Aquí se emergen cientos de cursos cristalinos se abren camino con vistosas caídas; como El Lagarto, ubicado dentro del Complejo El Cañadón, al que se accede tomando un camino vecinal terrado, en buenas condiciones, a la altura del kilómetro 934 de la ruta nacional 14, a sólo 5 mil metros de la ciudad.
Un amplio parque, con juegos infantiles, complementa la comodidad de las cabañas, totalmente equipadas; los dormis, ideales para grupos; y el salón para eventos.
Y, para quienes buscan aventura, los senderos, cual cuevas, que conforman las copas de árboles nativos, lapachos, guatambú, loros negros, cañas fístulas, pindó y ambay, de los que se desprenden bellas orquídeas, albergue de saracuras, loros, pájaros carpinteros, benteveos, urracas y tucanes, que se dejan ver a quienes gozan del don de la paciencia, son una opción excelente.
Acutíes, tatúes, cuatíes, monos y coloridas mariposas trasponen el límite con el Valle del Cuñá Pirú y se dan cita, tal vez tentados por los frutales, convirtiéndose en una fiesta, principalmente para los más pequeños, en un emprendimiento netamente familiar.
Otra alternativa, para pasar el día (no se permite acampar), es El Rancho Escondido, a 7 mil metros de la zona urbana de Aristóbulo del Valle, en el kilómetro 938 de la ruta nacional 14.
Aquí se conjuga naturaleza con el turismo rural, animales y muchas especies de aves, con cabalgatas, pesque y pague, kayak y senderismo.
Además de exquisitas comidas regionales, principalmente a base de pescado, que serán la estrella del Jueves y Viernes Santos próximos, fecha para la que los propietarios preparan un gran encuentro, respetando la tradición católica.
Además, el espacio, cada quince o veinte días, sirve de escenario a músicos locales, que en lo que denominaron “La Ranchada”, encuentran un espacio para mostrar todo su talento.
Otras maravillas son el Salto Alegre, con trece metros de altura, la cascada Alegre deslumbra a los poco metros y, un poco más allá, el Salto Armonía. También el salto Piedras Blancas, que cae desde 8 metros y corre configurando un atractivo de importancia alrededor del cual el visitante puede acampar y disfrutar al máximo. O el salto San Bernardo, apto para experimentar una aventura inolvidable, donde la quietud del paisaje sólo se interrumpe por bandadas de loros, tucanes, boyeros o urracas, según la estación del año en que se visite.
Y el Jardín Botánico de Palmeras, cuyo propósito es reunir cerca de 150 especies vegetales, interactuando con la vida urbana cotidiana, diseñado a finales de 1988 por el arquitecto paisajista Pradial Gutiérrez y Nora Jofré Ocampo.