Para un país al que le cuesta muchísimo tomar nota de su pasado para cambiar el presente y proyectar un futuro más o menos promisorio, siempre es conveniente identificar los momentos en los que se producen los quiebres. Establecer los contextos, identificar a las personas y evaluar sus decisiones se vuelve fundamental para saber por dónde no hay que ir y, más importante quizás, con quienes no hay que ir.
Es difuso en este caso marcar el punto de partida de una crisis que se nutre de años de recesión, altos niveles inflacionarios y creciente desequilibrio fiscal.
Seguramente se pueden advertir momentos clave que aceleran la velocidad de la crisis. Un préstamo sideral del peor prestamista de todos los tiempos para fines poco claros, una pandemia global, internas políticas, por nombrar algunos…
Decisiones que se tomaron, imponderables, cada uno de esos eventos en su tiempo y con sus protagonistas determinaron una nueva fase de una crisis que madura desde antes y que, en definitiva, ligamos casi todos.
Más acá en el tiempo es identificable el momento en el que la crisis se agrandó tomó una velocidad peligrosa. Fue en junio pasado que le hicieron saber al entonces ministro Martín Guzmán que ya no había más crédito en pesos. Desde entonces el vértigo se sintió con más fuerza.
El Índice de Precios al Consumidor, el valor del dólar, el deterioro del poder adquisitivo de los argentinos, todo comenzó a desmadrarse más rápido y el surgimiento de Silvina Batakis nada significó para la inercia de la crisis. De hecho, son cada vez más fuertes los rumores acerca de recurrir a la figura de un “superministro” que abroquele a todas las áreas vinculadas a la economía.
La nueva velocidad de la crisis requiere de mucha técnica y soluciones de fondo. De otra forma sólo se estarán estableciendo nuevos argumentos para acelerar el desmadre que, por el momento, se sigue desarrollando sin obstáculos.
La inflación de julio será récord para el año y para los últimos años. Un duro golpe para la imagen del Gobierno, de la clase política en su conjunto y para la sociedad que, en definitiva, es la única que se sacrifica.