Años después de un avance nada sutil, a la vista de todos, las sociedades naturalizaron un fenómeno global que llevó a la práctica política al borde de todo entendimiento, moral y hasta legalidad.
Lo que alguna vez escandalizaba hoy apenas provoca una mueca o un meme. Dirigentes procesados por graves actos de corrupción; otros que promueven y construyen odio en sectores de la sociedad; algunos incluso más berretas, que participan en sesiones legislativas virtuales con amantes en sus regazos o que se vanaglorian con desfiles militares en sus cumpleaños. Los ejemplos abundan en esa suerte de brutalismo dirigencial que se supera período tras período, sin que las fronteras geográficas logren moderarlo.
La práctica política dejó de ser un ejercicio de representación para convertirse en un espectáculo que encuentra más eco en redes sociales y programas de chimentos que en espacios de debate real.
Si el fenómeno se hubiera circunscripto a sus protagonistas, quizás no habría gravedad; de hecho, esta columna hubiera comenzado con otro tópico. Pero el problema subyace más allá de la mera vergüenza dirigencial: hay algo mucho más grave que se fue abriendo paso… nos fuimos acostumbrando. La espectacularización de la política convive con un fenómeno igual o más grave: el conformismo social. Nos acostumbramos a tan poco que terminamos aceptando lo miserable que se nos ofrece.
La tesis describe a grandes rasgos la apatía ciudadana y denota la falta de exigencia en el ámbito político. Refleja una realidad bajo la cual muchas personas se conforman con lo mínimo, sin cuestionar ni demandar transformaciones reales o rendiciones de cuentas. Se acepta lo establecido casi sin cuestionar la pertinencia de las políticas o la transparencia en la toma de decisiones.
Las personas terminan por adaptarse a condiciones precarias mientras se desarrolla una aceptación pasiva de situaciones injustas o desiguales. Porque la ausencia de una sociedad vigilante facilita la toma de decisiones que no necesariamente responden al bienestar común.
Precios
Hablando de conformismo, el Gobierno nacional dio a conocer el jueves la inflación de mayo, un índice que, como advierte el estudio de la Universidad Torcuato Di Tella sobre percepción social, describe apenas la mitad de lo que la gente advierte en las góndolas.
Para el oficialismo era importante anunciar un IPC bajo para mantener el tema en la agenda económica. Pero también para moderar el impacto político del fallo de la Corte Suprema sobre Cristina Fernández de Kirchner.
Sin embargo, el 1,5% de inflación en mayo, según el INDEC, sonó a poco. No por lo que representa en sí mismo, sino por lo irreal que suena frente a la pérdida de poder adquisitivo… hasta reapareció Guillermo Moreno para cuestionar si no había sido mucho.
Desde hace meses, el Gobierno asegura que trabaja en un nuevo sistema de medición de precios que se ajuste a las nuevas realidades. Es decir, tácitamente, admite que el actual no representa lo que sucede en el terreno, pero sigue usándolo mientras lo favorece, aun cuando no exprese lo real.
El oficialismo sigue “agarrado” a ese activo que es la baja inflación mientras los salarios pierden vigencia mes a mes. No es una opinión: un reciente informe del Centro RA de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA describió el fenómeno como “efecto tijera”, que afecta a la clase media urbana en Argentina. Se caracteriza por una combinación de pérdida de poder adquisitivo y aumento de gastos esenciales, sin que existan mecanismos compensatorios por parte del Estado. Bajo esa dinámica, los ingresos reales de los hogares disminuyen debido a la inflación y la licuación salarial, mientras que los gastos esenciales, como tarifas de servicios públicos, educación privada, salud y transporte, aumentan significativamente.
La persistencia de esa combinación deriva en consecuencias sociales más amplias, como el incremento de la desafección política o la fragmentación del tejido social urbano. Al sentirse excluidos de las prioridades del Estado, muchos de estos hogares pierden confianza en las instituciones y se alejan de los canales tradicionales de participación. Lo dicho: conformismo frente a lo poco que ofrece la espectacularidad política.
Dos realidades
En ese contexto crece la tendencia del denominado “consumo dual”, una brecha cada vez más marcada entre distintos sectores sociales según su capacidad económica. Los de mayores ingresos siguen comprando con fuerza, lo que se advierte en rubros como el inmobiliario, la industria automotriz y los electrodomésticos. En contraste, los de menores ingresos mantienen un consumo estancado, especialmente en supermercados y comercios de cercanía.
Este escenario, que agrava la desigualdad, podría tener implicancias significativas. Así, la brecha entre la inflación oficial y la percepción del consumidor refleja una realidad económica compleja en la que la desaceleración de los precios no implica necesariamente una mejora en la calidad de vida de la población.
Sin embargo, frente a los horribles desempeños de los gobiernos anteriores en el manejo del drama inflacionario, existe hoy un elevado grado de conformismo social que le permite al Gobierno mantener a los precios como un activo por sobre cualquier crisis coyuntural.
“Un Beatle”
Días atrás, el ministro de Economía de la Nación describió cómo el mundo percibe a su jefe: “Vas a una reunión y es como ir con un Beatle en los 60. En cuanto llega Javier (Milei), multitud de gente se empuja para tomarse una foto con él”.
La inserción de Argentina al mundo fue, durante años, motivo de agudas críticas a los gobiernos anteriores. La alineación del país detrás de estados de irregularidad manifiesta dejó en el aire el reclamo constante: “Nos salimos del mundo”. No es entonces antojadiza la afirmación de Luis Caputo sobre la figura de Milei ante el concierto de naciones. Pero la actual inserción en el sistema internacional no se reduce solo a la sensación “Beatle”.
La deuda pública del Tesoro Nacional alcanzó un récord de 473.000 millones de dólares, con 72.000 millones correspondientes a organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional. Se estima que, con nuevos créditos, la deuda con organismos financieros podría llegar a 100.000 millones de dólares a fin de año. Desde el acuerdo con el FMI en 2018, Argentina pagó más de 12.500 millones de dólares en intereses. Pero a pesar de estos pagos, la deuda sigue siendo elevada, lo que genera dudas sobre su sostenibilidad financiera.
Por caso, recientemente se anunciaron nuevos desembolsos del FMI y se colocaron bonos por 1.000 millones de dólares que ya ingresaron al Banco Central a cambio de títulos en pesos con tasas de interés muy altas. Pero bueno, Argentina “volvió al mundo” y hay que conformarse con ello.
No contaban con la Justicia
El Gobierno siempre hizo un cálculo de costo y beneficio sobre la figura más rutilante de la oposición. Mientras estuvo bajo su órbita (Ejecutivo y Legislativo), siempre evitó que Cristina Fernández de Kirchner corriera el riesgo de “caerse” del escenario. Jamás dejó de polarizar, comprendiendo que ella era perfecta para esos fines, dado que había garantías de triunfo en las urnas.
Pero el Gobierno no contaba con la profundidad del Poder Judicial, de rápidas y quirúrgicas intervenciones en estas semanas. La anulación del sobreseimiento a todos los imputados en la causa de las escuchas ilegales realizadas a empresarios porteños y referentes sociales como Sergio Burstein fue el primer llamado de atención. La decisión final de la Corte en la condena por corrupción contra la titular del PJ se transformó en la confirmación. Y la reaparición de Mauricio Macri el viernes para encabezar una reunión del PRO y respaldar el fallo de la máxima instancia judicial fue la ratificación de que el “bullying” que viene sufriendo de parte del oficialismo tiene costos.
El problema que se le genera ahora al Gobierno es que el trascendental fallo de la Corte puede funcionar como factor de abroquelamiento de algo que está roto: el peronismo. En el corto o mediano plazo se verá si la fuerza política, hoy disgregada, encuentra un punto en común para reconstruirse y torcer los fracasos que viene exhibiendo elección tras elección.
El fenómeno del conformismo también se aplica a este caso. Sergio Berensztein, de las consultoras D’Alessio IROL y Berensztein, afirmó que “los que rechazaban a Cristina sienten que se hizo justicia”, mientras que el sector que la apoya ve en el fallo una maniobra judicial. Para el analista, esto reactiva la polarización: “Es la típica grieta argentina que se revive con esto, pero no es nueva”.
Otro problema que el fallo de la Corte le plantea al Gobierno es el anticipo de un Congreso más hostil. La condena paralizó la agenda legislativa y será un tema que se meterá con fuerza en los próximos debates, lo que gravitará en los planes de avanzar con dólares “del colchón” y bloquear la ley de aumento a los jubilados que empuja la oposición. Aquellos “87 héroes” ya no están y el oficialismo no tiene garantizado el tercio.
Por lo pronto, la que “celebra” es la propia CFK que, junto al kirchnerismo, venían perdiéndose en una intrascendencia cada vez mayor. Ahora volvió a la carga con el “lawfare”, la “proscripción” y se corre de la disputa con Axel Kicillof en Buenos Aires, mientras sueña con pasar por la misma experiencia de Lula da Silva.
Nuevo mapa
El escrutinio definitivo confirmó una banca más para la renovación, bloque que contará con un total de 21 representantes en la Legislatura provincial. La Libertad Avanza obtuvo el segundo lugar, consiguiendo cinco bancas. Por la Vida y los Valores, que postuló al recientemente liberado excomisario Ramón Amarilla, logró cuatro bancas. El Partido Agrario y Social, dos; mientras que el Partido Libertario tendrá un representante en la Legislatura, al igual que la alianza Unidos por el Futuro.
Cuando asuman los diputados electos, el oficialismo conservará la mayoría, pero lo hará con un margen menor al que está acostumbrado. En total, le corresponderán 21 de las 40 bancas. Como se advierte, la reconfiguración política anticipa un escenario que requerirá diálogos y construcción de acuerdos para la fluidez de los proyectos.
De todas formas, ese escenario se plantea para diciembre y en el medio habrá otra elección de carácter nacional que, indudablemente, tendrá su propio impacto con efectos sobre lo que vaya a suceder con la nueva Legislatura.














