Este lunes se llevó a cabo el II Coloquio de Abordaje Integral del Suicidio, una jornada centrada en la reflexión sobre la prevención del suicidio adolescente desde una mirada integral. El evento, organizado por la Dirección de Programas y Eventos Especiales del Gobierno de Misiones junto a la Comisión para el Abordaje Integral del Suicidio, tuvo como objetivo generar propuestas concretas de prevención y contención, fortaleciendo los entornos que inciden directamente en el bienestar de las y los jóvenes.
La elección de este enfoque no fue casual: surge a partir del diagnóstico elaborado por la Comisión, que identificó a los adolescentes como el grupo de mayor vulnerabilidad durante el último año. Por ello, el coloquio puso especial énfasis en esta franja etaria y propuso un abordaje integral que incluya a los entornos familiares, escolares y comunitarios como ejes centrales para la intervención.
En este sentido, la coordinadora de la Comisión de Abordaje Integral del Suicidio en Misiones, Natalia Falcone, subrayó la urgencia de visibilizar la problemática: “Tristemente, lo que venimos observando es que el grupo etario donde mayores casos aparecen en temática de suicidio, ya sea intentos, ideación o conducta suicida concretada, es en los adolescentes y en los jóvenes. Es un tema del que tenemos que hablar. El silencio no protege, lo que protege son los vínculos, la escucha y la presencia de los adultos”, expresó.
En el marco del coloquio, el Dr. Hugo Monteiro Ferreira, especialista en salud mental infantil y juvenil de Pernambuco, Brasil, brindó dos exposiciones destacadas: a las 9 en el Teatro de Prosa del Parque del Conocimiento, en Posadas, y a las 17 en la Casa de la Historia y la Cultura del Bicentenario, en Oberá.
Durante ambas presentaciones, abordó con claridad y sensibilidad los múltiples factores que afectan la salud mental adolescente, combinando datos precisos con una apelación profunda a las emociones y los vínculos humanos.
La generación del cuarto
Autor del libro “La generación del cuarto: cuando los niños y los adolescentes nos enseñan a amar”, Monteiro Ferreira explicó que se trata de una generación que transita la vida entre los 11 y 18 años de edad, y que pasa en promedio más de seis horas al día aislada en sus habitaciones. Estos adolescentes presentan comportamientos autodestructivos, tanto hacia sí mismos como hacia los otros, y síntomas que se enmarcan en patologías como la depresión y la ansiedad.
“La educación mental debe ser abordada desde todas las instituciones: familia, escuela, salud, gobierno. Y principalmente, debe comenzar en las infancias, cuando esos niños se encuentran por primera vez con el mundo”, subrayó.
El especialista alertó sobre la tendencia creciente de que los adolescentes se comuniquen con su cuerpo y no con la palabra. “Nos hablan con silencios, con su piel, con su mirada, con su ausencia”, señaló. “Escuchar es una palabra muy importante cuando tratamos y hablamos de adolescentes. No comparar el adolescente de hoy con el que fuimos nosotros”.
Adolescencias, en plural
Monteiro Ferreira insistió en la necesidad de hablar de “adolescencias” en plural. “El término remite a una diversidad que muchas veces ignoramos: adolescentes indígenas, negros, blancos, adolescentes del ámbito rural y urbano, masculinos, femeninos, cis, trans, heterosexuales, homosexuales, adolescentes que van a la escuela y los que no. No debemos hablar de los adolescentes como si fuesen una sola categoría”, expresó.
“La sociedad burguesa nos ha enseñado a imaginar un único modelo de adolescente: urbano, blanco, escolarizado. Pero hay otras adolescencias que también merecen ser vistas y escuchadas. La pregunta es: ¿qué sabemos de ellos?, ¿cómo piensan, qué sienten, con quién dialogan, qué hacen cuando están solos en sus habitaciones, en internet, en las internet?”.
El uso del plural en la palabra “internet” tampoco fue casual. Ferreira aludió a la existencia de espacios como la deep web y la dark web, donde muchos adolescentes transitan contenidos peligrosos y no regulados. “Allí se encuentran los mayores peligros para nuestros adolescentes”, advirtió.
Una sociedad adultocéntrica
Durante su exposición, Monteiro Ferreira cuestionó duramente el adultocentrismo. “Vivimos en una sociedad centrada en los adultos que excluye sistemáticamente a niños y adolescentes. Sin embargo, la historia nos muestra que las decisiones adultas nos han llevado hasta donde estamos hoy. ¿Cuánto confiamos en las capacidades de los jóvenes y de los niños? ¿Votaríamos a un adolescente para gobernar?”, planteó con provocación.
Apoyándose en estudios neurocientíficos, explicó que el cerebro adolescente está configurado por un sistema de recompensa basado en la curiosidad, la capacidad inventiva, el coraje, el desafío y la audacia. “Excluir a los adolescentes es excluir todas esas posibilidades. Y son justamente esas cualidades las que necesitamos para salir de situaciones complejas como las que vivimos”.
Salud mental más allá del cuerpo
El especialista brasileño puso el foco en una concepción integral de la salud mental. “Durante mucho tiempo, sobre todo en Occidente, se la vinculó exclusivamente a lo biológico. Pero hoy sabemos que la salud mental se construye desde las experiencias de vida: la familia, la escuela, el bullying, el ciberbullying, las decepciones amorosas… Todo eso importa”, afirmó.
Recordó que en 1948 la Organización Mundial de la Salud definió la salud mental como una combinación de factores sociales, mentales y emocionales. “Esa perspectiva holística debe guiar nuestras acciones. La alegría, por ejemplo, es una de las salidas posibles. Educar desde la alegría es un acto de salud mental. Personas con buen humor son más saludables”.
Y añadió una observación que resonó entre los asistentes: “Hemos construido escuelas malhumoradas, familias malhumoradas, gobiernos malhumorados, sociedades malhumoradas. Por eso sufrimos. Por eso les pido que busquen la alegría en su vida cotidiana y luego eduquen a sus hijos con alegría”.
Las señales que no deben pasarse por alto
Monteiro Ferreira enumeró una serie de señales de alerta que pueden indicar que un adolescente atraviesa un momento crítico: cambios de humor, apatía, anhedonia, trastornos del sueño, uso obsesivo de medios digitales, agresividad hacia sí mismo o hacia otros, problemas escolares y consumo de sustancias psicoactivas o alcohol.
“El humor es una función afectiva clave, y está directamente ligada al bienestar. Cuando un adolescente tiene la función afectiva alterada, también tiene alterado su humor, y allí es donde aparece la depresión. No sentirse solo es fundamental para sobrevivir”.
También mencionó la dificultad para aceptar la frustración como una de las grandes barreras que enfrentan los adolescentes. “El ‘no’ es un límite que les cuesta mucho incorporar, porque muchas veces no tienen adultos que los acompañen emocionalmente en ese aprendizaje”.

Suicidio adolescente: una problemática global
“El suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años en el mundo”, recordó el especialista. “Y la conducta suicida es contagiosa. No podemos permanecer callados frente a este tema, ni tratarlo con superficialidad o con prejuicios”.
En su visión, el abordaje debe contemplar múltiples variables: el género, la raza, la etnia, la edad, la orientación sexual, las redes de apoyo, las políticas públicas. “Importa cómo se habla del suicidio, cómo se lo comunica, cómo se acompaña. Donde hay políticas públicas activas, los índices disminuyen”.
Monteiro Ferreira insistió en la necesidad de una educación emocional integral, en la que los adolescentes puedan nombrar sus emociones, expresar lo que les pasa con claridad y conciencia. “Eso no se logra sin escucha, sin diálogo, sin presencia real de los adultos”, concluyó.
La situación en Argentina
Durante su exposición, el especialista también hizo referencia al último estudio realizado por UNICEF Argentina que advertía una tendencia alarmante: los casos de suicidio en la adolescencia se habían triplicado en los últimos 30 años.
Según ese informe, la tasa ascendía a 12,7 cada 100.000 adolescentes entre los 15 y los 19 años, y el suicidio se había convertido en la segunda causa de muerte en la franja etaria de 10 a 19 años.
Lejos de responder a una sola causa, los profesionales de la salud mental coinciden en que la muerte autoprovocada es el resultado de múltiples factores que se entrelazan. Entre ellos, destacan la ausencia de personas significativas o instituciones capaces de brindar contención, protección y acompañamiento durante el desarrollo psicosocial; las dificultades para cumplir con los estándares sociales impuestos en la transición hacia la adultez; el padecimiento mental no atendido y situaciones de abuso sexual, todos ellos factores que, combinados, pueden derivar en una conducta suicida.
Si bien las estadísticas muestran que las mujeres presentan una mayor cantidad de intentos, son los varones quienes encabezan el número de muertes consumadas, lo que evidencia la necesidad de pensar también en claves de género al momento de diseñar políticas públicas de prevención.