Con la llegada de la primavera y las primeras lluvias, las hormigas podadoras reanudan su frenética actividad. Las temperaturas elevadas estimulan su reproducción y expansión, lo que explica por qué los ataques a las huertas caseras, jardines y viveros se intensifican entre octubre y marzo.
Estas hormigas -pertenecientes principalmente a los géneros Atta y Acromyrmex- cortan fragmentos de hojas y brotes tiernos que no consumen directamente, sino que utilizan para cultivar un hongo subterráneo que constituye su único alimento. De ahí su nombre común de “podadoras” o “cortadoras de hojas”. Este sistema simbiótico las convierte en una de las plagas más persistentes y difíciles de erradicar del ámbito doméstico.
“Una sola colonia de Atta sexdens puede defoliar un árbol frutal joven en cuestión de horas”, advierte el ingeniero agrónomo misionero Gustavo Gini, especialista en manejo de plagas urbanas. “Pero no se trata de exterminarlas, sino de controlar su expansión sin alterar el equilibrio ecológico del suelo”.
Daños visibles y subterráneos
Las podadoras cortan hojas, flores y brotes de casi cualquier especie vegetal, desde plantines de hortalizas hasta frutales y ornamentales. Los trozos son transportados al interior del nido, que puede alcanzar varios metros de profundidad y albergar millones de individuos organizados en castas: obreras, soldados, jardineras y una reina longeva que puede vivir más de una década.
Además del daño visible sobre el follaje, las hormigas alteran la estructura del suelo con sus túneles, afectando el drenaje y la estabilidad de las raíces. En huertas pequeñas, esto puede comprometer la productividad durante toda la temporada.
Por estas razones, los especialistas recomiendan actuar preventivamente en septiembre y octubre, antes de que las colonias alcancen su pico de actividad.
Estrategias de control
Existen alternativas eficaces y seguras que evitan el uso de insecticidas químicos, los cuales suelen contaminar el suelo, las napas de agua y afectar insectos benéficos como las abejas o las mariquitas.
• 1. Cebos caseros de arroz y sulfato de cobre. Una práctica tradicional en el litoral consiste en utilizar granos de arroz impregnados con una solución diluida de sulfato de cobre. Las hormigas transportan el arroz al nido, donde el cobre interfiere en el crecimiento del hongo que cultivan, debilitando así la colonia desde adentro.
• 2. Trampas con miel o cáscaras cítricas. Los cebos elaborados con miel, cáscara de naranja o limón y un poco de bórax en polvo resultan muy eficaces. El bórax actúa lentamente y se distribuye en el hormiguero sin generar rechazo inmediato.
• 3. Control biológico con hongos antagonistas. En los últimos años, el Beauveria bassiana y el Metarhizium anisopliae -hongos entomopatógenos naturales- se han popularizado como bioinsecticidas. Estos microorganismos atacan a las obreras y reducen progresivamente la población del nido. En Misiones, el Instituto de Biotecnología Agroforestal de la UNaM desarrolló cepas locales adaptadas al clima subtropical, disponibles en formulaciones comerciales.
• 4. Uso de hongos de cítricos (Penicillium spp.). El macerado de frutos cítricos infectados con hongos verdes o azulados (Penicillium italicum y P. digitatum) puede emplearse para regar los accesos del hormiguero. Estas esporas compiten con el hongo simbionte de las hormigas, forzando a la colonia a migrar. Aunque su eficacia es variable, representa un método biológico de bajo costo.
Medidas preventivas
La prevención es tan importante como el control directo. Los especialistas recomiendan mantener la superficie del terreno limpia de restos vegetales, evitar la acumulación de material orgánico cerca de los canteros y observar regularmente la presencia de caminos o montículos frescos de tierra, señales de actividad reciente.
Otra medida simple consiste en aplicar barreras físicas: un anillo de cal o ceniza alrededor de las plantas sensibles, o cintas adhesivas en los troncos, impiden el ascenso de las obreras recolectoras. También se aconseja intercalar plantas repelentes como la lavanda, el romero o la menta, que emiten aromas desagradables para las hormigas.
En huertas comunitarias o escolares, es útil promover jornadas de detección temprana y educación ambiental, enseñando a distinguir entre especies benéficas (como las Linepithema humile, conocidas como hormigas argentinas, que no cortan hojas) y las verdaderas podadoras.
Un equilibrio necesario
Eliminar completamente las hormigas no es recomendable: cumplen funciones ecológicas clave, como airear el suelo y dispersar semillas. El desafío está en mantener un equilibrio entre la biodiversidad y la producción hortícola. “Controlar no es sinónimo de erradicar”, resume Gini. “Podemos convivir con ellas si entendemos su biología y actuamos con constancia. Los métodos naturales funcionan, pero requieren observación y paciencia”.
Así, entre el ingenio casero y la ciencia aplicada, la lucha contra las hormigas podadoras se convierte en una tarea de manejo integrado que combina conocimiento, prevención y respeto por el ambiente.





