Los jubilados, esa franja de población argentina que todos reivindican en campaña y pocos en la práctica, vuelve a sucumbir ante el verso del “cambio” y las constantes exhortaciones al optimismo.
El acuerdo de precios, último manotazo de ahogado del Gobierno nacional, deja a la deriva a todos los argentinos, pero más aún a los jubilados porque ya con los precios viejos no alcanzaban a cubrir la canasta básica. Trabajar toda la vida para llegar a viejo y vivir casi miserablemente no puede ser la realidad a estas alturas. El Gobierno los utilizó para hacer campaña y los abandonó antes y ahora, cuando más señales necesitaban los adultos mayores.
En un informe reciente la Defensoría de la Tercera Edad puso énfasis en un drama que vemos todos a diario. Y es que para cubrir sus necesidades los pasivos necesitan de un ingreso superior a los 30 mil pesos, una cifra que deja muy detrás a los que perciben la jubilación mínima de 10.400 pesos.
La denominada Canasta Básica del Jubilado, que además de alimentos incluye medicación, impuestos y servicios, productos de higiene y limpieza, transporte, vestimenta, gastos de vivienda y recreación se vuelve totalmente inaccesible para quienes toda su vida apostaron por el país y dejaron de lado la especulación de refugiarse, por ejemplo, en los dólares.
Hoy los jubilados y pensionados que perciben una remuneración mínima de 10.400 pesos “son alrededor de 2.500.000, quienes apenas alcanzan a cubrir un 30% de las necesidades básicas que deberían garantizar su vida digna”, advirtió la defensoría en su reciente análisis.
El poder de compra que ya el año pasado fue de 25% inferior al que tenían en julio de 2017, antes de la reforma previsional, palidece hoy ante las góndolas y los costos que reciben mes a mes en las facturas por servicios públicos. Y lo más triste que es la mayoría resigna hasta una comida diaria para no dejar de pagar impuestos.
A todos los argentinos en general, y a ellos en particular, es que el Presidente invita a “seguir remándola sin llorar”.