En la noche del lunes 21 de febrero de 2005, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante fallecía a los 75 años, víctima de una septicemia, derivada de numerosos problemas de salud que había sufrido en sus últimos meses.
La muerte lo encontró en un hospital de Londres (Inglaterra), donde residía desde hacía cuatro décadas en un exilio autoimpuesto a partir de su ruptura con el gobierno de Fidel Castro.
El nombre de Cabrera Infante, ganador del Premio Cervantes en 1997, adquirió notoriedad en 1964, cuando se publicó su obra “Tres tristes tigres”, ganadora del Premio Biblioteca Breve.
Nacido el 22 de abril de 1929 en Gibara, Oriente (Cuba), en 1941 viajó a La Habana con sus padres y comenzó a escribir en 1947. Tres años más tarde entró en la Escuela de Periodismo.
El periodismo y el cine serían dos pasiones constantes de este notable escritor, que hizo crítica cinematográfica con el seudónimo de Caín en la revista Carteles de La Habana y fue autor de numerosos guiones y adaptaciones para películas.
Una pasión irrefrenable por los juegos de lenguaje, el cine y la literatura inglesa distinguió a este escritor; pero el tema recurrente y obsesivo de su breve pero intensa obra no fue otro que La Habana, en especial el mundo de la noche de la “Habana Vieja” en los años ’50.
Acentuando su amor por Cuba, que mantuvo durante toda su vida, Cabrera Infante afirmó una vez que su celebrada traducción de “Dublinenses” de James Joyce “no fue al español, sino al cubano”.
A pesar de haber acompañado como editor de un suplemento literario los primeros pasos de la revolución castrista (o quizás precisamente por eso), Cabrera Infante se convirtió en acérrimo enemigo del régimen desde su exilio en Londres.