Tal como sucede en el mundo, Argentina también tiene una tradición relacionada con prácticas para apaciguar a las personas ante una denominada “posesión”. Cada religión tiene una postura al respecto y la más conocida es la de la iglesia católica, la cual nunca negó que existan los rituales de exorcismo y de liberación del mal.
PRIMERA EDICIÓN habló al respecto con el padre Carlos Viera, párroco de la Iglesia Inmaculada Concepción y teólogo que tuvo una experiencia cercana con estos casos: “El exorcismo dentro de la Iglesia siempre fue sostenido y siempre hubo exorcistas dentro de la Iglesia”, aseguró el cura. Asimismo, comentó que estos rituales se mantienen hasta en la actualidad porque “el mal sigue estando”.
El exorcismo dentro de la Iglesia se considera un ministerio delegado por el obispo, quien es el exorcista por excelencia. Este ministerio requiere una preparación específica y autorización formal, ya que “tiene que estar en comunión con el obispo”, agregó. Es entonces cuando “delega a un sacerdote para que trabaje en ese ministerio para ayudar a las personas que por ahí son perturbadas, digamos, por el espíritu del mal”.
Aclaró que es un proceso, que puede llevar su tiempo y primero debe constatarse si realmente amerita un exorcismo. En cuanto a los rituales de exorcismo incluyen oraciones específicas, letanías y órdenes dirigidas al demonio para que salga de la persona afectada, llegando a utilizar el latín en algunos casos. Aunque antiguamente se realizaban públicamente, hoy en día estos rituales son más privados para proteger la identidad de las personas involucradas y evitar convertirlos en espectáculos.
Asimismo, el padre Carlos precisó que existe una distinción entre liberaciones y exorcismos: “La gran mayoría es una liberación para quitar la perturbación de aquello que interviene o que perturba el espíritu de una persona”, mientras que “el exorcismo ya es cuando hay una posesión real y concreta”. Para determinar si alguien está poseído, la Iglesia trabaja con equipos interdisciplinarios que incluyen psicólogos y psiquiatras. Solo después de descartar causas psicológicas o médicas, se procede con el ritual de exorcismo.
En este sentido, el país y la provincia no estuvieron exentos de sus casos. Sobre esto, el padre Viera relató haber participado en casos de liberación y en algunos pocos exorcismos junto a otros sacerdotes. Señala que “a veces el exorcismo lleva un tiempo, porque se enraíza en el alma de la persona ese mal espíritu”. Entre las acciones previas, también recordó que “dentro del sacramento del bautismo hay un momento de exorcismo, pidiendo que el mal nunca toque el corazón de ese niño”.
Advirtió que el mal puede manifestarse a través de pactos explícitos con el demonio o influencias espirituales negativas provenientes de prácticas peligrosas. Para ser poseída señaló que “tiene que haber hecho la persona un pacto con el demonio” ya que “solamente si yo le permito, si yo le autorizo y hago el pacto” puede darse la posesión.
El padre mencionó actividades aparentemente inocentes, pero espiritualmente riesgosas, como “cuando los chicos, los adolescentes, juegan con el juego de la copa”, ya que “están abriendo esas puertas se abren a la dimensión de la oscuridad”.
Además, mencionó que las influencias del maligno pueden manifestarse de diversas formas e incluso desde afuera como “el payé o trabajo que te hacen, que te influyen psíquicamente, espiritualmente y físicamente”. Por ello, indicó que algunas religiones pueden ser una entrada a prácticas que atenten contra la persona desde lo espiritual.
Para protegerse del mal, el padre Viera recomendó “buscar a Dios, tener en cuenta a Dios” mediante los sacramentos, la oración personal y las devociones. También enfatizó que el demonio no puede poseer a alguien sin su consentimiento explícito: “No es que el demonio entra como si nada… solamente sucede si yo le permito y hago el pacto con el demonio”.
El párroco resaltó que, tras el exorcismo o la liberación, la persona puede tener recaídas y por ello es importante mantener una vida espiritual activa como una “medicación para el alma” y sostener un proceso permanente de limpieza. Esto implica “los sacramentos de la Iglesia Católica, la confesión, ir a misa, los rezos personales, las devociones, todo eso ayuda para que mi alma esté protegida con la presencia de Dios”.
El objetivo principal no es el “éxito” del exorcismo, sino “cómo se manifiesta el poder de Dios sobre la persona, para liberarla, para que la persona vuelva a ser coherente y que vuelva a tener paz y armonía interior”.