Un cheque en blanco para futuros recortes donde sea y como sea… lisa y llanamente es lo que tendrían Javier Milei y Luis Caputo si el Congreso le da luz verde al Presupuesto 2025, el tema de la semana que pasó.
En la discusión sobre las inconsistencias en cuanto a las proyecciones, al análisis de la iniciativa que el Gobierno enviará a Diputados esta semana se le escapó ese grueso detalle que hace palidecer cualquier dibujo antojadizo que el Presidente y su ministro hayan hecho sobre lo que pueda ocurrir con la inflación, el PBI o el dólar durante 2025.
De hecho es hasta sospechoso tanto optimismo en cuanto a las proyecciones cuando de fondo se mueve ese verdadero “blindaje fiscal” amparado por la “guerra santa” del déficit cero… huele a pasado.
La discrecionalidad que buscan Milei y Caputo en pos del equilibrio fiscal y el superávit financiero trascienden cualquier necesidad por alta que sea, incluso si hablamos de 63% de pobreza entre los menores de edad, o si se tratara de los más de seis millones de jubilados con graves dificultades para llegar a mitad de mes alimentándose y medicándose correctamente.
Se trata nada menos que de una licencia para seguir recortando fondos para la salud y la educación, la ciencia, la técnica y otras necesidades de la sociedad sin antes tener que dar explicaciones en el Congreso.
Jubilaciones y asignaciones ya no tendrían otra movilidad más que la que decida el Poder Ejecutivo que, además, ya no deberá buscar el aval del Congreso para renegociar la deuda sin cumplir con la Ley de Administración Financiera.
¿Es sensato darle tamaño poder a funcionarios que prometían inflación de 2% para esta altura del año? ¿Es normal allanarle el camino a un Presupuesto tan flojo de proyecciones y repleto de inconsistencias? ¿Es responsable darle tantas atribuciones a funcionarios que aseguran semanalmente que lo peor del ajuste ya pasó mientras la pobreza crece a un ritmo desesperante? El Presupuesto 2025 es más que un dibujo de proyecciones.