Angélica Felisa Schnarbach, nació en colonia Santa María, el 14 de enero de 1894, en el seno de una familia de padre alemán y madre polaca. Se recibió de maestra en 1912 y a partir de allí, dedicó su vida a la docencia y al servicio de la comunidad. Ejerció su profesión, siempre con amor y esmero, primero en la Escuela Nº 56, de colonia Paraíso, en Apóstoles. Luego como directora de la Escuela Nº 79, de Picada San Javier y, finalmente, fundó la Escuela Nº 97, de Picada Sueca, en el Lote 128 del municipio de Caá Yarí, Departamento de Leandro N. Alem.
Esta docente llevó adelante una tarea altruista al convertir su vida en una permanente entrega desinteresada hacia sus alumnos y exalumnos. Según el testimonio de uno de ellos, Miguel Wrublewski, dijo en un homenaje: “Desde hace tres años contribuye de su peculio con 25 pesos mensuales destinados a pagar la pensión de sus exdiscípulos que siguen cursos en Posadas”. Pero su generosidad no era limitada, sino que se extendía a cualquier persona de la comunidad que necesitaba ayuda, trasladándolos a distintos lugares en un automóvil de su propiedad. “El primer Ford a pedal de Picada Sueca, fue el suyo, pero más que suyo, era de los enfermos y necesitados de la colonia”, agregó Wrublewski.
Su espíritu inquieto e innovador la llevó a procurar el progreso de la colonia y la conservación de la Picada, que era una de las principales vías de comunicación, así como la ampliación y el arreglo de los caminos. Logró crear una estafeta de correos, la biblioteca popular “Mariano Moreno” y un destacamento policial (con anterioridad en Picada San Javier). También encabezó la lucha contra enfermedades crónicas de la región, dictó cursos destinados a jóvenes y adultos del lugar. Y a pesar que le tocó educar en un momento difícil y lleno de carencias, logró transmitir a las familias recién llegadas, la identidad nacional y el amor por el suelo misionero. Fue así, que fiel a sus ideales, vio la necesidad de unir en una conmemoración, la importancia de la yerba mate, por ser un producto regional genuino, legado de los pueblos guaraníes, y el reconocimiento justo al esfuerzo de los que dedicaban su vida a su cultivo, cosecha y elaboración. Proyectó, promovió y organizó la primera Fiesta de la Yerba Mate, que se llevó a cabo con éxito en 1942, en la misma Escuela Nº 97 de Picada Sueca, al celebrarse el XXI aniversario de la creación del precario establecimiento educativo. La velada se inició con el discurso de un vecino, desfile del grupo, trompetas, coronas de productos, plantas de yerba mate, tareferos, raídos, bolsa de yerba, flores, y carroza con las tres candidatas a reina de la yerba mate. La fiesta se realizó “en un marco de sublime familiaridad y elevada cultura con más de un millar de colonos que por primera vez en la historia concurrían a participar”, según se menciona en un escrito del jefe de Tierras, Carlos Marasso, destinado al gobernador Esteban Semilla. En la misma misiva le solicita que se instituya el tercer domingo de cada año como Día de la Fiesta de la Yerba Mate, en homenaje a su creadora.
Debido a la gran trascendencia que la fiesta adquirió en la región, el Gobernador, instituyó, por Resolución Nº 838, oficialmente, que la última semana de agosto de cada año se realizara la Fiesta de la Yerba Mate. Se organiza, con ese motivo, una comisión que se ocuparía del festejo, encabezada por la misma Schnarbach.
En 1943, debido al movimiento revolucionario, la fiesta se realizó en la misma escuela pero no se desarrolló con el esplendor inicial. En 1944 el evento es incluido en el programa “Quincena del turismo”, realizado en Posadas, junto al “Primer Congreso Nacional del Tabaco” y la “Segunda Muestra del Trabajo Regional”. Y es este último emplazamiento, el que se toma como antecedente, dejando de lado su auténtico origen y a la innegable impulsora de la idea inicial.
La docente murió trágicamente el 24 de diciembre de 1953, ya jubilada, en la misma Picada Sueca que había ayudado a construir y a mantener, cuando regresaba de llevar regalos al alumnado de su querida escuela. Fue interceptada por hombres en estado de ebriedad que la atacaron, la violaron y mataron, elevándola a mártir de la historia de la región.
El dolor de ser ignorada
Según lo relatado por la escritora Gloria Torres, la mujer fue la penúltima de 12 hermanos y se crió en la colonia Santa María, donde hizo la primaria, y luego cursó en la Escuela Normal de Posadas, donde en 1912 se recibió de maestra rural. Primero la envían a una escuela cerca de San Javier, y después, a otra, en paraje Paraíso, hasta que en 1921, estando en San Javier, la destinan para fundar la Escuela Nº 97. “Machete en mano fue abriendo la picada. Se instaló en el lugar, y primero construyó un salón de tablas de madera. Fue por más de cuatro años la única maestra. Transcurridos los tres años la matrícula alcanzó los 112 alumnos, y tuvieron que gestionar la llegada de más colegas. Es cuando comienza a florecer ese sitio”, contó.
De acuerdo a su búsqueda, narró que los pobladores de Picada Sueca la recibieron de muy buena manera y con la ayuda de los vecinos limpió un predio de más de una hectárea y allí armó un galpón que fue la primera aula del establecimiento. Organizó huertas escolares, plantación de árboles de variadas especies, armó jardines, preparó gallineros, y criaderos de chanchos. Enseñó a las familias la elaboración de almidón, de jabón, velas, aceite de tártago, y almácigos de yerba mate, que finalmente sería el cultivo madre.
Añadió que para 1942, invitó a los vecinos a hacer la Primera Fiesta de la Yerba Mate. “Como el gobernador Semilla no pudo ir, mandó a dos representantes. Hubo carrozas, raídos, elección de reina. Fue tal la emoción que transmitieron al primer mandatario, que en el 44 el evento se hizo en el actual edificio de la Cámara de Diputados, que se construyó para eso. Entonces se trajo la fiesta a Posadas, y se invitó al presidente Edelmiro Farrell, que vino en tren. Y no sólo se hizo esa fiesta, sino la del tabaco, del turismo y del trabajo, donde la primera soberana fue Anita Paas”.
Angélica acudió como invitada pero -como se dice- saludaron con sombrero ajeno. “Directamente, no la nombraron. Aunque quedó dolida, volvió a su escuela, y siguió haciendo su fiesta como si nada hubiera pasado. Todo quedó en el olvido”, lamentó la escritora.
Recordó que enseñaba otras manualidades y que en el período de vacaciones viajaba a Buenos Aires para hacer distintos cursos, y así transmitir sus conocimientos a los vecinos de los alrededores. “Podemos decir que realmente entregó su vida a la educación”, agregó.
Sostuvo que, pasaron los años, Angélica se jubiló, y se radicó en Apóstoles donde sus padres habían dejado una propiedad, pero seguía volviendo a la Picada con cierta asiduidad, sobre todo, para contactarse con esos exalumnos a los que ayudaba económicamente para que pudieran venir a estudiar a Posadas. Pero en uno de esos viajes, tuvo un inesperado y trágico final.
En vísperas de la Navidad de 1953, regresaba de la zona, hasta adonde había ido a repartir regalos, cuando fue atacada a la altura de un arroyo cercano a la escuela, a su escuela. “Fue violada, vejada, acuchillada por la espalda. Se me eriza la piel porque es muy fuerte y triste. La encontraron dentro del cauce, en una zona en la que ella enseñó a sus alumnos a tirar pétalos de flores a los héroes”, acotó Torres, profundamente emocionada.
Es por eso que después de la ponencia “que preparamos con mis compañeras Alba Inés Rivas y María Susana Pereira, llevamos la inquietud a los concejales de la ciudad de Apóstoles. Les planteamos que ella es, sin duda alguna, la mentora de la fiesta y que tendría que tener un busto en el acceso a la Expo Yerba (predio donde actualmente se efectúa la fiesta nacional). Se comprometieron a tomar cartas en el asunto, aunque hasta ahora no se vieron resultados. También solicitamos que se arreglara el panteón situado en el Cementerio de Apóstoles”, manifestó.
A un año de su muerte, sus alumnos colocaron una placa en el panteón que guarda sus restos, “expresando lo mucho que querían a esta mujer, a esta docente rural, que hizo todo por la educación en plena selva. Fui hace poco hasta la escuela y todavía queda monte, imaginémonos en ese tiempo”, dijo, al tiempo que recordó que “todo el trabajo es acompañado por fuentes y bibliografía para que nadie pueda refutarnos. Una serie de datos, al ser investigados en profundidad resaltan la figura emblemática de la docente, como la auténtica precursora de la Fiesta de la Yerba”.
En todo este proceso, pudieron hablar con una sobrina, Silvia Bagnere, “que nos facilitó algunos datos, y objetos, a los que pude tomar fotografías. Ella nos contactó con el presidente de la Junta de Estudios Históricos y excónsul alemán, Rolando Kegler, con quien quisimos corroborar la información porque era muy fuerte lo que teníamos que poner en papel. Nos dijo que era así”. Luego, Torres siguió investigando por su cuenta y se unió a un grupo de escritores. “En ese momento, en “El oro del Parnaso” escribí dos poemas dedicados a ella. Uno es “La fiesta y Angélica Schnarbach” y, el otro, “La maestra ejemplar de las picadas”. Esta investigación me tocó el alma, creo que hay que hacer algo para el centenario de la escuela”, en agosto venidero.
Después de mucho trajinar, la escritora pudo obtener los nombres de los supuestos homicidas de la maestra, “que fueron publicados en el Diario El Territorio de la época. Se trató de Crispín de Asís, Juan Morais, Delfor Da Rosa, Pedro Dos Santos, y Juan de Asís”, detenidos “tras rápida y notable pesquisa de la policía de Leandro N. Alem”. Se resaltó la actuación del inspector mayor Atilio Rama, el comisario Ranulfo Bordón, el auxiliar Viccini, el escribiente César Pereyra Ripoll, y de todo el personal de tropa de la dotación.
En la pluma de Margalot
El profesor José Antonio Margalot, en su carácter de miembro de la Junta de Estudios Históricos, también escribió sobre la docente. Se refirió a sus inicios como maestra de grado en la Escuela Nº 56 de El Paraíso, colonia de Apóstoles, donde en tareas extracurriculares trazó jardines, enseñó y fabricó almidón, jabones, velas, aceite de tártago y construyó un apiario junto a sus niños. Algún tiempo después, fundó la Escuela Nacional Nº 79, de Picada San Javier, donde fue directora desde el primero de abril de 1916, en un ambiente sumamente hostil para la escuela y para el maestro. En cinco años realizó obras de bien público, arregló caminos, creó un destacamento policial, impartió clases para adultos de manera gratuita, y organizó reuniones con familias vecinas, buscando el mejoramiento a todo trance.
Según el docente, escritor y periodista, más tarde Schnarbach pasó a la Escuela Nº 97 de Picada Sueca, camino de Leandro N. Alem a Oberá, que ella fundó, dirigió y estimuló, con vecinos alemanes, rusos y polacos. Con un machete en la mano abrió un rozado y construyó el primer salón de clase, el 24 de agosto de 1921. Por tres años luchó sola y cuando la escuela adquirió volumen, con 112 alumnos, consiguió por fin la designación de maestras. De a poco, con el estímulo de sus colegas, que supieron comprender su noble y patriótico afán, levantaron doce aulas y un vasto salón de fiestas.
Margalot agregó en su escrito que “formó con los vecinos una comisión para la conservación de la Picada Sueca. Como un hombre más, vestida como ellos, arregló largos trechos, haciendo obras concretas con sus alumnos más grandes, vecinos y docentes. En 1935 se creó la estafeta por gestión personal. Impuso nombres históricos argentinos a las calles y caminos, accidentes geográficos y todo lo que sirviera para identificar el sentido nacional. El 12 de octubre creó la Biblioteca Popular Mariano Moreno. Ella servía, entre tanto, de juez, de consejera general, en lo que juega su conocimiento idiomático del alemán, el ruso y el polaco”.
El historiador aseguró en su obra que “un gran mapa de Argentina, otro de Misiones, y el Escudo Nacional, tallado en piedra, adornaban la Escuela Nº 97. Creó entonces la Caballería Gaucha que realzaba los festejos patrios y hasta alguna vez desfiló en la ciudad. Dictó cursos de corte y confección, de cocina, de bordado a máquina, y enseñó puericultura para las jóvenes del lugar. Organizó la Fiesta de Navidad que configuró una acción social constructiva. Realizó la Fiesta de la Yerba, que sirvió luego de sugerencia para la grande, realizada en Posadas en 1944. Apoyó de todas maneras a los alumnos que aspiraban a continuar estudios superiores, hasta en lo económico. Realizó concursos agrícolas de huertas, de lucha contra la hormiga minera, cría del gusano de seda, siembra de algodón, reforestaciones, y participó de exposiciones agrícolas obteniendo premios. Viajó en vacaciones para aprender otras habilidades formativas como escultura, embalsamiento de animales para el museo escolar, organizó el gabinete de física, el de química, construyó una pileta de natación aprovechando el agua de un arroyo vecino. Consiguió remedios para vecinos y alumnos, luchando contra la anquilostomiasis, el bocio y la conjuntivitis, y estableció ya, por ese entonces, la distribución de la copa de leche”.
Su Ford a pedal, era el primero de Picada Sueca, y como antes lo fueran el sulky o el caballo, estaba al servicio de los vecinos y niños necesitados de auxilio, enfermos, mordidos por ofidios, hasta donde hubiera un facultativo, y sin paga alguna. Cuando se necesitaba para compras o para llevar a alguien al hospital, el auto estaba disponible.
De familia
Margalot insistió con que la docente nació en colonia Santa María, remanente de una reducción jesuítica, el 14 de enero de 1894. Era la penúltima hija de 12 hermanos, hijos de Andrés Schnarbach y de Paulina Iilman, alemanes llegados como inmigrantes desde Brasil, radicados más tarde, en colonia Apóstoles. Sus progenitores habían sido premiados en una exposición nacional, en Buenos Aires, por las muestras de arroz cultivadas por sus manos.
Angélica concurrió a la escuela del lugar, sobresaliendo por su dedicación al estudio, lo que ratificó luego en la Escuela Normal de Posadas, de donde egresó como Maestra Normal Rural, el 30 de noviembre de 1912.
Ya jubilada, tras casi 40 años de docencia activa y de servicios comunitarios, pero viviendo en la misma zona, organizaba la celebración de la Navidad, conforme a sus principios invariables de maestra cristiana practicante, en la misma 97. Hizo hincapié que cuando realizada la fiesta, volvía a su domicilio, “fue atacada y lastimada, vejada, hasta morir, el 24 de diciembre de 1953. Fue una muerte violenta a manos de un exalumno en pandilla”.
Destacó una nota de la Inspección Seccional de Escuelas Nacionales que pondría a la situación el sello emocional: “engrandeció de este modo a la patria chica con el fervor de su permanente sacrificio, de su esfuerzo ejemplar en el trabajo, y la dignidad de su conducta intachable de maestra”.
Según Torres, la intención de los directivos es que el establecimiento se transforme en una Escuela Familiar Agrícola (EFA), por tratarse de una colonia agrícola, yerbatera, tealera, más aun porque el predio tiene 25 hectáreas y, “a mi parecer, ese sería un justo homenaje para ella”.