Algunas personas buscan alternativas al no lograr despedirse de sus seres queridos fallecidos. Es en este plano que cobra fuerza el rol de las médiums y los rituales espiritistas, los cuales existen en la región, influenciados también por la tradición migrante y por ser zona de triple frontera.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN el investigador del CONICET y doctor en antropología social, Iván Bondar, compartió parte de su investigación relacionada con el espiritismo en Misiones.
Entre los puntos de inflexión en la sociedad, mencionó la llegada de la pandemia del COVID, donde al momento de fallecer una persona “toda la estructura ritual a la que veníamos acostumbrados se encontró como suspendida, en pausa” por el protocolo sanitario y el distanciamiento social.
Sucede que los velatorios y prácticas funerarias sirven para cerrar un ciclo y que “podamos volver a la sociedad, a las relaciones y demás, entendiendo que ese familiar, ese hijo, ese amigo, ese pariente, está en otro plano, no es el plano físico”.
Sin embargo, al no poder despedirse, ver al difunto en el féretro, muchos no pueden entender y sienten que “algo quedó como inconcluso”. Es aquí donde aparecen alternativas, con “estrategias de búsqueda en la mediumnidad espírita la posibilidad de mantener el contacto con sus familiares difuntos”, agregó.
Entre sus experiencias en el campo de la investigación, comentó que estudió cinco casos, donde en uno de ellos la médium “se especializaba en psicofonía, es decir, poseía la facultad de oír la voz de los muertos”. Como una forma de traducir y comunicar el mensaje a sus allegados, señaló que las familias justamente buscaban “saber cómo estaba su papá su mamá, su hijo, su primo y al mismo tiempo querían transmitirles ese último mensaje”.
En este sentido, Bondar resaltó que “la sesión espírita comenzó a ser usada como una estrategia de domesticación del dolor y fue un elemento solamente importante para la elaboración del duelo”. Aclaró que desde una mirada antropológica no puede ser visto como algo malo, impuro o incluso bueno, sino más bien una práctica ritual más.
Afirmó además que “desde mi experiencia etnográfica que hasta fue positivo para la elaboración del duelo de estas personas que no pudieron despedirse de sus familiares”. A través de ello incluso cerraron parte de un ‘círculo’ en una relación donde lograron comprender “que esas personas que ya no están en este plano estaban bien, que se encontraban sanos, cuidados”.
Asimismo, el antropólogo compartió que estas sesiones espiritistas no se corresponden con el imaginario social, donde “hay mucho de ficción en la narrativa popular porque uno se imagina una imagen más decimonónica de personas en una mesa redonda agarradas de la mano”.
En estas reuniones, que suelen ser muy privadas, “no participaban más de seis personas dispuestas en sillas, como si fuera una sala de clase, donde la médium estaba sentada hacia el centro con las personas en frente; en otro caso la médium estaba en medio y las personas más en semicírculo”, detalló.
A su vez, indicó que tampoco había contacto físico entre los presentes, aunque en una ocasión fue testigo de “contacto de la médium con objetos que pertenecieron al difunto”. Explicó que en la ritualidad suele aparecer esta creencia de que “parte de la persona queda impregnada en el objeto que tocó”, como prenda de vestir, alhajas, incluso una fotografía.
Con una historia bastante antigua en este tipo de prácticas, aseguró que en la región “el espiritismo está presente en diferentes sistemas de creencias”. Entre ellas mencionó corrientes espiritistas, como el kardecista, el espiritismo francés, los sistemas afro-brasileños. A lo cual, es necesario sumar la tradición inmigrante y la situación de triple frontera.
Por otra parte, de acuerdo a su investigación, la mediumnidad es vista como una facultad, pero además “es algo que se puede aprender, potencializar”. No obstante, en la sociedad aún persiste un tabú y “está visto como oscuro, demoníaco, pero es relativo al tiempo histórico, a la cultura y al entramado del mundo de lo sagrado”, sintetizó.