POSADAS. “No es fácil doctora, lo que yo viví no es fácil”, habría dicho Sebastián Sosa mientras gotas de lágrimas surcaban sus mejillas. Lo dijo de cara a su abogada, Rosa Gladis Fontana, en el preciso momento en que era liberado en los estrados del Juzgado de Instrucción 3 de San Vicente.Este hombre sobrevivió a la balacera policial registrada el sábado 10 de marzo en un establecimiento forestal del Instituto de Previsión Social (IPS), en San Vicente, donde una patrulla de la comisaría Primera acudió en respuesta a una denuncia por robo de madera nativa. En medio del tiroteo cayó abatido su amigo Juan Pereyra Da Rosa, alcanzado por un proyectil, presumiblemente de una pistola nueve milímetros, que le habría atravesado el pulmón y otros órganos vitales.El deceso, consignaron los forenses, se produjo en el acto. La Justicia consideró que no había pruebas suficientemente sólidas para mantener preso a Sosa y dictó la falta de mérito en su favor, aunque seguirá supeditado al futuro de la investigación.Sosa se encuentra imputado del delito de “robo calificado -NdR: por el uso de arma de fuego- seguido de muerte”. Esa calificación fue elaborada a partir del informe policial, que indicó que la patrulla fue recibida a balazos ni bien arribó al predio del IPS, aquella noche del 10 de marzo pasado.Esa versión oficial, justamente, es investigada por la Justicia. Hay sólidos indicios de que pudo haberse tratado de un caso de “gatillo fácil”.En su momento, al prestar declaración indagatoria ante el juez de la causa, Sosa contó que escuchó “más de diez disparos” y que la Policía “tiró a matar”.Además, mencionó un dato clave: él y Juan Pereyra Da Rosa fueron encandilados por los faros de la camioneta de la que, presumiblemente, descendieron los cuatro integrantes de la comisaría seccional Primera.Y agregó que no podía afirmar que fueran policías, porque las luces lo cegaron. “A la postre resulta inverosímil que abrieran fuego contra un móvil al que no pudieron distinguir como de la Policía. Además, no se identificaron como policías”, indicó a este diario una fuente de la causa.La Justicia aguarda los resultados de las pericias balísticas para avanzar en la causa y poder determinar, en forma indubitable, cuántas armas dispararon y a qué policías pertenecían.La arista extraña de la causa tiene relación con la inspección ocular realizada en el escenario de los hechos, donde no se encontró una sola vaina servida, situación que pareciera constatar con la versión dada por Sosa, acerca de la decena de disparos efectuados por los uniformados.Con la falta de mérito dictada a Sosa pareciera desmoronarse aún más la coartada de los uniformados, porque la Justicia no halló pruebas suficientes para procesar a Sosa por los delitos de “robo calificado seguido de muerte”.Por ende, no está acreditado, siquiera en grado de probabilidad, como exige la primera instancia de investigación, que efectivamente haya intervenido en el supuesto robo de madera nativa y mucho menos, en el hipotético ataque a balazos contra los uniformados. Llegó el resultado de la autopsiaVeinticuatro días después del hecho se incorporó ayer el resultado de la autopsia efectuada al cuerpo de quien en vida fuera Juan Pereyra Da Rosa.El mismo determinó que el deceso de este hombre se produjo como consecuencia de un proyectil de arma de fuego que atravesó el pulmón y dañó otros órganos vitales.Da Rosa pereció en el acto, indicaron los forenses.Lo que aún no se pudo determinar, porque al parecer el proyectil no quedó alojado en el cuerpo, fue el calibre del mismo, un dato clave para confirmar si salió, o no, de una de las pistolas de los policías de la comisaría Primera de San Vicente.Hasta aquí, lo único que se sabe, extraoficialmente, es que los tiros provinieron de las armas de uno o más uniformados.En cuanto a Da Rosa y Sosa, los investigadores no encontraron armas de fuego en su poder. El resultado de la prueba de parafina, si bien orientativa, dio negativo en ambos, por lo que se presume que no dispararon. Sebastián Sosa “Teníamos solo un machete”SAN VICENTE (Corresponsalía). Sebastián Sosa (46) estuvo más de veinte días en prisión bajo sospecha de integrar una banda que ingresó a robar madera en un establecimiento privado y de estar involucrado en la muerte de su amigo, Juan Pereyra Da Rosa. A tan solo horas de recuperar su libertad, Sebastián recibió a PRIMERA EDICIÓN y afirmó que al momento del hecho “no teníamos armas de fuego, tan solo un machete. La noche en que ocurrió la muerte de Juan la Policía no se identificó y si lo hubieran hecho, nos tirábamos al piso y no iba a suceder esta tragedia. Nos asustamos porque no nos percatamos de que era la Policía, tan solo vimos luces que nos encandilaban y escuchamos dos tiros que pasaban por encima nuestro, nos asustamos y corrimos. Mientras nos dirigíamos hacia una arboleda una de las balas, porque escuché que dispararon unas diez veces, alcanzó a mi amigo, que cayó all suelo”. Luego Sebastián, quien se domicilia a la altura del Kilómetro 1.263 de la ruta nacional 14, a unos mil metros del lugar donde sucedió el lamentable episodio, agregó que “esa noche, poco antes de las 22, Juan (la víctima) fue a visitarme y me insistió para ir a cazar, pese a que le dije que no tenía pilas para la linterna. Todos los fines de semana íbamos a ver si ‘agarrábamos algún tatú’, para eso ingresábamos por el predio del IPS y de ahí caminábamos por una zona de monte hasta llegar a un lugar donde sabíamos que había este tipo de animales. Juan me convenció al decirme que la visibilidad del claro de luna era suficiente, teníamos solo un machete, no llevamos armas de fuego. Al cabo de un rato, a las 22.10, decidimos regresar porque no había movimiento de tatú en la zona. Caminamos hasta el borde de la propiedad y ahí nos cruzamos con una moto blanca y escuchamos ruido de tractores al fondo. Juan me dijo ‘acá hay algo raro, vamos por qué va a venir la policia’. En esos instantes una camioneta prendió sus luces y nos encandiló, no nos percatamos que era un móvil policial. Se abrieron las dos puertas y sin identificarse comenzaron a disparar, escuchamos dos disparos por encima nuestro, entonces corrimos hacia u
n costado, hacia unos árboles y ahí fue cuando escuché que efectuaban unos diez tiros. Mi amigo cayó y yo corrí hacia mi casa. Al otro día me detuvieron sin causa alguna, no sé por qué la Policía actuó tan deliberadamente”.
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