En los ocho años que practica canotaje adaptado, “Coca” Penel tuvo asistencia casi perfecta. Sólo faltó a una clase por cuestiones derivadas del Síndrome Cerebeloso Idiopático que padece desde hace 20 años. Es que para ella los miércoles son “un día de fiesta” porque estar al aire libre, disfrutando del agua, del sol y de la buena compañía, convierte a la jornada en algo “perfecto”.
Tenía dos cargos como docente de música y por la noche cursaba una tecnicatura “cuando comencé con ésta apariencia. No se sabe qué es. Todos mis estudios dan bien pero cuando van al cuadro clínico y comienzan a hacerme pruebas, los neurólogos quedan sorprendidísimos. Se le dice Síndrome Cerebeloso Idiopático. Miran mis estudios y al verme, dicen que estoy excelente”, explicó la mujer, nacida en Buenos Aires pero residente en Misiones hace 48 años.
La cuestión de fondo es la falta de equilibrio. Recorrió Asunción, Buenos Aires, pero “no pude lograr un diagnóstico. Lo determinaron como algo crónico, pero en mí sucede lo contrario. Crónico quiere decir que irá avanzando, empeorando, y yo fui mejorando. Creo que ahora estoy en una meseta, estimo que por la cantidad de años transcurridos y por la edad que tengo. La cuestión es que en un momento decidí dejar la medicina convencional y comencé con medicinas alternativas. Empecé con un médico biólogo, estuve ocho años, después pasé a un médico naturista con el que me trato hace diez años, y es el que me fue guiando”, comentó mientras, sentada en su silla de ruedas, esperaba la llegada del profesor Sergio Balatorre.
Los primeros ocho años dependía de otra persona para efectuar cualquier tipo de movimiento. Fue su amiga, la Dra. Alicia Durando, quien le recomendó la práctica de canotaje. “Nos fuimos conociendo a partir de una terapia alternativa que ella lleva a cabo y me buscó un lugar en esta actividad porque, en aquel momento, hace ocho años, los asistentes eran todos chicos”, manifestó.
El entrenamiento se había suspendido por un tiempo y cuando “me enteré que se retomó, regresé. Y acá estamos, disfrutando, porque para mí es el día de fiesta. El sol, el agua. Los días de mucha corriente no puedo remar porque pierdo estabilidad enseguida. Cuando veo que no puedo hacerlo, vuelvo. Pero me voy contenta, satisfecha. Es un solo día por semana, lastimosamente”.
Arrancan a las 16 y se quedan hasta las 18. El móvil de la Municipalidad de Posadas la pasa a buscar -también a otros participantes en su condición-, los trae y los lleva. Una vez en la zona del exbalneario El Brete, la ayudan a colocarse el chaleco salvavidas, a acomodarse en la piragua, y a salir a remar, custodiada por Balatorre. “Pasamos una tarde muy linda. Compartimos unas charlas instructivas, nos retroalimentamos, porque en esos momentos nos vamos al fondo de las cuestiones y pasamos muy lindo. Físicamente me hace muy bien. Es tremendo, no siento dolores salvo uno pequeño en la espalda que, durante los días de canotaje, lo mejoro enormemente”, expresó, al tiempo que puso de manifiesto el acompañamiento diario de “Nati”, que es quien “me cuida hace quince años”.
“Esto es perfecto. Acá no hay nada en contra. Este año somos pocos y yo era la única mayor entre tantos chicos. Nunca estuve en un ambiente tan sano, tan limpio, con compañeros tan alegres. Es hermoso venir a compartir con ellos. Esto es maravilloso”, celebró. Destacó la posibilidad de asistir a esta actividad porque “ir a un gimnasio con pileta me significa movilidad, más el costo de la cuota, más una persona que me lleve y me ayude, y para mí significa un presupuesto enorme. Creo que si lo pudiera hacer, estaría muchísimo mejor porque es increíble como el agua te mantiene”.
“Tratamos de aprovechar al máximo esto mientras se pueda”, reflexionó “Coca”, entusiasmada con el proyecto que le cambió la vida.
“Si no me avisaban, no me enteraba de la existencia de esta actividad, pero Dios quiera que mucha gente pueda enterarse y aprovechar este espacio porque es maravilloso.
Cuando remo la sensación es de alegría, me siento más grande, más inmensa, más satisfecha, contenta me voy. Cuando salgo a remar los chicos están todos en la orilla haciendo fuerza para que pueda remar bien”, contó, mientras extendía sus brazos como tratando de dar una dimensión a esta vivencia. Un capítulo aparte merecen los profesores “que me acompañan en todo momento, que nos van corrigiendo la postura, la respiración, que nos están controlando todo el tiempo. Digo que esos chicos (por los profesores) son ángeles que se nos cruzaron porque no cualquiera hace esto”.
Recordó que el primer día el grupo fue hasta la laguna que se encuentra cerca el Centro de Convenciones. “Éramos muchos y yo era la única persona grande. Pero fue emocionante porque yo misma me preguntaba ¿cómo estoy acá haciendo esto? Fue muy lindo. Después nos cambiamos a El Brete, y nos quedamos acá. Mi asistencia es casi perfecta. Hasta ahora y por problemas personales, falté una sola vez. En lo posible, mientras haya sol, acá estaremos”, aseguró, mientras los rayos que tanto requiere, reflejan en las aguas del Paraná y dan a su rostro un aspecto luminoso.
“Quiero destacar la labor de los profesores. Es interesante la manera en que nos integran, con ellos y entre nosotros, es un trabajo que no todos logran. Para mí es un privilegio ser parte del equipo. Me siento halagadísima”, añadió “Coca”, mientras trataba de dar el primer impulso por medio de la pala en el inicio de una nueva travesía.
“Vine a enseñar, terminé aprendiendo”
Para Sergio Balatorre, profesor de la Escuela Municipal de Canotaje (comunitario y adaptado), la experiencia “es hermosa”. Admitió que cuando le propusieron llevar adelante el proyecto, “pensé en venir a enseñar y terminé aprendiendo. Se aprende muchísimo todo los días de sus lecciones de vida, de su esfuerzo, de las cosas que muchas veces uno se queja y en realidad se da cuenta que tiene todo servido para ser pleno, ser feliz. Uno va aprendiendo. Es una retroalimentación constante”.
Dijo que sería ideal ampliar el horario a dos veces a la semana pero para eso hay que aumentar presupuesto e implementar acciones. Es por eso que “estamos concursando para el presupuesto participativo de la Municipalidad para tener un lugar más adecuado, que sirva de refugio del sol en el verano y del viento y el frío, en el invierno, y para tener más acceso a los botes”. Se elaboró un proyecto “que estaremos presentando para concursar. La cantidad de botes es la adecuada pero no tenemos un lugar donde guardarlos y no tenemos lugar para estar en la playa al resguardo del sol, del calor, del viento y del frío”, reiteró.
Confió que en esta primera etapa son ocho los participantes y que en canotaje adaptado “se tiene que trabajar con una relación profesor-alumno muy baja, prácticamente dos alumnos y un profesor. Es casi personalizado porque el profe tiene que navegar con los chicos. Podemos aceptar alumnos, depende de la cantidad de profesores que tengamos”.
Indicó que la evolución de “Coca” es “excelente porque esa fue su filosofía de hacer canotaje adaptado. Es un lugar donde al no depender de las piernas, de la motricidad habitual en tierra, en el agua dependen de la motricidad de los brazos, entonces se amplía la posibilidad de hacer actividad física. Y el componente: ambiente natural, río, sol, playa, es sumamente importante para el aspecto anímico-emocional”.
La Escuela de Canotaje Adaptado se creó en 2011. En los inicios estuvo a su cargo, luego dirigida por Adrián Palamarczuk, y desde 2016 nuevamente Balatorre tomó las riendas.
Sostuvo que para los docentes es también una experiencia enriquecedora. “Siempre invito a las personas que sufren angustia por cuestiones mundanas, cotidianas, a que vengan a compartir una jornada con los chicos de canotaje adaptado y van a valorar lo que tienen”, subrayó.