Son muchas las historias de personas que dejan su tierra natal para construir una nueva vida en una ciudad o país diferente. Sin embargo, la historia de Érica Ferreira Lemes y su hija Sofía, de diez años, es diferente porque decidieron dejar su estabilidad en Posadas para vivir como nómades, formándose como artistas con un circo italiano que recorre Brasil.
Así lo narró Érica, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN: “Yo estaba en Posadas trabajando normalmente, en una empresa hace dos años, bien económicamente, alquilando y pagando una niñera que cuidaba a mi hija. Luego conocí a mi actual pareja Fernando que vive en el circo hace 27 años acá en Brasil y es argentino”, contó.
Primero se trató de una amistad, luego se tornó una relación amorosa. Ante eso, él le propuso a Érica que ella y Sofía fueran a vivir con él, incorporándose a la familia del circo. En respuesta a eso, “no lo pensé mucho porque en ese entonces, hace dos años, Argentina estaba muy para atrás, no se podía avanzar y yo trabajando desde los 18 años nunca pude juntar un dinerito para viajar, nunca me alcanzaba para nada, entonces la decisión fue rápida” , afirmó.
La decisión fue un rotundo sí, a pesar que generó incertidumbre en su familia y en su antiguo trabajo donde le preguntaron reiteradas veces si estaba segura. No obstante, Érica priorizó permitirse, y permitirle a su hija, una nueva vida ya que, en Posadas “casi no nos veíamos porque yo trabaja todo el día, no tenía tiempo para estar con ella salvo los domingos, además nunca pudimos juntar plata ni para comprar un auto, una situación que me cansó”, explicó.
A su vez, como Sofía únicamente tiene el apellido de Érica, no fue complicado llevarla al exterior siendo la pequeña una menor de edad.
La vida en el circo
El Circo Zanchettini, que acogió a Érica y Sofía, es de una familia italiana que hace generaciones busca transmitir, según Érica, los valores circenses tradicionales y la “diversión saludable” como la de los antiguos circos. Es por eso que no solo acude público infantil, sino también adolescentes, adultos e incluso adultos mayores.
Eso, según la joven madre, es una de las cosas que más le gusta de trabajar en un circo ya que, en todo momento, siente el afecto de un público de todas las edades.
No obstante, remarcó entre risas que “no era lo suyo”. Si bien siempre le gustó el circo como espectáculo, nunca se imaginó trabajar en el ámbito circense. “Para nosotras era todo nuevo cuando llegamos, así que empezamos asistiendo en los espectáculos para saber de qué se trataba. Ahí quedé encantada”, dijo.
Es así que madre e hija comenzaron bailando en el cuadro de apertura; luego Érica asistió a su pareja (que oficia de mago y payaso) siendo ayudante de mago, y la pequeña Sofía comenzó a formarse como contorsionista.
Además, la familia tiene en el predio del circo un puesto de churros, pipocas, algodón de azúcar, manzanas de amor y otros dulces típicos, lo que contribuye a su economía.
No obstante, madre e hija no solo se tuvieron que habituar a dedicarse al espectáculo sino también al estilo de vida nómade, ya que los trabajadores de este circo, así como casi todos los circos, viven en casas rodantes y van ofreciendo su espectáculo de pueblo en pueblo. Así lo narró la joven, “el circo se queda un mes en una ciudad y se va mudando, vamos conociendo ciudades, personas, algo maravilloso que no puedo explicar… una aventura única”.
A su vez, la familia del circo está compuesta por 35 personas que componen el espectáculo. Todos viven en casas rodantes que tienen baño, cocina, sala y las comodidades de una casa cualquiera.
La adaptación de Sofía
En cuanto a la pequeña Sofía, si bien es feliz con la familia circense, atraviesa siendo niña la parte más difícil de la vida nómade: las frecuentes despedidas de los nuevos amigos y las escuelas que la acogen cuando llega a un pueblo.
Pese a eso, Érica contó que las primeras semanas, Sofía ya se sabía las coreografías de baile y se ponía los zapatos de punta, algo que sorprendió muchísimo a su madre.
Sobre eso, destacó la facilidad que tuvo la niña al incorporar el portugués como idioma en las escuelas a las que asiste, algo que a Érica aún le cuesta. “Ella desde el día uno se desenvuelve súper bien e incluso me enseña. Habla como si fuese de acá”, contó su mamá.
Finalmente, en cuanto a los planes a futuro, Érica explicó que piensan quedarse en el circo hasta que así lo sientan. Luego, en caso de dejar el espectáculo, la idea es mantener su estilo de vida nómade, en su casa rodante, recorriendo ciudades de Brasil y trabajando de lo que surja.
“Estamos hace un año y medio y ya recorrimos 17 ciudades. Para nosotras es todo nuevo. Hoy en día valoro más eso: disfrutar cada momento, estar con mi hija. Eso aprendí desde que hace unos años perdí una hermana”, finalizó.
(Colaboración: Agustina Rolón)