Un pastor evangélico de Oberá protagonizó uno de los hechos policiales más aberrantes de aquel lejano 2007, cuando fue denunciado por la violación de dos de sus hijas biológicas y reiterados abusos sexuales a una tercera, a lo largo de una década.
El caso salió a la luz en octubre de ese año, cuando una de las víctimas le manifestó a su madre que decidía marcharse de la casa, aunque no le contó los motivos. Tras insistencias de ésta, la adolescente le contó lo sucedido y le reveló el calvario que vivió junto a su hermana desde que tenía 12 años.
Según la denunciante, los abusos se cometían durante la ausencia de su madre y en el vehículo de la familia, cuando su papá le pedía que lo acompañara a localidades vecinas donde debía predicar o realizar trámites relacionados con su comunidad religiosa.
La situación llegó a instancia policial y a raíz de la denuncia, se ordenó la detención del hombre, que por entonces tenía alrededor de 40 años y pertenecía a la Iglesia Asamblea de Dios.
Casi dos años más tarde, en mayo de 2009, fue condenado a 15 años de prisión por el Tribunal Penal 1 de Oberá, que lo halló culpable de “abuso sexual con acceso carnal, agravado por el vínculo, en dos hechos; y abuso sexual simple, agravado por el vínculo, en un hecho”.
En el juicio, dos de las víctimas, que tenían 17 y 21 años, relataron los abusos a los que fueron sometidas durante diez años.
El imputado negó los cargos y dijo que en realidad se trataba de una conspiración de su familia para apoderarse de sus bienes. El argumento no convenció al Tribunal, que lo declaró culpable.