Como sucede en la vida misma. Roberto Edgar -Roberto Pascual Rodas (42)- estuvo en la cúspide y disfrutó al máximo del éxito de su carrera como referente de la movida tropical y, al mismo tiempo, afrontó situaciones muy difíciles como la pérdida de familiares muy cercanos que lo dejaron devastado. Pero pudo levantarse y seguir adelante. Por estos días se define como un hombre “muy feliz. Estoy pasando por el mejor momento de mi vida”, admitió, quien en pocos días pasará por el altar de la mano de Yenifer Claudia Seiler, su compañera desde hace diez años y madre de su hijo Edgar Alex Rodas (5).
“Como todo ser humano pasé por momentos buenos, malos, y hay cosas que te marcan, que te quedan en el alma. Me refiero a cosas fuertes como lo es la pérdida de familiares en un accidente de tránsito donde murieron cinco personas, entre las que estaba mi mamá, Hilaria Barrios; su pareja, Ramón Sanabria; mi productor Roberto Fontana, que fue el que me descubrió; su prima, y su hermana. Cuando te llega de repente, te toma de sorpresa y quedas descolocado”, señaló, al referirse al hecho ocurrido en 1999 sobre la ruta 2, a la altura Coronel Vidal, 60 kilómetros antes de llegar a Mar del Plata. “Mi mamá era todo para mí, y Fontana, quien me descubrió. Era mi padre artístico. Quedé devastado. Tomé la decisión de quitarme la vida. Pero miraba a mi alrededor y estaban mis hermanos Micaela y Joaquín Sanabria que tenían 4 y 7 años y me preguntaba cómo iban a seguir ellos. Mamá siempre tuvo esperanzas en mí, en muchas cosas, en poder dar el ejemplo, en ayudarlos, porque venimos de una familia humilde y yo no quería que nadie trabajara”, continuó.
A los seis meses que su madre partiera, su hermano Edgar Alejandro Rodas (15), también pereció en un accidente automovilístico frente al hospital de Puerto Iguazú, de donde es oriunda la familia, ahora compuesta por Noelia, Lorena, Andrea, Roberto, Micaela y Joaquín. Esa noticia lo terminó de derribar cuando tenía apenas 24 años. “No quería vivir más, nada tenía sentido. Estando en mi departamento de la avenida Cabildo, de Buenos Aires, giro el picaporte para subirme al piso 12 y tirarme al vacío. Dije ¿qué hago?”. Volvió sobre sus pasos, se arrodilló y comenzó a orar, a pedir a Dios fuerzas.
“Era el peor momento de mi vida, sin embargo volví a cargar esas pilas que estaban en cero. Gracias a Dios no fue lo que había imaginado”, recordó, quien comenzó su carrera a los 15 años. Integraba una banda de su Puerto Iguazú natal con músicos que eran tíos suyos, que cantaban en los barrios, en los clubes. El que lo introdujo en el ambiente fue Pedro Barrios. “Un día él volvía de trabajar y yo, con 8 años, jugaba con mis hermanos y unos amigos, en Villa Tacuara. Escuchó que tarareaba una canción y me preguntó ¿querés cantar hoy con nosotros?.
Lo miré y le dije que sí. Bueno, hoy tenemos ensayo, decile a tu mamá que te bañe, te cambie y venís. Entré a la sala de ensayo y creo que ahí empezó mi carrera musical. Pasé la prueba, les gustó y salía de gira con ellos”, manifestó. Por ese entonces su mamá, Hilaria Barrios -que crió a sus primeros hijos prácticamente sola por problemas de salud del padre de los chicos-, viajaba con frecuencia a Buenos Aires para buscar productos y ropas para la reventa.
En uno de esos viajes, comentó a su ahijada Patricia, “tengo un hijo que canta” a lo que la mujer le respondió que lo trajera a la gran urbe. Ayudaba a su tío Miguel Barrios en una pastelería y cursaba el segundo año en el Bachitur, con orientación turística, porque quería ser guía de turismo, cuando su mamá le ordenó que viajara. “Fue una sorpresa. Quizás si me llamaba otra persona no iba a pasar lo mismo, pero era mi mamá. Me costó.
No había hecho más de 300 kilómetros que era cuando venía a Posadas. Tomé la decisión, me pagaron el pasaje y me largué con lo puesto. Siempre digo que llegué a Buenos Aires con una mochila cargada de sueños, y cuando llego me encuentro con esa ciudad enorme que para mi era Miami, Nueva York”, confió. Apenas bajó del micro, Patricia lo invitó al casting de “Pasión de sábado” y “le dije no. Me da vergüenza, creo que no estoy preparado para un casting de ese tipo. Lo veía como algo muy difícil. Me insistía y yo pedía tiempo mientras tomaba coraje. Pasaron dos semanas y me dije, tenemos que hacer algo, viniste para esto así que tenemos que arrancar”. Finalmente se presentó al casting. Había dos cuadras de fila y Roberto Edgar era el último.
Cuando llegó su turno, después de cinco horas de espera, lo atendió Luis Alvalegra y dijo: “Necesitamos un demo para que te escuche Fontana, que era el productor, porque el trabajo de ellos era rescatar el material y decir cual iba y cual no. Le digo que no tengo nada grabado. La banda está en Misiones. Apenas vine yo, que vengan todos será muy difícil. Sacó una tarjeta y me indicó que en ese estudio podría grabar dos temas. Tenía que pagar unos cuatro mil pesos por cada uno, no tenía un peso, no trabajaba, y salí llorando. Patricia me dijo, no te preocupes, vamos a conseguir el dinero.
Le digo, me vuelvo a Misiones, esto es muy difícil, imposible”. Esta misma historia la contó al presidente del Directorio del IPLyC SE, Héctor Rojas Decut cuando propuso realizar “Nuestros Talentos”. “Viví esta experiencia en Buenos Aires, y creo que muchos misioneros están pasando por similar situación en distintos rincones de Misiones. Le dije que para los artistas era fundamental tener un material, un disco, para poder presentar a la Secretaría de Cultura, al intendente, a las autoridades de algún festival. Lo ideal sería grabar un CD y hacer un video clip, que hoy es fundamental para las redes sociales. Así nació el programa porque a él le encantó la idea”, resumió.
Las cosas se fueron dando
Patricia consiguió efectivo, grabaron los dos temas y se presentó al casting, sobre el escenario de calle Directorio, en Flores, por donde había pasado Pablo Ruiz, Daniel Cardozo, Rodrigo, que también empezaron de esa manera. “Y si eso no pasaba estaría en la pastelería o guiando a turistas.
Era un pub donde la gente cantaba, era como una academia, al público lo conformábamos los mismos músicos que mirábamos y después subíamos a tocar. Estuve ahí dos o tres meses y ahí formé Volcán”, rememoró. Cuando bajó del escenario, un colaborador le entregó una tarjeta y le susurró que a Fontana le había gustado. “Reunís las condiciones de lo que estamos buscando.
Queremos hacer un grupo tipo Menudo/Tremendo pero necesitamos elegir más chicos para la banda. Vas a hacer el cantante”, fue tajante en el anuncio. Luego, “me junté con Fontana en la oficina, quería saber de mi familia. Me empezó a ayudar económicamente porque proyectaba grabar un CD. Tenes que decir a tu mamá que vamos a firmar un contrato por diez años. Hicimos dos discos de música pop. Nos sirvió, no fue un éxito, pero acumulamos experiencia. En el tercer disco, dos años después, Fontana dijo que era hora de cantar música tropical. Ya había salido Comanche, y yo lo había visto en Susana. Me identificaba con ellos. Fontana me decía, estos chicos son como vos, dejemos la pop y hagamos cumbia. Y yo dudaba”, añadió.
Se decidió. Y “gracias a Dios” en el primer disco tropical llegó Esa Malvada, que trajo Roberto Ricci. “Creo que todavía me faltan un par de abrazos más con el para seguir agradeciéndole, porque también formó parte de mi historia. Grabamos y fueron diez temas en ese CD tropical que se llamó ‘Te sigo queriendo’. Esa Malvada no estaba visto por nosotros como un tema principal, a medida que fuimos haciendo nos dimos cuenta que se trataba de un éxito. Sábado tras sábado la gente lo fue consagrando”.
Para Roberto Edgar, todo pasó muy de repente. Llegaron a hacer hasta nueve shows por noche. “Empezó a cambiar el ritmo de vida, me confundía, me mareaba, porque de golpe me encontré con plata, con fama, llegaba a la oficina y preguntaba en qué revista no había salido. Me dijeron que habían llamado desde Puerto Rico, pensé que era de Misiones, pero era Centroamérica. Era para editar un CD de la cadena Wapa, que es una de las más importantes. No tenía nada. Había salido de Iguazú y ya viajar con un proyecto para editar un CD en Centroamérica, era demasiado”. Era la jurisdicción de Luis Miguel, Daddy Yankee, Ricky Martin, y la idea era hacer Miami, Puerto Rico, con gira promocional. “Tenía 17 y me tenía que emancipar para poder viajar al exterior. Fue una experiencia terrible”. De regreso, empezaron las presentaciones en lugares como Mar del Plata, donde antes no entraba la cumbia, “porque había un prejuicio. Si hacías cumbia eras villero.
Pensaba en lo que iban a decir mis amigos. Pero todo se transformó en algo muy lindo, me sentía muy bien, tenía chicas, fama, plata, y pensaba que iba a ser eterno, que sería el número uno siempre porque los títulos de las pantallas daban cuenta de los número uno de la movida tropical”.
Se sentó a almorzar a la mesa de Mirtha Legrand en cuatro oportunidades. Estuvo con Tinelli, Gasalla, Mateyko, Graciela Alfano, y en la “Movida del Verano”, donde compartió escenario con Los Pericos. Aseguró que del 96 al 99 “todo fue espectacular”. Llegaron a contratar una avioneta para hacer tres provincias en una noche. “Gané mucha plata, y malgasté también. Era chico y me daban consejos, que no escuchaba. Si me dicen que vuelva atrás y cambiara algo de las cosas que viví, quizás no, pero sí en cuidar más lo que tenía”, analizó.
El momento más terrible
Estaba por dar un show en Chacabuco. Antes de subir al escenario, su representante ya sabía sobre la tragedia en la que estaba envuelta Hilaria pero en lugar de avisar “prefirió que cante para poder cobrar. Priorizó el dinero a mis sentimientos”. La banda tenía un motorhome que viajaba a 80 kilómetros y él quería llegar a Buenos Aires lo antes posible. Estaba a 280 kilómetros. Por el susto, el impulso, corrió por las calles del pueblo, llorando, desesperado, y se subió a un remís con otras tres personas. “Cuando llegamos, agarro mi auto y viajo a Mar del Plata. Llegué cerca del mediodía, ya no había nada en la ruta. Fui para ver el lugar porque el cuerpo ya estaba viajando hacia Buenos Aires. Me quede en el velorio de Fontana, mientras que a mamá y a su marido lo llevaban hacia Iguazú por tierra. Me tomé un avión y llegue a mi pueblo a despedir a mamá que fue lo más triste.
Pasaron 22 años y es algo que queda marcado. Uno aprende a vivir con el dolor. Pero no te podés olvidar”, comentó, mientras la voz se entrecortaba. Asumió que fueron cinco años de mucha presión.
“Me costó horrores salir, sentía que estaba muerto en vida. Miraba a mis hermanos y trataba de tomar coraje. Jamas pensé que podía sufrir tanto. Recién después de cinco años comencé a ver la luz. Desperté del mal sueño y empecé a ver de otra manera”, alegó.
En ese tiempo se compró una limusina, una isla de edición, y se puso un bar pegado a P&P Endemol que se llamaba “Palermo City”, en Ravignani 1466. Conoció a Diego Maradona, en 1997, en Sky Ranch, frente de aeroparque. Estaba cenando y Leo, el gerente, “me tocó el hombro y me dijo Roberto podes venir que quiero presentarte a una persona. Lo miro y pienso, este tipo no se da cuenta que me saca del medio de la cena para saludar a alguien o tomarme una foto. Tenía todo el ego encima y no me gustó. Me levanto, camino y camino, llego a una ronda y cuando se abre, estaba Diego. Lo miro y me temblaban las piernas. Y lo abrazo y le miro los pies, la cara. Me dijo sabes que mis nenas me tienen loco con el pasito y con el CD, tenes que darme uno. Te voy a dar el numero de Claudia, llamala porque viene el cumpleaños de Yanina y tenés que ir a cantar a la quinta de Moreno. Me anotó el número de la casa en un papel de cigarrillos. Llamé a Claudia, arreglamos, fui a cantar”, describió.
Un día sonó el teléfono y Santiago Zambonini preguntó a Roberto si alquilaba la limusina. “Le digo que no, pero insistió y me dijo que era para Charly García. Son tres días para hacer Gesell Rock, Necochea y Mar del Plata. Si es para él, es gratis, le contesté. No veía la hora que llegue ese día. Lo busco a Charly y nos fuimos a esa gira. Siguió contratando mi limusina por seis años. Muchos no lo querían llevar porque él no tenía horarios y todos los dueños lo tomaban como trabajo, y yo lo tenía como un auto más”. Luego el manager le confió que necesitaba una 4×4 para ir a la quinta de “Palito” Ortega, en Luján. “Llamé a una amiga que me prestó y fuimos. Nos atiende Palito. Estaba Iván Noble con Julieta Ortega embarazada, Evangelina, Ruth de MTV, Zamborini. Ese fue el primer encuentro de Charly con Palito y yo fui testigo. Palito hizo el asado. Esto no me lo cree nadie, me decía”, narró, extasiado por la experiencia.
Después sintió que no tenía nada que hacer en Buenos Aires y que tenía que volver a Misiones. Aquí volvió a revivir su infancia, a dormir la siesta, a estar más cerca de la gente. Vendió todo, abrió un boliche en Iguazú e inició su exitoso programa TV Música, en Canal 12. Se transformó en un programa popular por las bandas que convocó como La Nueva Luna, Damas Gratis, Nene Malo, Pablo Lezcano. “Eran filas y filas alrededor, desde temprano, bajo la lluvia. Eso me quedó en el corazón, en la mente. Ya hace diez años. La gente de Misiones me dio una oportunidad, me abrió las puertas para poder hacer lo que sé, aprendí a hacer tele acá, aunque conduje con Beatríz Salomón “Salsa con ritmo”.
Por insistencia de Agustín Almirón, hace tres años volvió con “Volcán” pero con un ritmo mucho más tranquilo y disfrutando de cada momento. A su manera era feliz y “me gustaba la vida que llevaba.
Pero conoció a Yenifer, que es oriunda de Puerto Esperanza. Y cuando nació mi hijo, me cambió la vida. Un amigo me dijo no quiero que te pierdas el crecimiento de tu hijo, es una de las cosas más maravillosas de la vida. Eso me quedó grabado. Está bueno tomar conciencia de eso. Hoy el tesoro más valioso que tengo es mi familia”, acotó con los ojos brillosos.
Un tío lo invitó “a reuniones de células de una iglesia cristiana. Lo tenía como algo raro y muy lejos, pero me gustó. Y fui conociendo. Hoy somos cristianos y empecé a cambiar mi vida, a sentir paz en mi corazón, equilibrio. Por eso digo que estoy pasando por el mejor momento. Lo de Volcán, las giras, la plata, Miami, muy lindo. Pero esto es puro, real. Y no porque tenga más o menos plata. Teniendo mucho menos, la paz en el corazón es increíble”, confesó.