Omar Valiente (24) tenía un plan. Preparó el cuchillo y salió de casa decidido a cumplir el mandato. En el camino se topó con su vecino Julio Argentino Braga (85), el primero de la lista. Sin titubear, desenvainó el arma y se la clavó en la espalda. El abuelo agonizó y murió a los pocos minutos.
Necesitaba ir por otros dos conocidos para concluir con su cometido, pero la Policía lo detuvo antes de que efectivizara la masacre.
Ya en la comisaría, contó todo: era parte de una secta satánica que le había exigido acabar con tres vidas durante ese fin de semana. Si no lo hacía, se cobrarían con su propia sangre.
En abril de 2015, tras confesar el hecho formalmente ante la Justicia, recibió una pena de 13 años de prisión.
Crimen en la “picada”
El caso, que se descubrió cerca de las 12:40 del viernes 9 de mayo de 2014 en un camino vecinal del Kilómetro 28 de Campo Viera, conmocionó a Misiones y llegó incluso a los medios nacionales.
Hasta ese lugar, una zona rural a unos tres kilómetros del casco urbano, llegaron efectivos policiales tras el llamado de vecinos que hablaban de un cadáver a un costado del camino.
El cadáver de Braga, un vecino de la zona que no tenía problemas con nadie, presentaba una herida lineal de arma blanca en la región posterior del hemitórax derecho.
Primero se pensó en una pelea del momento, quizás en un robo. Pero la realidad guardaba una sorpresa para los investigadores. Mediante algunas pistas, los detectives llegaron hasta Valiente, el vecino más cercano de la víctima. Después de algunas preguntas, comenzó a mostrarse nervioso. Su coartada no cerraba. Entonces lo trasladaron a la comisaría.
Allí, el joven se quebró. Confesó que había matado de un cuchillazo al anciano y dio a conocer los escalofriantes motivos: no había sido un “ajuste” ni un robo, sino el mandato diabólico de una secta de Oberá a la que asistía y que le había pedido la sangre de tres de sus conocidos.
Se trataba de un pacto satánico: “Si no lo hacía, me iban a matar a mí”, les dijo el muchacho a los policías, que lo escuchaban incrédulos. Y añadió que el trabajo debía realizarse durante el fin de semana o el derramamiento de sangre sería en vano.
Primero los uniformados dudaron, hasta que Valiente les dio precisiones sobre el cuchillo -de 20 centímetros de hoja- que había utilizado en el crimen. Estaba clavado en la tierra en un yerbal cercano a la escena, como continuidad del ritual.
Del juicio a la pena del 13
Desde entonces, el joven permaneció detenido y las autoridades solicitaron pericias psiquiátricas que aseguraron que se encontraba en sus cabales, más allá de que -según se dijo en su momento- tenía antecedentes de problemas de índole mental e estuvo internado en Oberá bajo tratamiento.
La investigación avanzó apenas un poco más y develó que la secta a la que asistía estaba en el barrio San Miguel de Oberá. Sin embargo, nunca se pudo dar con sus líderes y todo quedó en la nada.
Lo cierto es que Valiente fue imputado formalmente de “homicidio simple” y, bajo esa acusación, la causa llegó a juicio.
El debate debía realizarse el 23 de abril de 2015 en el Tribunal Penal 1 de Oberá, pero la defensa del reo entendió que no era necesario llegar a esa instancia y pocos días antes firmó un juicio abreviado. El joven confesó el crimen y recibió una condena de trece años de prisión.
Justamente 13, un número que para muchas culturas está vinculado con los espíritus del mal.