El dato no sorprendió, pero tampoco alcanzó para calmar al mercado. El déficit de cuenta corriente -el termómetro que mide la salud externa del país a partir del flujo neto de divisas- acumuló en abril su undécimo mes consecutivo en terreno negativo. Esta vez, con un número más acotado: US$ 636 millones, lejos de los guarismos que en meses previos superaban los US$ 1.000 millones. “Pausa estacional”, según entienden los especialistas.
Pero detrás de ello persiste una señal de que la presión externa sigue latente. Lo que inquieta no es solo el pasado reciente, sino lo que se anticipa. Las proyecciones indican que las importaciones podrían acelerarse en los próximos meses.
En este punto, los recientes anuncios oficiales de reducción de aranceles en distintos sectores podrían actuar como un incentivo adicional para el alza de compras externas.
La cuenta corriente no da tregua y lo que parece una mejora coyuntural en abril es, en rigor, una pausa esperada en una trayectoria preocupante. Para que el desequilibrio externo deje de ser una amenaza, el país necesita más que dólares estacionales: requiere una estrategia sostenida de aumento de exportaciones, diversificación de la matriz productiva y políticas que acompañen la competitividad. Hasta que eso ocurra, los mercados seguirán observando cada dato con cautela.