El déficit primario de 2018 alcanzó 2,4% del PBI (su nivel más bajo desde 2013), una reducción de 1,4 puntos comparado con 2017 cuando se había ubicado en 3,8%.
“Este resultado implica el cumplimiento de la meta fiscal establecida en el acuerdo stand-by con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que el mes que viene realizará una revisión del programa y seguramente accederemos en marzo al desembolso de US$ 10.800 millones, despejando así el horizonte del programa financiero”, lanzó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne con tono de “alumno cumplidor” ante el examen.
Hacia los mercados, que tantos dolores de cabeza le causaron al Gabinete presidencial, la señal de ajuste en sus inicios puede o no ser suficiente para evitar futuras corridas financieras.
Pero, lo que no explicitó Dujovne con números tan concretos, fueron las consecuencias del modelo económico que el propio ministro definió como “un esfuerzo de magnitud que no tiene ningún antecedente en la historia contemporánea de la Argentina”.
El mensaje político en las cifras fue directo para congratularse con el FMI, para que habilite pronto el desembolso de 2019 . Un organismo que acaba de retomar la embestida sobre el sistema previsional en un país donde un alto porcentaje de los pasivos cobra un haber mínimo que está muy alejado de cubrir siquiera la canasta básica de supervivencia que se requiere mes a mes.
Ese “esfuerzo de magnitud” al que refiere Nicolás Dujovne lleva implícito tarifazos en servicios como electricidad, agua potable y gas sin antecedentes cercanos; una deuda externa que compromete el PBI del país por el incremento en tres años; los achiques en inversiones de obra pública que “congelaron” las economías provinciales; recortes de subsidios que elevaron los boletos de transportes urbano e interurbano de manera exponencial; una presión fiscal récord que sigue dejando empresas en jaque por doquier y empleados que pasaron a dejar de ser tales en poco tiempo; pobres que quedaron indigentes y familias que cayeron en la pobreza; una caída del consumo que puso en recesión a la Argentina; paritarias con un techo que estuvieron lejos de beneficiar a los obreros; y se pueden dar muchos más ejemplos del impacto.
Pero, en ese discurso “cumplidor” del Gobierno de Cambiemos, hay que ponerse contentos porque la gestión de Mauricio Macri cumplió con el FMI.
Los opositores no se decepcionan como sí lo hacen quienes apoyaron con su voto en 2015 al “mejor equipo de los últimos 50 años” como lo definió Macri a su Gabinete. Decepción es la palabra que más se escucha cuando hablan muchos de los votantes de Cambiemos porque no llegan a fin de mes, a duras penas pagan el aumento de las tarifas, se vuelven cada día más “low cost” recortando lo poco que queda por ajustar en la economía familiar. El electorado de Cambiemos no entiende qué pasa. Les hablan de algo que pasó en Turquía y en Brasil, de errores propios pero la economía está cada vez peor.
Los indicadores serios hablan de que Argentina no podrá pagar la deuda en 2021 y caerá en default si no logra volver a refinanciar la deuda con el FMI y pagando intereses eternos y siderales. Es decir que, ni siquiera “cumpliendo con el Fondo” se vislumbra una mejora para los años que vienen ante tanto “esfuerzo” que señaló Dujovne.
Durante largos años, los referentes políticos de todos los signos se dedicaron a prometer saldar la “deuda interna”. Lamentablemente, como la externa, la deuda social se incrementa a pasos agigantados en pocos años y queda en posición de poco saldable para cualquier presidente de la Nación que venga en adelante con firmes intenciones de cumplir la misma promesa.
Sin credibilidad
El INDEC oficializó la inflación total de 2018 en un 47,6%, resultó uno de los más altos de los últimos años, superando al 38,5% del 2014 cuando se produjo una devaluación del 30%; al 40,9% del 2002 cuando se dio la salida de la convertibilidad y sólo por debajo del 84% de 1991 en el gobierno de Carlos Menem.
Quedan pocas provincias midiendo en paralelo la evolución de sus canastas alimentarias básicas. Por ejemplo en Tucumán la inflación del año pasado fue del 51,4%, duplicando la registrada durante 2017 de 24,8% y 3,6 puntos por arriba de los valores indicados por el INDEC para el NOA. En la Ciudad de Buenos Aires se ubicó en una interanual de 45,5%.
Hay que recordar que el Gobierno nacional se fijó una meta del 23% de inflación para 2019, cuando se trató el presupuesto de este año en el Congreso. Eso significa bajar a la mitad la suba del costo de vida de 2018.
El diario El Cronista de Buenos Aires, realiza mensualmente una encuesta de expectativas sobre algunos indicadores de la economía. En la primera de 2019, las consultoras y analistas que participaron, admitieron de entrada que la inflación será mayor a la estimada en diciembre de 2018 en la encuesta anterior. Ahora creen que será del 30,5% en este contexto recesivo, estimando que enero cerrará con el 2,5 a 3%.
En la última estimación coincidió Ecolatina que planteó una cifra similar para los meses de febrero a abril.
Tanto que se comparó a Argentina con la crisis económica de Brasil, también se revelaron las cifras del vecino país: el índice de inflación oficial en Brasil fue del 3,75% en 2018, por debajo de la meta del Banco Central, según lo informó el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). El Índice de Precios al Consumidor Ampliado (IPCA), principal referencia de la inflación, “avanzó 0,15% en diciembre, la menor variación registrada en ese mes desde 1994”.
Maíz transgénico y loteo en las Cataratas del Iguazú
Si algo no pudo corregir el Gobierno nacional es su comunicación de los proyectos, los hechos y las medidas. Un motivo por el cual se fueron creando conflictos (con o sin intención de ser tales) en un tiempo de conflictividad gremial y social.
En Misiones, la Nación lanzó dos ejes muy conflictivos que nadie sabe cómo terminarán pero que ya provocan polémica y mucha resistencia.
El primero conocido fue la propuesta conjunta de Medio Ambiente (a cargo del rabino Sergio Bergman) y Turismo (con el cordobés Gustavo Santos al frente de la Secretaría) de adjudicar a privados varios lotes dentro de los Parques Nacionales para ser explotados turísticamente.
Así, en Misiones declarada recientemente “Capital Nacional de la Biodiversidad”, se quieren entregar tierras en el área Cataratas donde existe un Patrimonio de la Humanidad para la UNESCO y una Maravilla Natural para el mundo.
La única vez que los funcionarios de ambos organismos llegaron a Iguazú para explicar qué pretendían con el loteo, todo terminó en un escándalo y con más vecinos movilizados contra la iniciativa.
Es que no se logra entender el objetivo de preservación de un Monumento internacional como son las Cataratas con la explotación de tierras por parte de privados sin medir el impacto ambiental que su presencia generará en el ecosistema.
Luego, como si faltaran conflictos, apareció Walter Kunz, director nacional de Programas para el Desarrollo Regional de la Secretaría de Agroindustria con un proyecto para que se planten en Misiones unas 250 mil hectáreas de maíz transgénico para proveerle a Brasil.
Para tener una idea de la magnitud de la pretensión oficial, son casi 50 mil hectáreas más que las plantadas con yerba mate.
Luego del encendido rechazo de sectores productivos, ambientalistas y hasta funcionarios provinciales de Misiones, apareció una explicación oficial del “beneficio” que se generaría con las semillas transgénicas: “Si la capuera deja lugar a la agricultura de alto rendimiento, Misiones puede llegar a recibir, sólo por la exportación de maíz, más de 200 millones de dólares anuales que hoy no ingresan a la economía provincial”.
Nuevamente no se habla del costo ambiental de la propuesta. “No es un problema de cultivar o no cultivar el maíz, sino el paquete tecnológico que requieren, con uso intensivo de agroquímicos ya sea fertilizantes o herbicidas como glifosato preemergente o post emergente”, explicó el titular del IFAI, Ricardo Maciel.
Sobre las críticas de los ecologistas, Maciel dijo que “hay estudios que indican que son nocivos para la salud y otros que indican que no hay certezas sobre eso”. Pero aclaró que “Misiones pregona y defiende una agricultura con agricultores viviendo en el mismo entorno de la producción y con los cultivos transgénicos, por la tecnología que requieren, no es compatible la convivencia de personas”.
Una vez más, la Nación abrió un frente donde los misioneros deberemos decidir entre “inversiones” o el cuidado de lo poco que nos queda de biodiversidad en la tierra colorada.