Hace exactamente un año que el puente flotante une la comunidad mbya guaraní Chafariz con la Escuela 905 y la Secundaria Rural se hizo realidad. La imagen de los niños cruzando el arroyo Chafariz a nado para asistir a la escuela impactó a los argentinos y, después de diez años de indiferencia, el Gobierno provincial por fin construyó el año pasado el puente flotante. La promesa de hacer otro puente para tránsito vehicular solo quedó en un anuncio mediático. Pero el puente peatonal cambió drásticamente la realidad de los guaraníes de Chafariz e impactó en la asistencia a clases y en el rendimiento de los 46 alumnos mbya que asisten a la 905. Según contó a PRIMERA EDICIÓN el director de esa escuela, Diego Carballo, los chicos ya no faltan cada vez que llueve y crece el arroyo y eso se nota en el aprendizaje. Antes, como pasó en 2016, los más pequeños se ausentaban durante semanas. La maestra poco podía avanzar cuando faltaba la mitad del grado por lo que la situación repercutía en todos, especialmente en los que no podían llegar a la escuela. Además, durante este invierno, los niños se enfermaron menos porque ya no debieron mojarse en el arroyo. Y ya no están expuestos al peligro de que los lleve la corriente del arroyo “nos preocupábamos mucho por ellos cuando estaba crecido el arroyo, nunca se ahogó ninguno pero tuvimos varios sustos”, contó el cacique de Chafariz, Vicente Méndez. La comunidad guaraní logró también el año pasado que la empresa de electricidad les llevara el cable de luz hasta la aldea (el tendido estuvo durante 30 años a solo 700 metros). Lo cierto es que la única conexión oficial es la que se realizó en el aula satélite que se creó el año pasado para que asistan los niños de la aldea al Nivel Inicial. Las familias mbya debieron conseguirse sus propios cables y engancharse a esta conexión para poder alimentar los pocos artefactos eléctricos que tienen. “Algunas familias todavía no tienen luz porque no pudieron comprar el cable”, confió el cacique. Para acceder al servicio de agua segura falta poco o, mejor dicho, apenas una decisión política pues ya les hicieron la perforación e incluso llevaron la bomba. Solo resta que se haga la conexión. El problema es que hace cuatro meses que esperan que los operarios de EMSA cumplan con esa tarea. Mientras tanto, las 26 familias de Chafariz continúan bebiendo el agua de una vertiente cercana. El desafío de los docentes El director de la 905 señaló que el principal desafío en esa escuela es enseñarles el idioma castellano. Al escuchar a los chicos hablar entre ellos, es fácil darse cuenta el motivo de esta aseveración. Entre los chicos se pueden ver dos características diferenciales, los guaraníes con sus cabellos oscuros, piel más trigueña y ojos oscuros; y los hijos de los colonos, casi todos rubios, de tez muy blanca y ojos claros. Unos hablan mbya guaraní y los otros portuñol. Incluso los guaraníes aprender a hablar portuñol antes que el castellano.“El idioma es nuestra mayor riqueza y también nuestra mayor dificultad. En esta zona, es como si el castellano fuera el idioma extranjero”, indicó el director. Pese a eso, solo cuenta con dos auxiliares docentes guaraníes, uno para secundaria (Vicente Méndez) y otro para primaria (Antonia Duarte, ahora de licencia por maternidad). “La ley dice que debería haber un auxiliar por cada maestro, pero tenemos uno solo para toda la primaria; no pedimos que nombren a cuatro auxiliares pero al menos que nos pongan uno más, para tener en cada turno de la primaria. Tampoco tenemos auxiliar en Nivel Inicial, donde la maestra (Carolina Olmedo) tiene que arreglarse con niños que no entienden nada castellano… a veces la ayudan algunas madres”, contó el director. A falta de un profesor de educación física, los maestros se las ingenian para que sus alumnos accedan igual a las prácticas deportivas, “sabemos que no es lo mismo, pero tratamos de enseñarles las distintas disciplinas deportivas”, admitió el director. Tampoco tienen profesores de plástica, tecnología ni inglés. Integración En esta escuela rural no existen problemas de discriminación. “Si bien algunos juegos gustan más a los chicos guaraníes y otros no tanto, se los puede ver jugando juntos todos los días. Otra cosa que les gusta a todos es el tereré y el mate. Entre ellos hablan mucho el portuñol, los guaraníes lo manejan con mucha fluidez”, contó Carballo. Aparte del recreo, el momento de mayor comunión escolar es el almuerzo donde se juntan los alumnos de primaria y secundaria de ambos turnos, “nosotros le damos el desayuno, almuerzo y merienda a todos los alumnos, desde el Ministerio de Educación nos envían fondos de comedor para los chicos de primaria y nosotros gestionamos ayuda para sostener el servicio para todos los alumnos”. “Queremos jornada extendida”El director contó que la escuela tiene su propia producción de miel para el comedor, “contamos con diez colmenas que conseguimos en su momento a través de un proyecto. Hicimos talleres de apicultura, incluso dos de nuestros maestros auxiliares son peritos apicultores porque le pagamos el curso durante dos años; son ellos los que manejan las colmenas”. También tienen una huerta.Carballo recordó que solicitaron ante el CGE que los acompañen con horas cátedras para poder ofrecer un taller de apicultura en la escuela, “un año entero hicimos este taller, con muy buenos resultados, pero no podemos pretender que los docentes sigan trabajando sin cobrar nada. Lamentablemente no conseguimos el apoyo del CGE, porque era una muy buena oferta de formación para los alumnos de séptimo grado”.También tenían un taller de huerta orgánica, vivero forestal, carpintería, costura, artesanía guaraní y otro de recreación donde ofrecían fútbol y taekwondo (una alumna guaraní llegó a consagrarse subcampeona nacional en los Juegos Evita), “estos proyectos los financiamos nosotros todo el tiempo que pudimos pero no logramos que el CGE nos acompañe para darles continuidad. Incluso pedimos pasar a tener jornada extendida o completa para volver a ofrecer estos talleres, pero todavía no lo aprobaron”.
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