Rodrigo Sosa, el joven músico oriundo de Aristóbulo del Valle, Misiones, recientemente hizo historia al convertirse en el primer extranjero en obtener el Gran Premio Cubadisco, el máximo galardón de la industria discográfica cubana.
Lo logró con “Olokun”, un álbum que representa un hito en su carrera y también en la historia del instrumento que lo acompaña desde la infancia, en su pueblo natal: la quena. El reconocimiento “no solo celebra una obra musical excepcional, sino también el cruce de culturas, lenguajes sonoros y espiritualidades”, mencionó la crítica especializada.
Pero su historia de vida y aprendizaje espiritual y musical a lo largo de su infancia en Misiones y su vida adulta ya en Cuba, fue lo que estructuró la comuna vertebral de la entrevista que brindó a PRIMERA EDICIÓN durante un breve espacio que hizo en su agenda durante una visita que hizo a su familia en la tierra colorada.
Puente entre Cuba y Argentina
El relato de vida de Rodrigo Sosa, siempre estuvo trazado en la conexión de la música con su alma, contó.
El joven aprendió a tocar la quena siendo un niño cuando un profesor de música aristobuleño descubrió tempranamente sus aptitudes; años más tarde no faltaron sus viajes a Jujuy y al norte del país, donde “vuelvo cada vez que puedo”, aseguró.
Pero, la decisión de trasladarse a Cuba a los 17 años para estudiar música en la Escuela Nacional de Arte, fue lo que cambió todo. Desde entonces, desarrolló por 20 años una sólida carrera en la isla, donde también colabora con grandes figuras dentro y fuera de ese país.
“Este disco es la síntesis de todo mi viaje (su vida con la música), desde Misiones hasta Cuba, pasando por muchas culturas”, afirmó durante la extensa y amena charla, durante la cual remarcó:
“Tengo la mitad del corazón en Cuba, pero siempre que me presento digo que soy misionero. Mis raíces están en Aristóbulo del Valle, estos cañadones, este monte son algo que llevo conmigo a todas partes”.
Más tarde, en una síntesis que hizo sobre su trayectoria, Sosa contó que llevó la quena a escenarios de China, Europa, Centroamérica y, por supuesto, Sudamérica, donde es un referente del instrumento.
Hay que recordar que, en 2023, ya había ganado un premio Cubadisco en la categoría de solista concertante con su álbum “Que Navarroca”, pero “este nuevo reconocimiento marca un antes y un después en su trayectoria”, explicó, en tanto, su productora y pareja Adriana Pazos Tacoronte, junto a quien visitó la provincia.“Hice de la quena una misión personal”, aseguró Sosa convencido.
“La quena es un instrumento muy antiguo, pero muy desconocido para el público masivo. En muchos países donde tocamos, la gente ni siquiera sabe qué es”, comentó. Para él, lograr que la quena figure en los grandes escenarios y festivales populares no es “una ambición”, sino una “batalla cultural”, amplió el joven.
“No quiero que la quena sea una cosa de gueto o de elite. Tiene el derecho, por historia, por mística y por su sonido, de ser popular, de ser masiva, de conectar con el público”, argumentó el artista, quien viene demostrando que el instrumento puede brillar en un club de jazz como en un festival callejero y “romper con los estereotipos que la asocian únicamente a la música folclórica o académica”, acotó.
Autodescubrimiento y creación
En la tranquilidad de los jardines de su hogar, donde también tocó en exclusiva para PRIMERA EDICIÓN Rodrigo habló de todo mientras sostenía con cariño y devoción algunas de sus quenas más preciadas.
Con añoranza recordó sus modestos comienzos, sus viajes, su autodescubrimiento hasta llegar a la concepción de “Olokun” que tuvo origen en una simple colaboración entre el famoso pianista cubano Roberto Fonseca y él en 2022.
Luego terminó convirtiéndose en una producción discográfica completa, resultado de un proceso de improvisación, grabaciones fragmentadas y encuentros creativos en los legendarios estudios Abdala, fundados por Silvio Rodríguez.
“El plan inicial era grabar una sola canción”, contó con una sonrisa, “pero cuando escuchamos cómo sonaba la quena con las bases de Fonseca, supimos que estábamos ante algo especial”, sonrió.
Así, sin una hoja de ruta definida pero con una visión artística y espiritual compartida, ambos músicos dieron forma a la obra, que tardó más de dos años en concretarse, debido a las apretadas agendas de ambos, pero además por la complejidad logística del proyecto.
“Hay que mencionar que uno los aspectos más salientes de la producción de “Olokun”, fue la tarea compartida Producciones Colibrí, EGREM y El Cerrito Records. Pero además cuenta con la dirección artística de Fonseca, quien compuso especialmente para Rodrigo ocho piezas originales”, señaló por otra parte, Pazos Tacoronte.
La directora de Colibrí Producciones describió cómo la quena terminó siendo la columna vertebral en todo el proceso de creación, ya que, a lo largo de las ocho composiciones que se encuentran en el disco, “es la quena la que actúa como eje melódico y espiritual, sostenida por una rica orquestación que combina percusión afrocubana, metales, piano y contrabajo, entre otros instrumentos. El resultado fue un sonido híbrido que fusiona la tradición andina con los lenguajes contemporáneos del jazz, la música afrocubana y la world music”, destacó.
“La idea fue hacer un retorno a la sonoridad de la quena desde la música andina y el pentafonismo, pero alimentándola con la música del mundo”, explicó por su parte el músico aristobuleño.
“Tiene bases andinas, pero mezcladas con mucha percusión africana y armonías propias del jazz cubano”, describió.
Ambos contaron que en algunas piezas, se ensamblan quintetos de cámara; en otras, se despliegan secciones de metales con hasta quince músicos. En todas, “la quena se impone como una voz potente y moderna, sin perder la raíz ancestral”, dijeron.
Entre los colaboradores del álbum destaca la participación de la cantante Zonia Rolin, también misionera, cuya voz aporta una dimensión poética y emocional al conjunto. En la canción “Tuareg”, la declamación en quechua del artista Kusikilla Catunta conecta la obra con las lenguas originarias y amplía aún más su campo de resonancia.
“Estas colaboraciones refuerzan la identidad multicultural del disco y lo inscriben en una narrativa de integración entre pueblos, tradiciones y espiritualidades”, explicó Pazos Tacoronte detrás de cada detalle de la obra.
El arte del álbum bajo el mar
Uno de los aspectos más comentados de “Olokun, y no podría quedar fuera de la nota fue su arte de tapa, que muestra a Rodrigo Sosa sumergido en el mar en una fotografía real tomada bajo el mar.
La producción estuvo a cargo del apneísta “Pipín” Ferreras, reconocido por sus récords mundiales en buceo libre. El trabajo implicó clases de apnea para el músico y una compleja sesión de fotografía submarina, cuyo proceso completo se documentó en un making of disponible en YouTube.
“Nada fue generado por inteligencia artificial: todo se realizó manualmente, con técnicas tradicionales y un compromiso artístico total”, resaltó Pazos Tacoronte.
“La imagen no es solo un recurso visual: tiene una profunda conexión con el concepto del disco”, enfatizó mientras contó que “Olokun” es el nombre de una deidad afrocubana “que representa el mar la sabiduría y los misterios ocultos”.
Conciertos y un nuevo álbum
El impacto de “Olokun” continúa. El próximo 14 de julio, Sosa presentará el disco en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en un concierto que marcará el cierre simbólico del ciclo iniciado hace más de dos años. En noviembre, participará en el festival Habana Clásica con un proyecto de quena barroca, interpretando a Vivaldi junto a la orquesta Liceo Mozartiano de La Habana, una de las más prestigiosas de la isla.Mientras tanto, ya trabaja en su quinto álbum de estudio, que promete una conexión aún más profunda con sus raíces argentinas.Es que, para Rodrigo Sosa, la quena no es solo un instrumento musical, sino una voz ancestral que atraviesa los tiempos. “Mi forma de tocar es una mezcla. No inventé nada. Lo que hago es conectar, fusionar, reinterpretar”, dijo durante la amena charla en los jardines de su casa, testigos vivientes de la música mientras daba la entrevista y también tocaba para este Diario. “Eso es lo que me enseñó Cuba: cómo sonar desde la raíz, pero sin miedo a los cruces”, dijo en un corte.Por último, dijo reflexivo: “No hay que tenerle miedo a la masividad. La quena tiene que estar donde está la gente. Y si el artista lo hace con respeto y con autenticidad, el instrumento tiene mucho para decir”.
Producción con respaldo total
Detrás de “Olokun” hay un sólido equipo de producción. Adriana Pazos Tacoronte, directora de Producciones Colibrí, acompañó a Sosa desde sus años de formación en la isla.
Para ella, el álbum representa un trabajo espiritual, técnico y artístico a partes iguales. “Fue un disco hecho a medida de los sueños de todos los que participamos”, señaló.
El proyecto también contó con el productor Ken Yautier y con técnicos de sonido de primer nivel como Orestes Águila, además de notas discográficas a cargo de Joaquín Bogestriana.
El álbum recibió cuatro nominaciones en Cubadisco: por arte final, sonido en ambiente controlado, notas discográficas y categoría instrumental vocal. Se alzó con dos galardones, incluido el Gran Premio, el máximo reconocimiento del certamen.