Hoy, como cada 25 de noviembre desde hace 25 años, el mundo dice “basta” a la violencia contra las mujeres. Dice, porque aparentemente hace bastante poco. De lo contrario, no se entendería que un flagelo que socava las bases más fundamentales de la democracia, de la civilización y de la sociedad misma no solo no retroceda, sino que siga en ascenso y se reproduzca incluso en nuevos formatos como las nuevas tecnologías.
Los números aportados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el marco de esta fecha son escalofriantes:
• El año pasado murió una mujer cada 10 minutos a manos de su pareja u otros miembros de su familia.
• Una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida.
• Una de cada cuatro adolescentes ha sufrido abusos de su pareja.
• Entre el 16% y el 58% de las mujeres en todo el mundo experimentan violencia de género facilitada por la tecnología.
Y en todo ese macabro contexto, advertía hace un año la ONU, tan solo un 5% de la ayuda gubernamental mundial iba destinada a la violencia de género y se invierte menos del 0,2% en su prevención.
En una sociedad moderna resulta inaceptable que todavía más de la mitad de la población sea víctima potencial de crímenes tan graves, y que al menos un tercio de esa cifra haya sido víctima de forma efectiva.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para la igualdad, el desarrollo y la paz, así como para el respeto de los derechos humanos.
De ahí el lema concluyente de la ONU para este 25º Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra las Mujeres: “No hay excusas”. Para nadie: ni agresores, ni entorno cercano de las víctimas, ni sociedad civil, ni gobiernos (del más local al más global) ni cualesquiera organismos internacionales. No hay excusas para que la lacra de la violencia de género siga igual que siempre… o peor que nunca.