Corría octubre -otra vez octubre- de 2004, más precisamente el día 21, cuando un descubrimiento estremeció a la sociedad posadeña de la época: en plenas obras de refacción de la sede del Concejo Deliberante capitalino, hallaron -bajo el piso del hall de acceso al edificio- una lápida perteneciente a una niña de seis años muerta el 17 de diciembre de 1907.
La placa de mármol, de unos 70 centímetros por un metro, fue encontrada por trabajadores de la construcción que se hallaban retirando el piso cerámico del lugar. Estaba ubicada pocos centímetros por debajo del embaldosado, en el costado que da a la oficina de Mesa de Entradas.
En ella se leía claramente una inscripción que rezaba: “Hilda V. Fernícola QEPD Falleció el 17 de diciembre de 1907 a la tierna edad de seis años. Tu familia te lo dedica en eterna memoria”.
Alertadas por el descubrimiento, se hicieron presentes en el lugar Alba Ibarrola, del Archivo Histórico provincial, y la historiadora Graciela Cambas, para tratar de dilucidar el origen del hallazgo. Con posterioridad, fue posible establecer contacto con un sobrino-nieto de la niña que viví en Valcheta (Río Negro): el doctor Raúl Pedro Fernícola, quien señaló entonces que la niña había muerto durante una epidemia de tos convulsa (luego los especialistas aclararon que la epidemia habría sido de peste bubónica) que provocó muchas víctimas en aquella época en Posadas y que, con posterioridad, sus restos fueron trasladados al panteón familiar en el cementerio La Piedad.
Pronto quedó descartado que en algún momento la niña llegara a estar enterrada en algún momento en el lugar.
La responsable del archivo en el Palacio del Mate, Silvia Gómez, certificó tras el hallazgo de la lápida que
Carlos Fernícola, el papá de Hilda, compró una parcela en el cementerio el 17 de diciembre de 1907, justo el día que murió la pequeña.
¿Qué hacía la lápida allí?
Al momento del hallazgo, lo primero que se pensó es que se trataba de un entierro familiar, como los que se acostumbraba realizar en la época, pero eso fue descartado por la arquitecta Mari Sierra, quien aseguró que en ningún momento estuvo enterrada una persona en ese lugar.
Lo que aparentemente pasó, según argumentó, es que existía un pozo de agua o de desagüe, que decidieron tapar y la lápida coincidía casi perfectamente con las dimensiones del hueco.
Lo más triste tras su hallazgo es que, en vez de llevarla al cementerio para colocarla en el panteón familia Fernícola, depositaron la lápida en el estacionamiento de HCD, fuera de la vista del público. Un día amaneció rota en mil pedazos.
La epidemia de peste bubónica
La profesora de historia Alba Celina Etorena de Freaza tenía recopilada mucha información sobre la vida del doctor Ramón Madariaga y mencionó que una de sus grandes proezas fue haber participado activamente durante la epidemia de peste bubónica en Posadas, que comenzó precisamente en la panadería de los Fernícola.
“Fue la peste bubónica”, dijo Alba Etorena refiriéndose al trabajo de Madariaga, quien “luchó incansablemente en esas circunstancias e incluso creó la Asistencia Pública, que fue lo más importante de su carrera”.
Un libro de Nilda Carmen Brañas de Poujade también habla de la proeza del médico menciona dos grandes epidemias que se llevó varias vidas: la primera surgió en 1905 y coincidentemente se repitió en 1907, año de fallecimiento de Hilda.
Alba Etorena dijo que la peste “comenzó en la panadería de los Fernícola. Era la más grande de Posadas, si no la única. En ese momento murieron casi todos los empleados de la panadería, fue terrible porque después se extendió la enfermedad a la población. Sería posible que la pequeña hubiera contraído la peste y la familia prefirió ‘olvidar’ esa desgracia”, teniendo en cuenta que esa enfermedad la transmiten las ratas, que generalmente habitan los lugares donde se fabrican panificados.
Efectivamente, en las actas de la sesión del Consejo Municipal de Posadas celebrada el 18 de noviembre de 1907 (apenas un día después de la muerte de Hilda), el doctor Héctor Barreyro reconocía públicamente que Francisco Batani, vecino de Posadas, murió de peste bubónica. Fue su primer caso detectado, pero hubo otros, por lo que pidió que se clausure la panadería y fideería de Don Carlos Fernícola por ser el foco de infección, y que se proceda al aislamiento de toda la manzana (Colón, Bolívar, San Lorenzo y Félix de Azara).
Las versiones más recientes indican que Hilda Fernícola no habría fallecido de peste bubónica, sino dos años después de la epidemia (y por motivos que se desconocen). Las especulaciones indican que al ver la gravedad de la enfermedad, sus padres encargaron la lápida por anticipado, pero la niña sobrevivió milagrosamente y nunca se utilizó.
El origen de los Fernícola
En el libro de las “III Jornadas de Poblamiento de Misiones” se habla del inmigrante italiano Antonio
Fernícola, quien llegó con toda su familia. Tenía la fideería, panadería y confitería más grande del pueblo.
Su hijo Carlos era proveedor de carne y se casó con Isabel Galeano. De ese matrimonio nacieron siete hijos, pero solamente la historia recuerda a seis: Antonio, Raúl, Isabel, Elena, Dalila y Pedro (“Clavelito”). Hace 20 años, Hilda Vicenta resurgió de las entrañas del Concejo Deliberante como diciendo: “No se olviden de mí”.
Hoy podemos decir que el destino de esta última estuvo marcado por la desgracia desde su nacimiento prematuro, pues su madre habría sufrido de eclamsia (hipertensión durante el embarazo), afección que obligó a acelerar el parto. Por eso siempre fue una niña muy chiquitita y flaquita, seguramente con pocas defensas.
Pero no fue la única que tenía problemas: al parecer su hermana Isabelita habría sido discapacitada: caminaba mal y salía muy poco de la casa, según rememoraron quienes la conocieron; a diferencia de sus hermanas Elena y Dalila, ambas maestras y militantes políticas, quienes incluso fueron muy “transgresoras” para la sociedad de la época.
Entre los Fernícola existía como un estigma de la soltería: Antonio (el mayor) no se casó y tampoco lo hicieron Elena, Dalila, Isabelita y Pedro. Pero un fuerte rumor había surgido en torno a Elena -la más “progresista” si se quiere- que la relacionaba sentimentalmente con el famoso secretario de Juan Domingo Perón, Enrique Pavón Pereyra.
¿Y qué decir de “Clavelito”? Pedro Fernícola fue quizás el que más disfrutó de su soltería, pues se dedicó a “hacer pinta” en el pueblo, siempre de traje y con el clavel rojo en el ojal. Quienes lo conocieron lo definían como muy raro, ni siquiera saludaba y tenía amigos muy selectos.
Lo cierto es que los Fernícola eran muy conocidos en Posadas, al principio por su poderío económico y más adelante por la participación de dos hermanas de Hilda -Elena y Dalila- en las filas del peronismo. “Eran muy honestas y sumamente modestas, llevaban una vida como todos cuando ellas tenían mucho dinero”, contó en su momento a PRIMERA EDICIÓN Andrea Vélez de Sejas Torres, quien fue amiga y compañera de actividad de las mencionadas hermanas en la época de Eva Duarte de Perón (Evita).
La efímera (y polémica) intendencia de Fernícola
Raúl Fernícola, hermano de Hilda, fue intendente de Posadas desde el 13 de enero de 1929 hasta el 18 de enero de 1930.
Todo terminó cuando Fernícola quiso privatizar la usina eléctrica municipal. Como el vecindario creyó que se trataba de un “negociado”, se produjo un motín popular que derivó en enfrentamientos con palos, piedras y tiros.
Así finalizó la corta intendencia de Fernícola, quien fue reemplazado por un interventor enviado por el presidente Hipólito Yrigoyen.
(Recopilación y ensamble de varios artículos de Rosanna Toraglio publicados en octubre de 2004 por PRIMERA EDICIÓN)