Angélica Felisa Schnarbach fue la precursora de la Fiesta Nacional de la Yerba Mate de Apóstoles, pero su inesperado y trágico final hizo que su gesta ejemplar pasara al ostracismo y quedara por mucho tiempo en el olvido.
Esto es algo que los alumnos del Taller de Cultura y Turismo de la Tercera Edad de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), con asiento en Posadas, están tratando de dar a conocer, rescatar, resaltar y darle el verdadero homenaje y reconocimiento que esta maestra rural, de Picada Sueca, se merece.
Gloria Torres, Susana Pereira, Jorge Blanco, Manuela Díaz, Prudencio Mendieta, Alba Rivas, Olga Pedotti, Asunción Rivas y Alfaro Sánchez Galeano son los alumnos que tratarán de desentrañar detalles de esta apasionante historia. Antes de que esta ponencia trascienda fronteras y tenga real reconocimiento, Gloria Torres y Susana Pereira contaron parte de esta interesante y apasionante investigación.
Todo comenzó a inicios del siglo XX
“Esta historia comienza en Santa María (Misiones). Allí nace el 14 de enero de 1894 Angélica, hija de inmigrantes alemanes (papá) y polacos (mamá), es la penúltima de doce hermanos. En 1912 se recibe de maestra y a partir de ahí dedica su vida a la docencia y al servicio a la comunidad. Ejerció su profesión con amor, según comentarios de familiares y allegados que compartieron y la conocieron”, arrancó su relato la archivista, escritora e investigadora Gloria Torres.
Además, Torres contó que en 1913 Angélica “comenzó su trajinar escolar en la Escuela 56 de Colonia Paraíso, en Apóstoles. En 1921 fue trasladada a La Picada San Javier, donde se convirtió en directora de la Escuela 79 y casi en paralelo ese mismo año funda la Escuela 97, en Picada Sueca”.
Al respecto, Susana Pereira acotó que “fueron tiempos difíciles de muchas privaciones y sacrificios para Angélica. Sin embargo, ejerció la docencia fundamentando su ejemplo de vida y dedicación al trabajo. Los pobladores de Picada Sueca la recibieron de muy buena manera y con la ayuda de los vecinos limpió más de una hectárea y allí armó un galpón aula”.
“A partir de ahí comenzó a aplicar el concepto de ‘enseñar haciendo’, combinando la teoría con la práctica. De esta manera organizó huertas escolares, plantaciones de árboles de las más variadas especies, armó jardines, preparó gallineros y criaderos de chanchos”, añadió.
En otro tramo de la charla Torres retomó la palabra para indicar que “Angélica produjo con los niños almidón, jabón, velas, aceite de tártago y lo más importante para la época, almácigos de yerba mate. Más tarde sería el cultivo madre y más redituable de la economía familiar de toda la zona”.
Incansable luchadora y de firmes convicciones
Las dos interlocutoras resaltaron que Schnarbach fue la única maestra por más de cuatro años y, pese a ello, no bajó los brazos. Luchó sola contra las adversidades y problemas con una férrea convicción y fe. En 1925 logró que se designen dos maestros más para que le ayuden, ya que se incrementó en forma exponencial la cantidad de alumnos en su escuela.
En 1935 logró que en Picada Sueca hubiera una estafeta de correos, abrió y mejoró caminos de la zona, también fue la impulsora de la apertura de la biblioteca popular “Mariano Moreno”, un destacamento policial, de diferentes comisiones vecinales y de exalumnos, de talleres de gastronomía, corte y confección y de pintura y escultura, entre otros.
Susana apartó unos papeles, para rememorar que “el primer automóvil Ford a pedal de la región lo tuvo esta maestra y lo usó para transportar enfermos y hacer más de una diligencia para los vecinos de toda la zona. Además, en verano, iba a Buenos Aires donde hacía cursos y lo aprendido lo volcaba en forma inmediata a su regreso a Misiones”.
Ayudar, ayudar y ayudar…
Pereira reveló que “parte de su sueldo lo usaba para ayudar a ex-alumnos para que siguieran estudiando en Posada”.
Y agregó que fue “algo extraordinario para esta mujer que no tuvo tiempo para casarse y tener descendencia, puesto que, además de las múltiples actividades que tenía dentro y fuera de la escuela, se hacía un tiempo para ayudar a las familias recién llegadas (rusos, alemanes, polacos, entre otros) que hablaban idiomas que ella manejaba, enseñándoles el castellano e inculcándoles la identidad nacional y el amor por el suelo misionero”.
Creadora de la Fiesta en 1942
“Fiel a sus ideales, Angélica vio la necesidad de unir en una conmemoración la importancia de la yerba mate, por ser producto regional y genuino, legado por los pueblos y el reconocimiento justo al esfuerzo de los que dedicaban su vida a este cultivo, cosecha y elaboración”, rememoró Torres.
Pero la historia se tornó aún más apasionante cuando Gloria recordó que “esta maestra proyectó, promovió y organizó la primera Fiesta de la Yerba Mate que se llevó con total éxito en 1942, en la Escuela 97, establecimiento que ella fundó y que en ese entonces celebraba 21 años de vida”.
Susana y Gloria dijeron a este Diario, casi al unísono que “en esa primera Fiesta de la Yerba Mate hubo grupos musicales, discursos de vecinos, exhibición de plantas de yerba, bolsas de yerba, flores, comidas típicas y hasta candidatas a reinas de la yerba mate, en un marco familiar y ameno, aunque desbordado de gente que superó todas las expectativas”.
Hasta los oídos del gobernador
Emocionadas, las mujeres destacaron que “el éxito de esta primera Fiesta de la Yerba Mate fue tal, que el propio gobernador de Misiones en ese entonces, Esteban Semilla, instituyó por resolución 838 que la última semana de agosto se realice la Fiesta de la Yerba Mate. Al año siguiente y debido a la Revolución de 1943, la fiesta no se desarrolló con todo el esplendor de la primera pero igual se llevó a cabo en la Escuela 97 y bajo la organización de Angélica”.
En 1944 la Fiesta se trasladó a Posadas
En el año 1944, cuando se iba a realizar ya la tercera edición de la Fiesta de la Yerba Mate en la Picada Sueca, la misma se trasladó a Posadas, incluyéndola dentro del Programa “Quincena del Turismo” en forma conjunta con el “Primer Congreso Nacional del Tabaco” y la “Segunda Muestra del Trabajo Regional”.
Y fue este último emplazamiento que se tomó como antecedente de los inicios de la festividad yerbatera, dejando de lado su auténtico origen y a la innegable impulsora de la idea inicial, la misionera Angélica Schnarbach.
Final no merecido
Además del olvido político y social casi generalizado respecto a la verdadera impulsora, Angélica tuvo un trágico final. Así lo detalló Susana Pereira para transformar, aún más, en apasionante esta historia: “Ya jubilada, todos los años Angélica igual regresaba a su querida Picada Sueca y llevaba regalos, dulces y obsequios para los alumnos de la Escuela 97. Al regresar de esa entrega, en vísperas de navidad, el 24 de diciembre de 1953, por el mismo camino que había ayudado a construir y mantener una y mil veces, fue interceptada por un grupo de hombres que, en aparente estado de ebriedad, la asaltan, la violan y finalmente la matan a puñaladas elevándola a mártir de la historia de la región”.
Gloria Torres añadió al respecto que “su trágica muerte fue muy lamentada en Picada Sueca, ya que Angélica era muy querida en toda la zona por grandes y chicos. Sus restos fueron enterrados en Apóstoles y, de ahí en más, Angélica Schnarbach quedó en el olvido”.
Un panteón y un recuerdo
Aunque muy pocos lo sepan, hasta los mismo habitantes de Apóstoles, en el cementerio de la ciudad se encuentra el panteón de la familia Schnarbach.
Allí está enterrada hasta hoy la precursora de la Fiesta Nacional de la Yerba Mate.
El trágico final que tuvo fue muy sentido por todos los que la conocieron en la zona y prueba de ello en dicho cementerio hay una sentida lápida de sus exalumnos de la Escuela 97 de Picada Sueca cuando se cumplió el primer aniversario de su fallecimiento en 1954.
(Artículo publicado originalmente por PRIMERA EDICIÓN el 13 de enero de 2019)