“Cumplimos 35 años ayudando a mejorar la calidad de educación de miles de niños. Desgraciadamente el virus frustró nuestra tarea de entregar en mano todo lo que recolectamos para ellos. De todos modos, a principios de 2020 cargamos un semi y viajamos a cumplir nuestra misión, pero fue tan raro hacerlo con barbijo y con tanto cuidado”, manifestó Mirna Cesario, una voluntaria de la localidad bonaerense de Boulogne, que, junto a Anita, su mamá, se ocupa de paliar las necesidades de las familias más vulnerables de las provincias de Salta y Misiones.
Esta tarea tan loable es nucleada a través de la Asociación Civil sin fines de lucro “Sumando Solidaridad”, compuesta en su mayoría, por amigos de la familia, que brindan tiempo y dinero para que la obra pueda avanzar y permita lograr tanta asistencia. De esta manera, “seguimos apostando a la educación, que es la única salida para nuestro país”, declararon.
“A principios de 2020 fue el último viaje presencial. Después de ese encuentro, Víctor Bruchon, un maestro jubilado, amigo de muchos años, es nuestro ojos y manos en Misiones”, contó Mirna, al tiempo que recordó que “mis padres nunca tuvieron plata, pero siempre daban una mano a quien la necesitaba”.
Recordó que todo comenzó un 14 de marzo, que es el Día Nacional de Escuelas de Frontera, cuando un diario salteño publicó una nota a un maestro que contó las necesidades con las que tenía que lidiar diariamente.
“Lo vimos con mi madre y no dudamos en dar una mano. Siempre nos gustaron los chicos, pero siempre queríamos hacer algo más, no de a uno, que te tocaba el timbre o la puerta de la casa. Así que, sin tener depósito, sin tener cobertura, nada, empezamos a llamar a amigos, parientes, que juntaran juguetes, ropa, útiles y, al poco tiempo, las cajas estaban en los garajes listas para llevar”, contó.
Así, se largaron a Salta. Aunque, al decir de Mirna, la primera vez fue “un desastre porque tuvimos que estar durante horas en medio de los cerros, andar en mula durante siete horas, para llegar a la escuela ya de noche. Después, nos vio el director de una asociación internacional y nos prestó el depósito durante 18 años. A veces lo teníamos hasta la mitad, otras, lleno de cosas que juntábamos. También alquilamos durante varios años. Muchas veces fue Andes, una compañía aérea, que nos acercó paquetes hasta Misiones o Salta, de manera gratuita. Otra empresa nos donaba dos semis por año, nosotras íbamos con el mismo camión, y así llegábamos a Formosa, a Jujuy, a Misiones”, agregó.
Confió que, a Misiones, “mamá la conoció primero que yo. Ella iba con el camionero y alguna otra persona para que le diera una mano en la repartija. Así como nos pasó en Salta, en medio de los cerros, en Misiones conocimos a maestros que se juegan el todo por el todo por los chicos. Y las criaturas nos traían florcitas de la selva como una manera de agradecer porque le habíamos dado las zapatillas nuevas o los juguetes, y empezamos a entablar una amistad con ellos”.
“Son años enteros de amigos, de directores que están jubilados, que tienen hijas docentes, nos recibieron tan bien ahí que nos sentimos muy cómodas, aunque por parte del Gobierno no nos dieron ni el saludo. Pero tratamos que no se enteren porque donde se mete la política, se pudre todo. Nos arreglamos entre todos para juntar, y ya se hizo una cadena. Ya cumplimos 35 años. Es una vida de entrega, con experiencias en todos lados”, celebró.
En los últimos doce años la Asociación “Sumando Solidaridad” se ocupa de asistir solamente a los niños de Misiones y de Salta. Y con tantos años de experiencia acumulados, “está todo articulado”. En Salta realizan las entregas a través de Gendarmería Nacional y hace tres años comenzaron a trabajar también con los Escuadrones de Misiones. “Es que muchas veces llamamos a un amigo y tenía la camioneta rota, el otro estaba enfermo, la carga iba llegando y no teníamos como distribuirla. A veces alguna municipalidad nos daba una mano y otra sólo busca la propaganda. Entonces, ante esa situación, busqué contactos en Gendarmería y trabajamos de esa manera. Así, en 2019 usamos de base a una escuela, descargamos un semi, vino personal del Escuadrón X Eldorado y nos ayudó a descargar y a cargar en móviles más pequeños. Para no hacernos lío, separamos las cajas por el color de las cintas de embalaje (rojo, verde, azul). Cuando se cargaba, lo iban poniendo por color. Después con camiones más chicos nos metíamos en medio de la nada, o en el monte”, ejemplificó.
Eternamente agradecidos
Al referirse a la constante colaboración que recibe la asociación, Mirna comentó que “una petrolera nos donaba combustible; otra empresa, al enterarse el motivo de la acción, nos hacía una rebaja al momento del traslado. Y cuando juntamos dinero para construir un aula, no puedo llevar materiales desde acá, entonces llamamos a algunos corralones y cuando les contamos lo que estamos haciendo, por pagar al contado nos descuentan bastante también”.
Cuando pide colaboración a una librería, “le tengo que decir dame tanto de esto, tanto de lo otro, así podemos completar todo. La mayoría de las veces les damos las zapatillas y las medias nuevas, los útiles nuevos, y juguetes usados, pero en perfecto estado. Nunca vamos a mandar algo rajado, roto o un oso que le falte un ojo. Los peluches que no están en condiciones los lavamos, perfumamos y hasta le ponemos un moñito en el cuello para que quede lindo”.
Mirna puede dedicarse a esta actividad en un 100% gracias a que una Fundación afronta el sueldo que le demandaba limpiar siete casas. “Limpiaba casas por hora, y me jubilé hace tres años. Después del trabajo me quedaba hasta altas horas de la noche en el depósito, junto a mi madre, y los domingos, todo el día, para poder llegar con los pedidos en tiempo y forma. Le conté a los miembros de la fundación lo que ganaba limpiando las siete casas y ellos me dan ese dinero para que dejara la tarea doméstica y me dedicara full time a esto”.
Añadió que con el virus se complicó todo, “pero vivo de la jubilación y de la ayuda que me dan para que no tenga que estar limpiando casas y utilice ese tiempo para hacer las cajas y comprar las zapatillas nuevas, porque te lleva mucho tiempo. Hay una fábrica que nos hace buenos descuentos, pero está a 45 kilómetros de mi casa, entonces viene una amiga desde Pacheco, me lleva, cargamos las cosas, las llevamos al depósito, las descargamos, y así”.
De los juguetes se ocupa otra amiga que también es integrante de “Sumando Solidaridad”. Ella con los hijos, la hermana y los sobrinos, hacen los paquetitos con moño para cada chico después que Mirna les entrega la lista. Es que consideran que “no es lo mismo abrir una caja y entregar el contenido así nomás. Los útiles a veces entregamos con nombre y apellido porque tenemos la lista que nos envían de las distintas escuelas. Cuando no podemos porque ella está con muchas cosas, lo ponemos todo en una caja, en el lugar de destino se pone todo en un pupitre y la maestra se encarga de repartir. No es lo mismo lo que usa un chico de séptimo que uno de jardín de infantes”, apuntó.
Para abaratar costos, “traemos la leche desde Santa Fe y desde acá mandamos los bolsones. También hay un laboratorio que nos dona dulce de leche, dulce de membrillo y leche en polvo. Los empleados juntan un alimento y un juguete. El dueño de ese laboratorio viajó conmigo desde 1998 a poner paneles de energía solar en medio de los cerros así que sabe de lo que le hablo, confía y nos dona todo lo que puede”, graficó.
Mientras se pueda
Madre e hija aseguraron que “nos hace muy felices hacer esto. Ver la carita de los chicos, contentos, no tiene precio. Lo vi en Misiones, en medio de la nada, que los nenes apretaban las zapatillas y nos decían, pero ¿es mía?, ¿me la puedo quedar o la uso y la tengo que devolver? No, es para vos, para que vengas a la escuela en zapatillas, les contestábamos. Y cosas así. Lo mismo pasaba cuando llegábamos con juguetes y dos o tres alumnos cumplían años esa semana. Así que se mostraban felices con lo que llevábamos. Con la bicicleta pasa lo mismo, hay criaturas que caminan muchísimo entonces llevamos alguna pero también dejábamos para cada una el inflador, el parche, los gomines, porque si en un lugar así se le pincha no puede hacer nada. Le damos completo y al maestro le dejábamos algo por las dudas”.
Además, “nos matábamos de risa de lo que pasaba con las pelotas de futbol, porque si llevábamos de Boca, los de River se quedaban mirando y haciendo puchero, así que optamos por negras y blancas o celestes y blancas. En esos patios salen a jugar todos, nenas y varones”.
Ambas entienden que ayudar a los chicos “es lo más lindo, además seguimos apostando a la educación a full porque esto es lo único que va a sacar al país adelante. Mientras se pueda, seguiremos. En un primer momento, tuvimos que constituir una asociación civil para poder pedir dinero y nos obligaban que seamos doce. Incorporamos a doce amigos, aunque para cargar vienen muchos más”.
La gente sigue colaborando “porque nos conoce desde hace muchísimos años. La mayoría vino al depósito alguna vez para darnos una mano, a clasificar ropas, a acomodar cajas, entonces sabe que llega, que luego ven en las fotos los peluches del hijo, el mueblo o la heladera. A veces lo que falta o cuesta es juntar el dinero para comprar las zapatillas porque si bien nos dejan a 500 pesos cada par, tenemos que reunir la plata para poder comprar para todos. Solemos adquirir más de mil al año, pero el año pasado conseguimos para 510 chicos. Para dar solo un juguete a una escuela, ni me meto. Queremos llegar con alimentos, útiles”, justificó, al tiempo que adelantó que “estamos construyendo un aula en Colonia Flora. Compramos los materiales, pero no pagamos la mano de obra así que espero que el municipio de Jardín América se ocupe, aunque nos dijeron que esperáramos un poco”.
En ocasiones los llamaban desde las escuelas de Buenos Aires, anunciando que cambiaron los bancos y les donaban 50 o 60, que ocupan un semi completo. “Eso no lo hacemos más. Antes mandábamos pinturas, muebles, heladeras. Ahora nos ocupamos de los chicos con zapatillas, útiles, alimentos, ropas, los juguetes y alguna que otra excepción como una bicicleta”, subrayó la mujer, que no tiene hijos, y cuya madre es viuda desde hace 33 años.
“Empecé con mi papá, le metíamos todo en el baúl del auto, íbamos al depósito a descargar. Y seguimos con esto. Mamá, con 92 años, sigue haciendo bufandas para los chicos de una escuela, sigue activa, a full”, sentenció.
Por las escuelas de la Tierra Colorada
En la ciudad de Eldorado visitaron el NENI N° 2027; en 9 de Julio, extensión N° 171, N° 520 y N° 104; en Santiago de Liniers, extensión N° 928, N° 760, N° 427 y N° 508; Escuela Rural de Colonia Oasis; Escuela N° 268 “Ricardo Rojas”, de Puerto Tabay; Escuela Bilingüe N° 948 “Ñamandú” de colonia Cuña Pirú; Escuela Rural de Belo Horizonte, sobre la ruta provincial N° 7. Además de dejar una donación importante, el último establecimiento mencionado sirvió de base para descargar el semi y hacer el reparto correspondiente con la ayuda del personal del Escuadrón X “Eldorado” de Gendarmería Nacional, la Municipalidad de Ruiz de Montoya y la empresa El Vasco.
Como al semi se le dificultaba ingresar por los estrechos caminos de tierra, había que separar las cajas marcadas con cintas de colores y trasladarlas en vehículos más pequeños. Para lograr este cometido, fueron meses intensos de trabajo en el depósito de Munro “porque no todas las escuelas necesitaban lo mismo. Eran en total 823 niños y sus familias”, dijo Mirna.
Se llevaron heladeras, televisores, cocinas, escritorios, calesitas, hamacas, alimentos, vajilla, calzados y ropas para padres y alumnos, útiles escolares, juguetes, juegos didácticos, pelotas de fútbol, mesa de ping pong, muebles diversos, medicamentos, silla de ruedas especial, pañales, ropa de cama, una camilla completa y uniformes para el Centro de Salud de Ruiz de Montoya. También colchones, mesas, sillas, máquinas de coser, telas, costureros, bicicletas, un compresor, herramientas para la huerta, aire acondicionado de 5.000 frigorías para Colonia Oasis, y golosinas, entre otros.