sigue trabajando con entusiasmo con la edad que tiene, y produce bastante vino”.
Génova es bastante grande, como dos veces la superficie de Posadas. “Pero ya me voy a quedar acá, sobre todo porque a mi hijo también le gusta esta vida. Tiene la suerte que una vez que se reciba -cursa en el Instituto Politécnico San Arnoldo Janssen- las puertas estarán abiertas porque tiene pasaporte europeo.
En su propiedad de Garupá crecen plantas de pera, manzana, naranja, limón, durazno, mandarina, olivo, eucaliptus, higo, caqui, palta, mango, maracuyá, banana, entre otras. Como es bastante el trabajo que surgió con la carpintería, el espacio delimitado para las plantas “está un poco abandonado. También tengo mandioca, porotos. La semilla que encuentro la pongo bajo tierra y sale una planta. Planto el tallo del ananá que comemos, y al año próximo año tengo una nueva fruta asegurada”, comentó. El año pasado le trajeron semillas de poroto, “hicimos una prueba y dos plantas nos dieron casi diez kilogramos de porotos. Ahora planté cerca de veinte plantas. Tengo porotos para todo el invierno para consumo propio. Lo mismo pasa con la mandioca”.
Hace unos seis meses un médico amigo sugirió a Rossi a que “me inscribiera en un plan mediante el que otorgaban un terreno, capacitación y semillas para hacerse la huerta familiar. Pensé en hacerlo para aprender algo, pero a veces no tengo tiempo para realizar todo lo que emprendí acá. Me dijo inscribirte ahora porque seguro que se va a acercar un montón de gente, y cuando paso por el lugar, está completamente vacío, no va nadie, no les interesa”.
Añadió que días atrás María, su compañera peruana, “encontró una rama de Santa Rita tirada, muerta, la colocó en la tierra y ya está empezando a brotar. Acá se escupe una semilla y sale una planta. En Italia quien tiene un pedacito de tierra planta de todo. Pero acá vienen y te piden. No tengo problemas en dar, pero plantate una planta. Hay gente que se dedica y planta, pero la mayoría que tiene un terreno, lo cubre de cemento para evitar limpiar o cortar el césped”, lamentó.
Rossi busca tener siempre “la mente en movimiento. Nunca estar estancado en lo mismo. Algo que veo acá es que aprenden a hacer una cosa y toda su vida siguen haciéndola. Y aveces aprenden con errores y siguen haciendo de la misma manera. No soy soberbio pero si hago algo con errores, veo donde están y al próximo paso los quito. Y si puedo agregar una novedad, lo hago”.