No siempre la violencia es física, también puede ser verbal y psicológica y, por lo tanto, más sutil e incluso muchas veces puede pasar desapercibida: descalificaciones, humillaciones, insultos, entre otras, son las formas más comunes en las cuales se manifiesta. A su vez, las situaciones de violencia pueden presentarse en diferentes contextos y edades, teniendo relevancia en la adolescencia, ya que es una etapa en la que los vínculos amorosos son sobrevalorados y la violencia puede aparecer “disfrazada”.
Es importante que los jóvenes y sus familias se mantengan atentos a determinadas señales de alerta a fin de prevenir conflictos futuros. Si bien no en todas las parejas se presentan los mismos indicadores, es interesante prestar atención a ciertas conductas, como señal de alerta que cuestione a tus amigos, cuestione la forma en la que te vestís, cuestione lo que decís, si se burla, te humilla o insulta (en privado o en público), si te llama o envía mensaje a cada rato para saber con quién estás, debiendo responder al instante para evitar “conflictos”, si te sentís obligada/o a dar explicaciones de todo lo que haces o si te cuidas en los cometarios que haces.
Por otro lado, es importante destacar que no todas las personas reaccionan de la misma manera, pero se pueden encontrar conductas con patrones comunes como el aislamiento de la familia y los amigos. Personas que en ocasiones son sumisas y no cuestionan nada de lo que sus parejas plantean, “normalizan” los celos excesivos tan solo diciendo es “porque me quiere demasiado”.
El entorno que rodea a la pareja es sumamente importante, ya que son quienes primero se dan cuenta de estas señales, siendo que la persona hostigada es “cegada” y muchas veces “negadora” de lo que ocurre.
Son la familia y la escuela los principales agentes de prevención promoviendo la autovaloración, la autoestima y el cuidado por el propio cuerpo en los jóvenes.
* Por Laura Mingo – Licenciada en Psicología