POSADAS Y OBERÁ. Hugo no recuerda muchas de las cosas que pasaron después. Sin embargo, difícilmente pueda olvidar lo que le sucedió en la madrugada del sábado 10 de marzo de 2012. Ese día, una patota lo atacó con fines de robo en inmediaciones de Parque Adam y le provocó una grave herida que lo dejó nueve días en coma.“Estoy vivo de milagro, lo comprendo recién ahora”, dice el hombre que volvió de la muerte en un abrir y cerrar de ojos. Hace menos de una semana todavía estaba internado en terapia intensiva. Ahora, se recupera junto a sus seres queridos en Oberá, donde recibió la visita de PRIMERA EDICIÓN.Allí, mientras recibe el afecto de Silvana, su esposa, y de sus hijos, Hugo Schunke debe definir si regresa a Posadas para continuar sus labores en la empresa constructora para la que se desempeñaba hasta que casi lo matan. No es una tarea sencilla. Primero, debe superar el miedo que lo aborda cada vez que recuerda a esas quince sombras que, por minutos, fueron dueños de su vida.Salvaje agresiónLa vida de Schunke cambió para siempre el pasado sábado 10 de marzo. Ya era de noche cuando el obereño y dos compañeros de la firma constructora para la que trabaja -la misma que lleva adelante la construcción de la flamante avenida costanera, futuro acceso sur- se dirigieron a un cumpleaños en la zona de Parque Adám.Cerca de las 4, los trabajadores decidieron regresar al obraje a descansar. El campamento de la empresa, que los empleados del interior como Schunke ocupan hasta finalizar la obra, queda a pocas cuadras, en la intersección de López Torres y Bustamante.“Íbamos caminando por una avenida, donde hay una canchita, cuando salieron unas quince personas de entre las casillas y nos rodearon. Gritaban ‘la billetera, la billetera’ y no nos dejaron avanzar”, rememora Hugo sobre el lugar del hecho, allí donde la avenida López Torres se bifurca y se transforma en una sola mano que atraviesa un sector de viviendas humildes que rodean una cancha de fútbol. El oscuro sector, cerca de Buchardo, es perfecto para una emboscada.Rodeados, a los hombres no les quedó más que escapar por la cancha hacia el centro del asentamiento, buscando una salida por el flamante tramo recientemente inaugurado de la avenida costanera. Fue en ese interín que Schunke sufrió una gravísima lesión.“Como no podíamos seguir ni volver por donde habíamos venido, avanzamos hacia el lado de la villa. Entonces, sentí como un piedrazo, pero no llegué a caer”, recuerda la víctima, que de esa manera descartó haber sido golpeado con una manopla de hierro, como había trascendido en un principio.Pese al violento impacto que sufrió en la parte derecha del cráneo, la adrenalina ocultó por algunos segundos el dolor y Hugo y sus compañeros llegaron hasta la avenida costanera, pero eso no fue suficiente: “Salimos al asfalto y saltamos hacia las vías del tren, pero ellos nos seguían por la costanera. Estuvieron detrás nuestro hasta cerca del obrador”. El violento grupo, sediento de dinero, recién dejó en paz a los obreros a pocas cuadras del campamento.Cuando por fin pudieron liberarse de sus perseguidores, Hugo comenzó a marearse y a sentirse mal. “Llegué al obrador, me lavé la cara y le golpeé la puerta a un compañero. Después, ya no me acuerdo más nada”, dice el obereño, que se desvaneció y fue trasladado por sus compañeros hasta el Hospital Escuela de Agudos Ramón Madariaga.Un verdadero milagroTras las primeras curaciones, Hugo Schunke fue trasladado del centro asistencial público a un sanatorio privado del centro de la capital provincial en estado desesperante. Los médicos confirmaron que había sufrido hundimiento y fractura de cráneo y que las chances de vida no eran muchas.“Está en manos de Dios”, había dicho Silvana Cabañas (35), su esposa, en declaraciones exclusivas que este medio reprodujo el miércoles 14 de marzo, mientras aguardaba con esperanza.Schunke permaneció internado nueve días en estado de coma. En esas largas jornadas, los médicos y su familia esperaron lo peor, pero la fortaleza del obrero le permitió salir del pozo y volver a la vida.“Me sacaron una porción del cráneo similar en tamaño a la palma de mi mano. Ahora estoy esperando las últimas novedades, porque me van a tener que operar de nuevo para ponerme platino”, cuenta desde su casa, menos de un mes después del hecho, y mientras muestra el parietal derecho, literalmente costurado por los médicos en la riesgosa intervención quirúrgica que lo mantuvo, en total, catorce días en terapia intensiva. No hace falta ser especialista en medicina para darse cuenta que el hombre está vivo de milagro.“No sé cómo hicimos para escapar. Es una zona complicada y nosotros veníamos caminando como gente civilizada”, reitera Schunke, consciente de que también contó con fortuna a la hora de escabullirse y evitar que el grupo de jóvenes le diera muerte en el mismo lugar donde recibió el impacto. Todo, reflexiona, “por los treinta pesos que en ese momento llevaba en mi billetera, que no llegaron a sacarme”.El brutal ataque le dejó secuelas físicas que Hugo no podrá ocultar. También, el terror de regresar a la capital provincial a trabajar, algo que -asegura- pensará dos veces: “por ahora tengo que recuperarme, pero si me dan la posibilidad de volver, lo voy a pensar, porque tengo miedo, me da un poco de temor volver a Posadas. Recién ahora me percaté que estoy vivo de milagro”.
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