“No le temo a la cosecha porque sé lo que sembré” se repite a diario Marcela Molina, la docente que eligió derramar toda su vocación de servicio en el Bachillerato con Orientación Polivalente (BOP) 117, en la aldea Yryapu, y su aula satélite en Ka aguy Pora, Comandante Andresito, y emprende el camino de impartir conocimientos, pero el difícil, el que ante todo resguarda la visión del mundo que acompaña a los mbya desde sus orígenes, tan distinta, tan distante a la que la “sociedad moderna” demanda.
Cinco años pasaron ya desde que comenzó a darle forma a este sueño, junto a la licenciada Luz Espínola, de un proyecto educativo de escuelas secundarias para pueblos originarios que respete su cosmovisión, su cultura y lo que reza la Ley Nacional de Educación en su artículo 11, “no producir ninguna inequidad social, cultural ni regional” y articular los organismos necesarios para que eso no suceda.
“Con la humildad se llega lejos, son un pueblo humilde, golpeado, no le vendo espejitos de colores, lo único que estoy haciendo es trabajar por un derecho que por ley les corresponde, está en la Constitución, en los convenios internacionales y la Ley de Educación”, aclaró e hizo hincapié en que “no me está resultando fácil, pero voy por la interculturalidad, tengo el primer profesor mbya guaraní egresado del Instituto Montoya en Lengua y Literatura Española, pero enseña su idioma, porque aquí, de primero a quinto año, se tiene guaraní como disciplina, deben aprender a escribir su lengua materna y a interpretar la continuidad de su cultura, sus raíces, además de tener inglés y portugués como idiomas optativos, o sea, es plurilingüe, estudian en español, refuerzan su lengua materna y tienen inglés y portugués por la zona y orientación”, en Arte de la institución.
Además, en el programa de Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA) dictan talleres de huerta, tecnología, electricidad, carpintería, porque se los prepara en la vida actual. Y no todo queda aquí, a partir de convenios con la Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) los estudiantes tienen acceso a estudios universitarios.
Todo esto a pesar de que carecen de todo tipo de infraestructura. “La falta de edificio no es para nosotros un obstáculo para que desempeñemos nuestro trabajo y hagamos lo que amamos”, confió tímidamente Marcela, porque aquí hay “vocación y amor al prójimo, voluntad de ayudar a nuestros pueblos originarios a insertarse en el mundo del trabajo y en la sociedad con las bases que a todo ciudadano argentino le corresponde por ley, que es la educación formal, gratuita y sin promover ninguna inequidad social, cultural o regional”.
“Estamos en el paraíso, no tenemos baño, agua, aula, pero educamos, aunque no sé si cabe la palabra educar, nosotros enseñamos en el paraíso, con alumnos que tienen inteligencia, sabiduría y humildad, que son agradecidos y respetuosos”, describió la docente a quien la comunidad mbya marcó desde pequeña, cuando en la reserva Iryapu vivía el abuelo Antonio Moreyra, padre de Silvino, cacique de Fortín Mbororé, con quien “tuve la mejor niñez”, recuerdo que a pesar del tiempo transcurrido le anuda la garganta y la obliga a cambiar de tema.
Entonces recuerda que la escuela “es la primera en tener un asesor pedagógico indígena, representado por una persona importante en la comunidad, de respeto y con una sabiduría que nos ayuda a trabajar y tener contenidos, porque no imponemos la educación occidental, todo lo contrario, promovemos la interculturalidad, la retroalimentación de saberes, rescatamos sus saberes socialmente productivos y lo apoyamos en la humilde tarea de decir adquieran conocimientos del mundo occidental para poder defender su territorio, cultura e identidad”.
“De hecho, es más lo que aprendemos que lo que enseñamos, ellos nos enseñan el cuidado de la tierra, de la naturaleza, en estos tiempos en que el ser humano destruye todo lo que tiene alrededor nos enseñan cómo vivir, el desapego, la espiritualidad, nos enseñan a vivir como seres humanos; en el corazón mbya difícilmente exista la envidia, el bullyng, el dañar al otro, tienen la humildad y la espiritualidad que la sociedad carece”, agregó.
Dejando huellas
Cinco años pasaron ya desde que Marcela comenzó a andar este camino, en el que golpear puertas es una rutina y llueven carencias, sin embargo es la primera vez, y a pedido de sus profesores, que hizo pública la situación en la que dan clases a través de las redes sociales.
“No somos para las fotos, no andamos pidiendo prensa, evité muchas veces que vengan canales nacionales, no quiero mostrar miserias, no quiero mostrar la hipocresía de una sociedad que prefiere mirar para el costado, me enojé muchísimo con la foto de la nenita tomando, supuestamente, agua del asfalto, esa mbya estaba tomando un helado porque se le cayó, me enoja la gente que los utiliza para un fin político o propio, para ganar dinero porque sabe que ellos son las gallinitas de los huevos de oro, hay muchos sin escrúpulos y sin dignidad, pero existimos también personas como mi equipo, no estoy sola, no podría hacer todo si no tuviera un grupo de seres humanos que tiene la docencia por vocación y el amor al prójimo como un valor ético, moral y un estilo de vida; también políticos, porque, nobleza obliga, el doctor Oscar Herrera Ahuad desde que era ministro siempre me ayudó, siempre estuvo y está”, confesó.
E hizo hincapié en que “cuando hay humildad y trabajo, todo llega, tarda pero llega y lo importante es que no va a llegar vacío de contenidos, me estoy preparando, estoy cursando una maestría en la UNILA de integración contemporánea de América Latina con el foco en indigenismo y la idea es que el documento sea evaluado y mejorado con el trabajo de hermanos de México, Chile, Bolivia, Ecuador, Brasil; somos treinta personas de diferentes países, dos integrantes que me están ayudando muchísimo, nuestro profesor de geopolítica también, hay un equipo bastante copado que va a colaborar para plasmar todo este trabajo y, obviamente, pueda tener la mejor opción y podamos trabajar, no soy académica ni de libritos, trato de cristalizar mi sueño, que sea efectivo y no solamente una utopía; intercultural e hipocresía, que amamos a nuestros pueblos originarios para la foto, hay muchos, ahora que realmente se dedican y hacen para que ellos tengan mejor calidad de vida, somos pocos, me sobran los dedos de la mano para contarlos, pero eso a Dios pertenece, yo duermo tranquila y no le temo a la cosecha porque sé lo que sembré”.
Además, subrayó que “egresados de la escuela hay dos alumnos estudiando magisterio, porque la idea es que sean sus propios docentes, enfermeros, que sean sus propios médicos y no tengan que sufrir maltrato o la discriminación, me pasó que un médico le dijo a una alumna ‘a tu hijo le hace falta agua y jabón’, cuando la criatura estaba desnutrida, llena de parásitos y se nos estaba muriendo; estas cosas son con las que nos cuesta pelear, no nos cuesta nada y nos hace mella una cuestión edilicia, el trato de los seres humanos para con sus semejantes es lo que nos cuesta sobrellevar”.
“Somos un equipo docente que trabaja por vocación, al que las inclemencias del tiempo, el barro, los mosquitos, las alimañas o la tierra no impide el dictado de clases, que asistamos, que ayudemos a superarse, promovemos la interculturalidad y la inclusión de nuestros hermanos al mundo del trabajo y la sociedad, facilitando las herramientas que necesitan”, dijo.
“Nuestro slogan es soñando, creyendo, creando y concretando; el mío, no le temo a la cosecha porque sé lo que sembré”, finalizó.