La vida de Rufino “Perkins” Diarte (77) fue un misterio para buena parte de los jardinenses, y su muerte, muy sentida. Apenas en el pueblo se supo sobre su deceso, las redes sociales estallaron en comentarios en torno a unas fotos de este personaje pintoresco publicadas en los últimos tiempos en la pagina “Jardín América del Ayer”. Con sus ropas raídas, en ocasiones con excesivo abrigo para los meses de verano, acostumbraba a revisar basureros y a deambular sin rumbo por distintos puntos de la ciudad, sobre el asfalto y el empedrado caliente, que parecían derretir sus descalzos pies. Sólo algún cigarrillo y una cajita de vino, cedida por algún vecino o comprada con las monedas que le daban, podía detener su “alocada” carrera hacia ninguna parte. Siempre solitario, sin molestar a nadie, aveces esbozando una sonrisa, “Perkins” formaba parte del paisaje.
Meses atrás, un sobrino político logró sacarlo de las calles y pudo brindarle techo y comida, pero el miércoles la muerte sorprendió a uno de los personajes más queridos del pueblo. Muchas historias se tejieron en torno a su vida pero son pocos los que realmente tienen en claro los motivos que lo llevaron a convertirse en un eterno caminante. Algunos dicen que se recibió de maestro mayor de obras y que llegó a levantar varias viviendas; otros, que de joven leyó la magia negra, lo que hizo que sufriera un trastorno del que jamás se recuperó. Lo cierto es que hoy “Perkins” ya no está entre los jardinenses, que comienzan a extrañarlo.
Tu andar peregrino ya no será el paisaje
de este pueblo que te adoptó.
Hoy partiste a un rumbo nuevo,
Se va a extrañar tu vozarrón.
Las colillas y bolsitas acompañaban tus pasos
Pies descalzos, agrietados denotaban tu dolor.
Son cuantiosas las historias, en torno a tu mundo y desazón
Más decían las señoras de los años de fundación,
Que eras un joven muy buen mozo y la magia negra te raptó.
No sabremos los motivos más no importan ya pasó
Hoy dejaste una huella, nuestro pueblo te perdió
Siempre tímido pero amable recorriste el corazón
De mis calles, diagonales, ¡Perkins vive, humilde Gladiador!
Poema de Pauli Pisak