El corazón es del que emana y el que recibe la energía más fuerte, la que mueve el mundo y mantiene el equilibrio del Universo y esa energía es el amor. El amor como lo conoce el hombre es dual, como todo lo que lo rodea, porque fue puesto en la dualidad, ya que en ella tiene que aprender y porque él es quien debe decidir entre el amor y el odio, o entre el amor y el miedo, como el otro extremo de esta ecuación.
Hay toda una gama de pensamientos-sentimientos humanos entre ambos y siempre es el hombre, por su libre albedrío, quien decide dónde ubicarse.
Cuando uno empieza a transitar el sendero único debería observarse desprendidamente, como si el objeto de nuestra observación fuese ajeno a nosotros, para poder evaluar objetivamente en qué estado de esa gran escala estamos y a dónde queremos llegar. Para hacerlo debemos observar nuestras reacciones ante los mismos estímulos porque siempre hay un antes y un después en el camino, obsérvense cómo los afecta y cuál es su actitud a tomar. Recuerden y recreen la pasividad de Jesús ante el sanedrín y los que lo torturaban.
El corazón es un músculo consciente porque sabe, presiente, siente y recuerda; este hecho ha sido comprobado por la ciencia y nosotros deberíamos ejercitar estas funciones de este órgano desconocidas para muchos, como cuando Jesús decía por ejemplo: “No escuchan con el corazón”, le estaba atribuyendo dichas funciones que las hemos dejadas relegadas y hoy son imprescindibles para el nacimiento del hombre nuevo en nosotros.
De la oración de invocación al Espíritu Santo ya desarrollamos la parte donde pedimos que abra nuestra mente y corazón para poder comprender los caminos del Señor; luego decía: Dame la sabiduría y el conocimiento que conducen a Dios, y nos toca ahora aclarar de qué conocimiento se trata.
El conocimiento no es como el hombre cree que es aquel que se acumula en los libros. El conocimiento que aquí se trata es el de conocer, como quien conoce a una persona cara a cara; conocer sus gustos, sus deseos, conocer como actúa , conocer su dulzura, conocer su amor. Y para alcanzar este conocimiento de Dios, debemos mantenernos en el camino, practicar el amor a Dios, renovar a diario nuestro encuentro con Él a través de la oración silenciosa (este tipo de oración es aquella en la que logramos acallar la mente).
Entonces Él en su magnificencia mostrará Su rostro sobre ti y allí Él será en ti y tú en Él y Él te hará ver sus maravillas y conocerás Sus deseos y tú tratarás de complacerlo. Entonces tú cumplirás las leyes escritas en el papel y las otras que escritas en tu corazón están y al conocerlo “personalmente”, aprendes lo que es realmente amarlo.
Al principio de la cristiandad, los seguidores de Cristo se dividieron entre los gnósticos y los que no lo eran (gnosis en griego significa conocimiento). Los que tenían el conocimiento eran aquellos que conocían a Dios cara a cara, a través de una experiencia personal con
Él, por lo tanto recibían la gnosis directamente en sus corazones luego que el fuego (fuego o luz) del Espíritu Santo descendía en ellos; al no ser comprendidos los perseguían, por lo que debían esconderse cuando se juntaban y el que recibía la gnosis era el que tenia ese día la palabra lo que hacía de que no haya jerarquías, nadie era más o menos que el otro, la información que se recibida era compartida por todos, no se ocultaba nada y convergían en verdadera unión.
En una oportunidad establecí un diálogo con la virgen y me decía:2 La Luz del conocimiento aflora en todos vosotros, Deja que La Luz se multiplique en mil rayos iridiscentes que lleguen al corazón de más y más hermanos. Sólo la luz del conocimiento de Dios vivo en cada uno, sólo La Luz y La Paz pueden llevarlos a conocer el reino de Dios en la tierra. Sólo aquel que tiene a Dios vivo en sí, puede hablar con conocimiento: los otros sólo intelectualizan la palabra Jesús, y hablan de lo que no conocen. Sólo aquel en que Jesús está dentro de él y Él dentro suyo puede hacer de su vida una melodía divina, de sus actos una hermosa sinfonía, de sus palabras un coro de mil voces que repitan las de Aquél que sólo habla la verdad, y de sus pensamientos, el director de esa maravillosa orquesta”.
Solo para recordarles el comienzo de la oración que dice: Ven Espíritu Santo aquí, hágase tu Luz en mi, abre mi mente… y no puedo dejar de hace rles notar que el producto de la mente y el corazón, o sea los pensamientos y sentimientos, debe ser de la misma naturaleza que la luz para que ésta pueda cambiarlo, y dijimos en entregas anteriores que la luz es energía electromagnética y sabemos, según nos dice la ciencia, que los pensamientos son eléctricos y los sentimientos magnéticos. Entonces, digo yo, ¿no será que nuestra principal fuente de luz, el sol por Dios creado, contiene en ella información codificada? Pregunto, ¿no será además, la razón por la cual los pueblos antiguos adoraban al Sol?
Según el biólogo suizo Hans Jenny, un organismo vivo sólo puede evolucionar hacia algo superior cuando recibe un rayo de luz desde el exterior. Nuevamente quiero interpretar que ese rayo que incide en ese organismo trae una información codificada que modifica el código de su ADN para hacerlo evolucionar. Perteneciendo todos a la misma Creación Divina, recibimos infinidad de rayos de diferentes frecuencias de luz desde el cosmos para nuestra evolución. Aprovechemos esta oportunidad que nos brinda el cielo y absorbamos conscientemente la luz que nos están enviando para ayudarnos a evolucionar hacia ser una mejor persona, hacia ser un ser superior sin anteponer prejuicios con una mente y un corazón abiertos. Al hacerlo no hacemos daño a nada ni a nadie y por el contrario, podemos hacer mucho bien, especialmente a nosotros mismos.
Colabora
Graciela
del Carmen
Zaimakis de Abraham
Escritora
* Escuela de Pensamiento en Facebook.