La posadeña Aylin Tamara Glinka (30) se recibió de odontóloga en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), y decidió hacer el servicio social –equivalente a la residencia- en México, teniendo en cuenta el convenio que la Casa de Estudios correntina tiene con el país azteca. Viajó a Tepatitlán de Morelos, Jalisco –situado a una hora de Guadalajara-junto a su colega correntina, Jazmín Prat, y empezaron a recorrer el país que “es muy grande y muy lindo”, lejos de imaginar que el amor golpearía a su puerta en una bonita playa de aguas cálidas del Pacífico.
Durante una salida nocturna conoció a Rafael Carrillo Hernández, oriundo del estado de Michoacán, con quien se casó por civil en México, y recientemente volvió a la tierra colorada para concretar la soñada boda religiosa, cerca de sus numerosos familiares. Ya de regreso, la pareja se estableció en Uruapan del Progreso, donde Aylin tiene su consultorio y ejerce su profesión como especialista en endodoncia.
Llegó la propuesta
Tras un breve paso por Misiones para cumplimentar trámites, y en compañía de su madre, Patricia Emategui y su hermana Valeria –ausente su papá Elías Glinka Kuzyssyn-, Aylin contó que con su esposo se conocieron y se pusieron de novios en 2018, que fue el año en que viajó al exterior, aunque su propósito era regresar a la Argentina. “No tenía idea que me iba a quedar a vivir. Después de unos meses lo decidí, comenzamos la convivencia y luego llegó la propuesta de matrimonio en medio de una casa cubierta de flores, porque los mexicanos son muy románticos y estuvo muy lindo”, declaró la joven.
El 2 de enero de 2021, al disiparse la pandemia, se casaron por civil durante una pequeña ceremonia, aunque no por eso menos emotiva. “Siempre tenía la ilusión de casarme por iglesia, rodeada de mi numerosa familia, pero era difícil que todos viajaran a México. Después de unos años decidimos casarnos acá. Hicimos la fiesta en un salón de las afueras de Posadas, el día posterior al cumpleaños 60 de mamá, fecha para la que se dispuso la organización principal”, comentó.
A través de una llamada de Whatsapp mientras transcurría la entrevista con Ko’ape, Rafael, a quien le agradan más las Cataratas del Iguazú que el Cristo Redentor de Río de Janeiro, aseguró que Aylin “es una posadeña que me cayó del cielo. Jamás en la vida supe que había una ciudad que se llamaba Posadas, y ahora la conozco como la palma de mi mano”.
Los preparativos comenzaron tres meses antes y pudieron asistir los padres (Rafael Carrillo Hernández y María Guadalupe Hernández Gómez), las hermanas (Alejandra y Guadalupe Carrillo Hernández -faltó Alicia Yareli), el hijo de Rafael (Rafael Carrillo Toscano), su tía Casandra Carrillo Hernández y siete amigos mexicanos. Pero, además, los familiares más cercanos llegaron desde Asunción (Paraguay), Buzios (Brasil), La Plata, Mendoza, Buenos Aires, Entre Ríos, de Corrientes, Resistencia (Chaco), que pusieron su granito de arena para venir a la fiesta y celebrar el amor.
La ceremonia religiosa se concretó en la iglesia Inmaculada Concepción de Villa Urquiza y fue presidida por el sacerdote Diego Pezuk.
Asistieron más de 130 personas y “yo me sentí muy feliz de poder reunir a todos. Fue un momento muy emocionante. Rafa también estaba muy emocionado, más que nada por la unión porque, si bien estábamos casados, este fue un momento importante. Estamos muy felices porque volvemos para continuar nuestra vida con algo consolidado”, agregó la exalumna del Colegio Santa María.
Su esposo, que es licenciado en administración de empresas y se ocupa de las plantaciones de aguacates (palta) que posee la familia, había estado en Misiones en varias oportunidades, aunque prefiere hacerlo cuando no se siente tanto el calor. “Venimos bastante seguido porque soy muy familiera y me gusta estar en contacto con mis afectos el mayor tiempo posible. Mis padres también viajan y nos visitan. Es lindo unir las familias”, celebró.
Jornada emotiva
Aylin dedicó un párrafo a su abuelo materno Federico Emategui, quien, al finalizar la ceremonia religiosa, tomó el velo de la primera nieta que decidió dar el sí vestida de blanco y caminó desde el altar hacia el atrio, generando una imagen de muchísima ternura. Su abuela materna, Irene Krug Kettermann, falleció el pasado 6 de mayo, por lo que su ausencia redobló la emotividad del momento. “La oma era una persona muy especial que unía a la familia y todos aprendimos mucho de ella sobre la familia, la casa, el hogar. Es una pérdida importante”, sostuvo.
Dentro del templo la pareja recibió las alianzas que fueron realizadas tras fundir unas pulseras que Don Federico regalaba a su amada Irene durante los aniversarios de casados y que, a su vez, la oma, había regalado a sus nietas.
La lluvia acompañó durante toda la jornada como sinónimo de buenos augurios y bendiciones. La fiesta continuó hasta entrada la noche, con mucho baile, cotillón con alegoría mexicana, la intervención de un grupo de Mariachis y brindis con tequila traído desde el país de origen. Se hicieron demostraciones novedosas para los invitados misioneros, que tienen lugar en los casamientos mexicanos, como un baile que se llama “la víbora de la mar”, dirigido por los amigos del novio. Se trata de una canción especial, durante la que la pareja sube a una silla y se usa el velo como unión, como puente. “Como mi velo había quedado en el auto, y llovía mucho, me pasaron una prenda que fue utilizada como unión. Había que sujetar al novio porque pasan corriendo con la intención de tumbarlo. Mis amigas me sostuvieron y a él, familiares que juegan al rugby, a fin que no puedan derribarlo”, contó. Entrada la noche, hubo quienes llegaron hasta la casa de los Glinka para continuar con los festejos.
Patricia, la madre de Aylin, recordó que “ahora lo contamos de manera sencilla, pero implica muchas emociones. Somos cuatro de un bloque que pertenecemos a otro bloque más grande. Ella nos dijo que quería hacer una experiencia en el exterior y como ya conocía Brasil, que era el otro país con el que la UNNE tenía convenio, optó por ir a México. En julio de 2018 terminó la carrera y en agosto se fue, y para nosotros era una cuestión emocional”. Su hija alegó que “es difícil irte, no es todo color de rosas, pero creo que vale la pena, más teniendo un esposo como el que me casé, me siento muy contenta de haber encontrado a una persona tan especial”.
Explicó que México es “gigante para conocer. Nos encanta viajar y a mí, particularmente, las playas. Uruapan, que es donde vivimos, está en el Estado de Michoacán. Nos gusta ir de seguido a una playa que se llama Ixtapa, que queda cuatro horas al Norte de Acapulco. Me falta conocer un montón. Cada vez me gusta más, me acostumbro más, aunque estoy orgullosa de Argentina, más aún porque acá está toda mi familia”.