Miriam Cubas tenía 16 años y cursaba el cuarto año turno tarde en el Bachillerato Polivalente (BOP) 37 de Puerto Piray. A las 16:40 del martes 7 de abril de 2015 salió de dicho establecimiento educativo en dirección a su domicilio en el barrio San José, a un kilómetro del lugar.
Se dirigió como lo hace habitualmente por un sendero situado a la vera de un pinar. Había caminado unos 500 metros desde su colegio cuando fue interceptada por manos asesinas que la condujeron hacia dentro de la plantación.
Allí, la jovencita fue masacrada de cinco cuchilladas: una en el abdomen, tres en la espalda y otra en el rostro. La causa del deceso fue por shock hipovolémico, es decir, murió desangrada.

En pocas horas, la investigación del caso en manos de policías de la Unidad Regional III, con asiento en Eldorado, dio con un primer sospechoso: un adolescente de 17 años, que registraría antecedentes por problemas de adicción y que incluso estuvo internado en una clínica de rehabilitación.
Llamativamente, el chico asistía a otro colegio de la localidad y en principio no estaba en el círculo sentimental o de amistades de la víctima.
Lo cierto es que cuando todos los testimonios (que lo situaban en el lugar y momento del crimen) y algunas presuntas pruebas (como los arañazos que tenía en los brazos) apuntaban a este menor, otro adolescente de 16 años apareció en comisaría y se autoincriminó como el autor del femicidio.

Se trataba de Enzo Javier Álvez Da Silva, quien se quebró y le confesó a su padre que no podía seguir con “la carga de haber matado a Miriam”.
Claro que no actuó solo: el arma mortal era suya y -según la investigación- él como mínimo se había encargado de retener a la víctima para atacarla. Pero según la Justicia hubo más manos femicidas: las de Ariel “Chinchulín” Cardozo, por entonces de 20 años, quien en julio de 2019 (cuando ya tenía 24) fue condenado por el Tribunal Penal de Eldorado a 25 años de cárcel, la máxima pena estipulada para el delito de “homicidio simple”.

En el caso de Da Silva, pese a ser menor al momento del hecho, fue declarado penalmente responsable y condenado a 8 años de prisión efectiva. Un tercer sospechoso fue absuelto en ese juicio por el beneficio de la duda.
Lo que nunca se pudo saber a ciencia cierta fue los motivos del crimen: Miriam Cubas no fue atacada sexualmente y tampoco hubo robo, ya que la jarra de tereré y su mochila estaban junto a ella. Los asesinos jamás dieron pistas sobre qué los impulsó a matarla.