El miércoles se conoció la noticia de una jubilada que intentó suicidarse porque según sus propias declaraciones, “no le alcanzaba para comer” y mucho menos para pagar sus medicamentos. Lo particular de este hecho es que se dio apenas unas horas antes de que el Gobierno anunciara un nuevo plan para hacerle frente a la crisis. Sin embargo, esa mujer ya se sentía sin fuerzas para “seguir aguantando”. Pese a los pedidos del Presidente y sus ministros, ella estaba dispuesta a tomar la más drástica de las decisiones.
A poco más de seis meses para que se desarrollen las elecciones, el Gobierno nacional salió a ponerle el pecho a la campaña. Con imagen negativa récord y una gestión sumida en la desconfianza general, el presidente Mauricio Macri lanzó un paquete de medidas que parecieran ser diagramadas por el propio exsecretario de Comercio kirchnerista, Guillermo Moreno, y que con tanto énfasis el líder del Ejecutivo había prometido cambiar.
Simplemente “un pacto de caballeros” para llegar a octubre. Congelamiento de 60 productos de la canasta básica, suspender futuros aumentos de los servicios y un nuevo programa de créditos por parte de la Administración Nacional de Seguridad Social, son los lineamientos principales de este plan que busca ponerle un torniquete a una economía que se desangra desde hace tiempo.
¿Representa una solución?, a simple vista se podría decir que sí, pero dentro del contexto económico, el Estado pareciera haber llegado otra vez tarde… muy tarde.
Si analizamos la gestión en números económicos, es pertinente resaltar que la economía lleva casi un año en recesión. La pobreza alcanzó 32% a finales del 2018 y la inflación ya lleva 11,8% en los primeros tres meses del año. Hoy, según el Instituto Provincial de Estadística y Censos (IPEC), en Misiones se necesitan 32.600 pesos para no ser pobre y 12.400 pesos para poder alimentarse. Por los próximos seis meses, este número no debería sufrir grandes variaciones. Esa es ahora, la gran apuesta.
Los principales aumentos ya se dieron, los incrementos de la luz, el gas y las prepagas, llegaron en febrero. Sumado a esto, no nos debemos olvidar del tarifazo en los combustibles y de nuestra moneda que siguió devaluándose frente al dólar. Este último punto es clave, porque si bien hoy parece estar por momentos estabilizado, la suba ya trajo sus consecuencias y el freno parece ser absolutamente momentáneo y una nueva corrida implicaría otra suba en los precios.
Durante todos estos años la clase obrera y sobre todo los jubilados fueron los soldados al frente de la batalla macroeconómica que el Gobierno dice siempre estar peleando. El costo de esta lucha lo vienen pagando las miles de personas que no llegan a cubrir sus necesidades básicas y las familias que dibujan, ajustan y recortan para que cierren los números. Ahora a mitad de un año electoral, el Gobierno cambia el plan y mediante parches busca dar respuesta a los reclamos de ese sector.
Desde el minuto uno de su mandato, el Presidente se encargó de dejar en claro que no creía en los acuerdos de precios y mucho menos en el control. El libre mercado fue desde el inicio el eje con el cual el gobierno de Cambiemos apostaba a la baja de precios. De hecho, la apertura de las importaciones se sustentaba en la estrategia de la Casa Rosada de generar una competencia con los productos importados para morigerar los precios locales. Algo que a la luz de tener casi 200% de inflación acumulada en la gestión Macri, claramente no funcionó.
El bolsillo no miente y la heladera lo recuerda todos los días, cada vez alcanza para menos y la caída del índice de consumo refleja esa realidad. Optar por segundas marcas, dejar de comprar lo que no es necesario, créditos en los supermercados y productos derivados que no son en realidad lo que parecen ser, fueron las opciones encontradas por muchas familias para paliar la situación.
En este contexto, el Gobierno, que en palabras del propio Macri, hace algunas semanas volvía a reconocer que “estaban haciendo lo que hay que hacer” y volvía a pedir que “la gente la reme sin llorar tanto”, ahora pegó un giro de timón, evidenciando que el rumbo se puede modificar aunque no queda para nada claro cuál es el destino final.
Cuando las urnas se hacen escuchar
Algo encendió la alarma, resta saber si los números -que ellos mismos miden- fueron un baldazo de realidad o si la performance de sus candidatos en las elecciones que ya se desarrollaron fueron un aviso de lo que puede pasar en octubre. Una gran derrota en manos de la oposición.
Hace una semana, Entre Ríos le dio el sexto golpe al oficialismo. El peronista Gustavo Bordet le sacó más de 20 puntos de diferencia a Atilio Benedetti y si bien fueron elecciones Primarias, desde Casa Rosada estaban esperanzados en realizar una buena elección ya que esa provincia es un distrito clave, por lo que representa política y económicamente. Además, si vamos al contexto general, Cambiemos ya había perdido en las PASO de Chubut. San Juan y en las elecciones de Neuquén y Río Negro.
Paradójicamente, cuando los errores propios de Cambiemos vuelven a poner a la oposición -y a Cristina Fernández, quien lidera la intención de votos, según los principales encuestadores- en la carrera para volver a la Casa Rosada; Macri decide apelar a medidas que van contra sus convicciones más profundas, pero que en este momento necesita e imagina, le darán a los argentinos el respiro necesario para que en el cuarto oscuro piensen más en la política y no tanto en la marcha de una economía, que al cabo de cuatro años de gestión, mostrara números extremadamente negativos.
Con estas medidas el Gobierno observa el consumo familiar como una llave para lograr la reactivación de la economía en un contexto de gran inflación, siendo apenas un paliativo que difícilmente provoque una expansión de la actividad económica. Y aunque se apure en aclarar que estas medidas son “transitorias” y que nada tienen que ver con las que aplicaba el kirchnerismo; es inevitable hacer una comparación y advertir que el “Plan Octubre” de emergencia electoral que lanzaron Macri y su equipo se sustenta en los mismos principios de la economía K.
En política seis meses es mucho tiempo y en un año electoral puede llegar a ser mucho más. Ante la incertidumbre de lo que pueda pasar en las urnas, el interrogante que hoy debe preocupar es ¿Qué pasará después de octubre?
Por Sergio Dalmau