Cada 11 de diciembre se celebra en el mundo, a instancias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Día Internacional de las Montañas, entendiendo que se trata de un ecosistema frágil que hay que proteger y que además es protagonista de uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030.
Para la ONU, las montañas son joyas naturales que debemos atesorar, ya que estos ecosistemas albergan el 15% de la población mundial y aproximadamente la mitad de la reserva de la diversidad biológica del planeta.
Además, suministran agua dulce para más de la mitad de la humanidad, lo que ayuda a sustentar la agricultura y a suministrar energía limpia y medicamentos, y albergan 25 de los 34 puntos críticos de biodiversidad de todo el mundo.
Sin embargo, las montañas se encuentran fuertemente amenazadas por el cambio climático, la sobreexplotación y la contaminación, aumentando los riesgos para las personas y el planeta.
A medida que las temperaturas aumentan, los glaciares de montaña se derriten, y los habitantes de las alturas -entre los más pobres del mundo- y las especies de montaña afrontan mayores dificultades para sobrevivir.
A su vez, la tala de bosques para la agricultura, los asentamientos o la infraestructura puede contribuir en la erosión del suelo de montaña, así como la pérdida del hábitat.
Esta erosión, junto a la contaminación, dañan la calidad del agua que fluye río abajo, así como la productividad de las tierras. De hecho, se estima que la degradación de la tierra ya afecta a 311 millones de habitantes de zonas rurales montañosas.